Nicole Kidman estaba presente en cuatro producciones de este Festival.: la serie Top of the lake de Jane Campion, fuera de concurso con How to Talk to Girls at Parties de John Cameron Mitchel y en concurso con las dos que nos ocupan hoy, The killing of a sacred deer de Yorgos Lanthimos y La seducción de Sofia Coppola. Dos de las mejores películas del festival en las que, casualidad, comparte cartel con Colin Farrell.
The killing of a sacred deer
Yorgos Lanthimos, con su particular estilo, se está conviertiendo en uno de esos autores que provocan filias y fobias a partes iguales. Como se esperaba, su película The killing of a sacred deer fue recibida con aplausos y abucheos al acabar la proyección. Quien esto escribe se encontraba entre los primeros.
El director de Canino y Alps ya dio con su anterior película, The lobster, el salto hacia las divisiones de honor. Con un reparto internacional –Colin Farrell, Rachel Weisz y John C. Reilly– y rodada en inglés, fue su primera participación en la Sección oficial a concurso de Cannes (antes había estado, y ganado, en Un Certain Regard). Eso supuso una dulcificación de su propuesta. Sin perder la esencia de su cine y sus formas -situaciones y diálogos absurdos, actuaciones exageradas y teatralizadas, relaciones frías y mecánicas- su mensaje era mucho más claro. Con The Killing of a sacreed deer, en la que cuenta de nuevo con Colin Farrell y se estrena con Nicole Kidman, da un paso más en esta dirección al que, además, añadimos una sofisticación visual mucho mayor que nos hace recordar visualmente a Kubrick en su grandilocuencia.
Grandilocuencia que planea sobre toda la película, también en la música. Una grandilocuencia que encaja con una historia que está inspirada -libre y lejanamente- en Ifigenia en Áulide, una tragedia de Eurípides. También es digno de destacar el magnífico uso del sonido a cargo de Johnnie Burn, responsable de ese mismo apartado en Under the skin.
The killing of a sacred deer tarda mucho en enseñar sus cartas. Durante muchos minutos se apunta que el personaje de Colin Farrell, un exitoso neurocirujano, esconde algún tipo de culpa y secreto. Durante mucho tiempo no sabemos que esconde la relación con un extraño adolescente. Poco a poco iremos conociendo las claves que nos harán entender lo que ocurre y el film derivará hacia un último tercio que subraya la tragedia y la poca Fe que parece mostrar Lanthimos en la especia humana. Desconcertante, turbio y cruel, Lanthimos lo ha vuelto a hacer.
La seducción
Sofía Coppola vuelve a contar la historia de unos personajes encerrados en un sitio, en una situación, en la que no quieren estar. En esta ocasión adaptando la novela A Painted Devil (The beguiled) de Thomas P. Cullinan, que ya adaptara en 1971 Don Siegel. Es una historia ambientada en 1863, en plena Guerra de la secesión americana, en una escuela para señoritas en una apartada zona rural de Mississippi. Un día aparece un soldado de la unión herido y las dos profesoras y cinco alumnas que permanecen en la escuela -porque no tienen otro sitio donde ir- le acogen y le ofrecen sus cuidados. Esto desatará una serie de reacciones en sus relaciones y comportamientos.
Sofia Coppola rueda La seducción con gran exquisitez formal y un uso de la luz realmente magnífico. Por momentos recuerda a Barry Lindon y hay quien ha comparado -y yo lo compro- algunas escenas con L’Apollonide. En cualquier caso un clasicismo sofisticado y sutil que encaja perfectamente con el ambiente de refinación y exquisitez que debe tener una escuela de señoritas del sur.
Con pocas pinceladas, y dejando que muchas cosas ocurran fuera de campo, Coppola define perfectamente a sus personajes, sus miedos y sus anhelos. En las miradas, en los diálogos de doble sentido, en los pequeños gestos se relata la lucha por huir, el despertar sexual o la competitividad entre las chicas. También las intenciones y tejemanejes del soldado. Hay tiempo para el deseo, para el misterio y también para el humor. Un juego de seducción que avanza con muy buen ritmo y hábil uso de las elipsis en el que tiene que haber un perdedor, pero no forzosamente un ganador.
El trabajo de todo el reparto es magnífico. Nicole Kidman aporta elegancia y solemnidad, Kirsten Dust sometimiento y desesperación, mientra que Elle Fanning la sensualidad y el deseo. Un magnífico trabajo coral en el que quien peor parado sale, sin realizar un mal trabajo, es Colin Farrell.