Reseña de Cincuenta sombras más oscuras
Es difícil entender por qué la gente querría ir a ver Cincuenta sombras más oscuras sobre todo después de haber visto Cincuenta sombras de Grey. Está claro que el sexo vende, pero en esta época de internet no hacer falta ir al cine para ver tetas y culos en una pantalla. Ni siquiera hace falta ver una película, basta con entrar en una página de torrents piratas para que la pantalla se llene de anuncios que te explican como hacerte rico y de fotos de mujeres desnudas que viven cerca de ti y están dispuestas a tener sexo (con lo barato, sencillo y despejado de malware y publicidad porno invasiva que es suscribirse a Filmin, Netflix, HBO y demás). Tampoco os penséis que esos anuncios son menos creíbles que Cincuenta sombras más oscuras. O que la película tiene mucho más guion.
Cincuenta sombras más oscuras es tan ridícula que bordea constantemente la frontera de la comedia. No harían falta muchos retoques para transformar la película en una disparatada comedia. De hecho he reconocer que me reí en varias escenas. Si yo fuese el director habría apostado por transgredir y hacer que los personajes mirasen a la cámara, rompiendo la cuarta pared, y guiñasen repetidamente el ojo -guiño, guiño- cada vez que soltasen una línea de diálogo que subrayase el absurdo del guion. Claro que entonces los protagonistas parecerían poseídos por un tic que les hace guiñar el ojo constantemente.
Con Anastasia a punto de perder el conocimiento no ya tras cada orgasmo, sino tras cada caricia (me recuerda mucho al personaje de Kristen Stewart en Crepúsculo, ¿no será que con tanto esfuerzo para estar delgadas estas chicas tienen anemia?), Cincuenta sombras más oscuras avanza en el juego de poder entre Christian y Anastasia. Eso si, los guionistas se han esforzado tanto para evitar erotizar la violencia sobre la mujer que las escenas sado parezcan un anuncio de colonia. Vamos, que para esparcir aceite sobre los pechos de una mujer antes de acariciárselos no hace falta un cuarto rojo del dolor. Todo el cuidado que han tenido los guionistas en eso se lo han olvidado en la parte que da profundidad a los personajes. Así, la película (o lo que sea esto) se convierte en la historia de una mujer que aguanta ser tratada por su novio como una propiedad a cambio de ropa cara y lujo desbordante. ¡Ah no! que ella toma sus decisiones. Cuando van a comer elige ensalada de quinoa aunque él haya pedido carne.
Claro que tampoco podemos pedir mucha profundidad a una película en la que tras sufrir un accidente de helicóptero y que todos le den por muerto, Christian aparece por sorpresa en casa, donde todos están desconsolados (si, es un spoiler, pero en serio ¿¿qué más da??). Ante la pregunta de «¿por qué no has avisado?» responde «he tenido un accidente de helicóptero, se me ha roto el móvil». Este es uno de esos momentos que ganaría con risas enlatadas y Jamie Dornan guiñando el ojo a la cámara.
Jamie Dornan que luce su musculado cuerpo en cuanto tiene ocasión. En el gimnasio mientras hace ejercicios en el caballo con arcos (supongo que se está preparando para los Juegos Olímpicos), en la ducha mientras muestra las marcas de pintalabios que le dejó Anastasia unos días antes (maquillaje waterproof del bueno, oigan), una erección (bajo el pantalón) en mitad de unos jueguecitos eróticos… Por su parte Dakota Johnson también luce palmito, claro. Cuando se levanta desnuda de la cama se viste de la manera más casual con la primera camisa de su novio que encuentra (perfectamente planchada y almidonada, eso si). Camisa que, a pesar de que él sea grande como un armario ropero, a ella le sienta estupendamente y, por supuesto, lleva los botones estratégicamente desabrochados. En una película de verdad esto no merecería atención, pero estamos hablando de Cincuenta sombras más oscuras, donde las rupturas y reconciliaciones se resuelven en una secuencia y el resto son planos de culos y tetas.
El único valor que tiene Cincuenta sombras más oscuras es la risas que se pueden hacer recordando con los amigos los momentos más ridículos y las escenas más absurdas. ¿Cómo si no aguantar cosas como «tú me enseñaste a follar, Anastasia a amar»?.