Reseña de Lady Bird
Supongo que llegará el día en que dejemos de presentar a Greta Gerwig como la reina del mumblecore, ese cine indie de muy bajo presupuesto que bebe del espíritu de John Cassavettes y que, como todos los movimientos indies y rompedores, acabó cayendo en algo de fórmula que traicionaba sus principios. Este no será ese día, porque Lady Bird supone el debut de Greta Gerwig en la dirección y no está de más contextualizar las influencias y el camino que ha llevado a la actriz hasta detrás de las cámaras. Lady Bird es una película que bebe de aquello, de Noah Baumbach y de Richard Linklater, pero con suficiente personalidad para distinguirse de todos ellos.
Quizá ayude a ese toque personal que esta sea una película muy autobiográfica. Greta Gerwig, como Lady Bird, fue a una escuela católica femenina de Sacramento, California, y es hija de una enfermera y un consultor financiero e informático. Es fácil pensar que Greta también fue una adolescente rebelde, aunque en esta película ese es un eufemismo para referirnos a una adolescente, caprichosa, egoísta y bastante ensimismada. Rasgos que, por otra parte, son bastante comunes en la adolescencia.
Lady Bird consiste en una revisión de la mayoría de tópicos de las películas adolescentes: el despertar sexual, la primera vez, el enfrentamiento entre la gente guapa y los nerds del instituto (en este caso ricos vs. pobres, además), los sueños de dejar la pequeña ciudad para ir a la universidad lejos… nada demasiado novedoso, pero todo revisado y teñido de cierto patetismo que, además de dotarlo de un relativo encanto, rebaja el misticismo de aquellos grandes hitos de la adolescencia. Es decir, lejos de estar contado desde el punto de vista de un adolescente, en Lady Bird se nota esa mirada del adulto entre la nostalgia y el reconocimiento de los estúpidos que fuimos todos en esas edades.
Esta serie de momentos de la adolescencia,motivados básicamente por las ganas de la protagonista de perder la virginidad y largarse allí, están articulados de manera capitular en torno a la relación entre madre e hija, lo más interesante de la película. En esta estructura es donde encuentro la mayor parte de peros a la película. Creo que le afecta al ritmo y que al centrarse en la sucesión de momentos importantes pierde la oportunidad de desarrollar unos personajes que quedan reducidos al cliché. Es cierto que a veces los boceta de manera rápida y brillante, pero se entretiene demasiado en ellos alejando el foco de su madre, el personaje más rico e interesante de la película. Entiendo la decisión de recurrir a clichés para contar los lugares comunes de la adolescencia, pero en el momento de decidir si centrar la película en una sucesión de gags sobre “las cosas de la edad” o sobre la relación con su madre, creo que Greta Gerwig lo balancea demasiado hacia la primera opción.
Capítulo aparte merece Saoirse Ronan, una magnífica actriz que parece destinada a ser una de las más grandes de su generación. En este caso hace de Greta Gerwig tan bien como la propia Greta Gerwig. Quizá sin ese encanto tontorrón de la original, pero hay que reconocer que ese encanto que a veces es adorable, otras se come a los personajes y con Saorsie Ronan eso no pasa. Ella llena de personalidad a esta adolescente más conservadora de lo que le gustaría reconocer.