Ricardo FernándezReseña de Verano en Brooklyn
Brian (Greg Kinnear) es un actor, que se muda a Brooklyn, a la casa de su padre recién fallecido, con su esposa Kathy (Jennifer Ehle) y Jake, (Theo Taplitz) su hijo de 13 años de edad, Los ingresos de Brian no son constantes ni muy elevados, y, es Kathy quien sostiene económicamente a la familia. Ahora, el apartamento recién heredado supone un alivio económico. Con el apartamento también han heredado un local justo debajo de la casa. Un local en el que Leonor (Paulina García), una antigua amiga del difunto, tiene una tienda de ropa. Espoleado por su hermana, menos favorecida en la herencia, Brian intenta subir el alquiler a Leonor, inususualmente bajo en un barrio cada vez más de moda. Jacob no tardará en hacerse amigo de Tony (Michael Barbieri), el hijo de Leonor. Ellos son los pequeños hombres del título de la nueva película de Ira Sachs (Little men en su versión original, traducido inexplicablemente como Verano en Brooklyn).
Problemas de comunicación
El guión de Verano en Broklyn está escrito por el propio Sachs y su colaborador habitual Mauricio Zacarías. Un guión compacto, limpio y ordenado, con una trama muy sencilla, cuya mayor virtud es la sutileza con la que trata las situaciones y el espacio que deja para que la historia respire y crezca. Todo pasa de manera natural, sin grandes conflictos añadidos, ni grandes enemigos a quién culpar de los males. Sin embargo, alrededor de la historia, Ira Sachs muestra de manera realmente lúcida la sociedad actual. Como si fuese un Yasujirō Ozu americano, Ira Sachs utiliza las relaciones entre padres e hijos, entre diferentes generaciones, para articular su película.
A través de la relación entre los dos chavales, Verano en Brooklyn no sólo explora ese momento vital de una manera tan sencilla como sentida y realista; también, por contraste, es una clara muestra de cómo el paso de los años va deteriorando la capacidad de comunicarse de las personas ocultando el mensaje en circunloquios y silencios. Es destacable que Kathy sea psicoterapeuta, alguien que se dedica a solucionar los problemas de comunicación de la gente, pero no sea capaz de encauzar la comunicación con Leonor o con su hijo cuando surgen diferencias entre ambos.
La mirada despreocupada de un niño
La despreocupada posición de los chavales es el vehículo perfecto para que Sachs se adentre en la trama de esa manera suya tan descargada de artificios. Ellos capaces de comunicarse sin hablar y están más preocupados por jugar y divertirse que por los problemas que, aunque les rodean, ellos ven lejanos. Sueñan con el futuro sin traumas ni agobios, antes de ser conscientes de que las cosas van a cambiar. Antes de aprender lo que significa gentrificación, subida de renta, orgullo herido, incomunicación familiar o presión social. Antes de descubrir que después de ese verano en Brooklyn quizá la vida les haga tomar diferentes caminos.
Otro espacio importante en la película es el de la sensibilidad artística. Tony quiere ser actor, Jake tiene un gran talento como pintor y Brian es un actor que no ha conseguido el éxito que esperaba. No parece casualidad que la obra de teatro en la que Brian está actuando sea La Gaviota de Chejov, un texto que habla sobre la dificultad de triunfar en el mundo del arte.
Barbieri, una estrella en ciernes
Gran parte del mérito de que la película funcione es el trabajo de los dos jóvenes actores. La química entre ambos es absoluta y la presencia en pantalla de Michael Barbieri es asombrosa. Todo carisma a sus 14 años. Oiremos hablar mucho de él en los próximos años. De momento ya participa en el reboot de Spiderman y en la superproducción La Torre Oscura.
Por momentos Verano en Brooklyn puede parecer demasiado ligera, demasiado etérea, demasiado despojada de carga dramática. Es en esos momentos cuando surgen escenas como esa en que Jake mira como Tony trata de seducir a una chica, para que todo adquiera sentido y la película no se difumine. Más bien todo lo contrario, se perfila y se esculpe en nuestra memoria.
