Iñaki Ortiz GascónJon Garaño, Aitor Arregi, Jose Mari Goenaga, los guionistas de Loreak, se unen de nuevo para escribir Handia. Garaño y Goenaga se encargaron de dirigir Loreak; Garaño y Arregi son los directores de Handia. Son la terna responsable de que se escuche euskera en festivales de todo el mundo. No se conforman con proyectos fáciles, eligen temas inesperados y de ellos extraen reflexiones interesantes. Si en Loreak jugaban con la idea de la fragilidad del relato a partir de la experiencia propia, la memoria; en Handia derriban el relato compartido, la leyenda. Lo derriban o quizá lo ponen en su lugar. La película ni se rinde a la leyenda ni pretende explicar cuánto hay de mito y cuánto de realidad. El interés más bien es hablar de cómo funciona el mito, cómo se mezclan realidad y leyenda, cómo evoluciona según se va alejando, en tiempo y lugar, del hecho original. También cómo afecta directamente a los personajes reales, transformándolos. Es decir, cómo el mito cambia la realidad. En definitiva, la fragilidad del relato.
Pero no es el único tema que se plantea. Ya nos avisan en el rótulo inicial que nos están hablando de uno de esos momentos en la historia en las que chocan intensamente el antiguo régimen y el nuevo. Un punto de inflexión. Mediados del XIX y la vieja política choca con lo liberales; el caserío con la ciudad; el universo local con un mundo cada vez más cerca. Una realidad muy aplicable a los tiempos de cambio que corren. Un tema universal pues al fin y al cabo, el cambio ya es la constante.
La mirada es cruda. El hambre de la época, la guerra, el hambre que agravó la guerra. La dura vida del caserío que empuja al padre a tener una actitud dura con uno de sus hijos, a humillarse ante otros para pedir favores, a dejar que uno de sus hijos se convierta en una atracción de feria. Ese padre que ha tenido que elegir a qué hijo enviar a la muerte, aunque su memoria -esa memoria que estos autores ponen tanto en duda- no quiera recordarlo. Tiempos de miseria que también nos pueden recordar a los nuestros. Emprendedores con buen ojo y escrúpulos moderados, como el que organiza los espectáculos, que nos puede recordar al manager de Big Eyes (aunque la influencia declarada de Tim Burton es Big Fish, por su gigante).
El gigante
Una película protagonizada por un gigante es todo un reto y aquí se puede decir que salen victoriosos. La complejidad técnica está muy bien salvada y no hay ningún momento en el que cante alguno de los efectos usados. Efectos que no buscan impactar, simplemente un resultado realista. Más allá de la técnica, uno de los mayores valores de la película es el actor que interpreta al gigante, Eneko Sagardoy. Su mimetización con el tamaño es absolutamente convincente. Sus gestos pesados, lentos -en movimiento y en una velocidad mental no muy avispada, pero sin exagerar. Una interpretación que funciona perfectamente a nivel emocional -no olvidemos que es uno de los protagonistas- y al mismo tiempo, entregada a lo físico. Sin duda es uno de los pilares de la película.
Sabor a western
Comentaron los directores en una entrevista que uno de sus referentes importantes es El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford. En gran parte por el punto de vista de la narración, y por la idea de leyenda. Pero también tiene ese sabor a western pausado. Su estilo visual llama la atención dentro del panorama de cine español, o vasco si se quiere. Planos épicos con un scope generoso, de esos en los que importa dónde está la línea del horizonte. Carromatos en la nieve. Una guerra carlista que podría ser la de secesión americana.
Será por deformación de mis gustos personales pero he visto o querido ver algunos elementos de Nolan. A ellos no les pareció descabellado. El anticipo de la introducción, la simetría de las voces en off del inicio y del cierre (y su montaje). Elementos especialmente presentes en El truco final. También de esta película, el estudio del show: no basta con tener un buen truco, hay que vestirlo. Y con carácter especialmente general del director, la debilidad del concepto de realidad. Algo con lo que este grupo de autores ya ha jugado dos veces con gran pericia.
Una película atípica, de clasificación compleja que no busca un lugar cómodo en lo ya visto. En tiempos de producto enlatado, esto es muy refrescante.
