Reseña de Doña Clara
Aquarius, la película de Kleber Mendonça Filho que tan buenas críticas se llevó del Festival de Cannes el año pasado, ha sido renombrada en España como Doña Clara. Imagino que el cambio obedecerá a motivos comerciales, que los encargados de la distribuidora pensarán que es un nombre más atractivo y que, a fin de cuentas, la película tiene una gran protagonista que es Doña Clara, interpretada por una magnífica Sonia Braga. Es cierto que Doña Clara no es un título disparatado, pero Aquarius es un título más fiel a la película, en fondo y forma (además del título que le puso su director). Porque Aquarius, el edificio en el que vive y ha vivido Doña Clara, es el otro gran protagonista de la historia y, también, del simbolismo de la película. Aquarius representa a un mundo que avanza sin respeto por el pasado y tampoco por el futuro, más preocupado por los rendimientos económicos que por las personas aunque disfrace su discurso de progreso.
Sin embargo me gustaría dejar claro que Aquarius (me resisto a llamarla Doña Clara) no es una película social al uso. Ni tiene un discurso dogmático, ni cae en los subrayados habituales del género (es el momento de recordar que Ken Loach ganó la Palma de Oro con Yo, Daniel Blake en la edición que competía con Aquarius). Tampoco es una película de la clase baja oprimida luchando contra las altas esferas. Doña Clara es una mujer adinerada y sofisticada, cuyas razones para enfrentarse a los poderosos son sentimentales y de principios. A través de ella Kleber Mendonça Filho habla de la corrupción inmobiliaria, de la frontera entre lo público y lo privado, de la diferencia de clases, de los nuevos “emprendedores” con su actitud arrogante y presuntuosa, de las disputas familiares, de la burocracia desorganizada, de la decadencia de la prensa, de la revolución sexual…de un mundo que cambia, a veces a mejor a veces a peor.
Avanzar mirando el retrovisor
Es importante, también, destacar eso: los cambios no son siempre a peor. Aunque es una película que se apoya en la nostalgia no rehuye del progreso. A Doña Clara se le presenta como una mujer que contribuyó con su lucha a los cambios sociales de Brasil o que sabe apreciar la comodidad y ventajas de la música en MP3. Ni vive anclada en el pasado, ni es inmobilista; pero le gustan los vinilos porque los objetos a veces cuentan historias personales y cuando mira a la cómoda de su casa los recuerdos le vienen a la cabeza como le pasó a Proust con su magdalena. Como alguien que escribió esto, me siento absolutamente identificado. El pasado no es algo que hay que borrar, es algo de lo que hay que aprender.
No sólo en el argumento se nota este punto intermedio entre antiguo y novedoso. Aquarius es, claramente, una película actual, contemporánea, moderna. Sin embargo no duda en recurrir a recursos antiguos como el cinemascope, cierta paleta de colores o el uso marcado del zoom. Lo cierto es que el trabajo de Mendonça Filho como director es sobresaliente. Desde el fantástico prólogo que sirve para dar una dimensión histórica al entorno y sus protagonistas, a la manera de filmar el interior del apartamento otorgándole entidad propia, pasando por el uso de los flashbacks o la música de una manera siempre certera.
Otra cosa que hace bien el director es aprovechar mucho y bien el rostro de Sonia Braga. No escatima en primeros planos de la actriz que hace un trabajo realmente maravilloso. Su magnética presencia, sus elegantes movimientos felinos y la expresividad de su mirada construyen una mujer adorable y a la vez sarcástica y escéptica. De ideas claras y actitud luminosa que no oculta sombras en su interior. Una mujer que ha sobrevivido a un cáncer y perdido un pecho. Que aprovecha el presente, sueña con el futuro y disfruta de los recuerdos. Doña Clara es una mujer con historia y cicatrices. Como Brasil. Como cualquier lugar del mundo.