Ya sea por Adam Driver y Scarlett Johansson a las órdenes de Noah Baumbach, por Brad Pitt a las de James Gray o por Polanski y la controversia que lo rodea, las estrellas llenan y con éxito los primeros días de la Mostra de Venecia. Porque son precisamente los proyectos en los que participan estos grandes nombres del cine los que han conseguido el mayor apoyo de la crítica internacional. Y entre película y película, Pedro Almodóvar recogiendo su merecido León de Oro a toda su carrera.
Historia de un matrimonio
La primera producción de Netflix presentada en esta edición del festival es Historia de un matrimonio (Marriage Story) del neoyorquino Noah Baumbach protagonizada por Adam Driver y Scarlett Johansson, magníficos ambos, que forman el matrimonio del título del film y cuyo proceso de divorcio, y en especial la lucha por la custodia de su hijo, es el vehículo a través del cual el director de Frances Ha disecciona la vida en pareja.
Un proceso que arranca con un intento estructurado de reconciliación a través de la terapia de pareja que les lleve a hacer posible la convivencia, pero que acaba degenerando en una guerra llena de artimañas y malas tretas instigada por los abogados (uno de ellos interpretado por una brillante Laura Dern convertida en una auténtica robaescenas), en la que los fines justifican los medios y en la que pase lo que pase los seguros ganadores parecen ser siempre los letrados.
A través de un arranque sencillo y ágil, pero tremendamente efectivo Baumbach consigue matar dos pájaros de un tiro: por un lado, presenta a sus protagonistas y pone en antecedentes al espectador acerca de la vida en común de los cónyuges y por el otro, facilita los elementos necesarios para establecer complicidades con ambos y hacerlos más próximos. Baumbach busca que entendamos a ambos protagonistas, sin tomar parte por ninguno de ellos y da en el clavo en la forma de conseguirlo.
El realizador neoyorquino mezcla de forma natural y fluida los géneros cinematográficos: la comedia romántica para su arranque, el drama procedural para las pugnas entre los abogados, la comedia de enredo cuando aparece en escena la familia del personaje de Johansson, el drama más crudo y descarnado para los momentos de crisis de lla pareja y hasta el musical con un soberbio y emocionante momento en el que Adam Driver interpreta Being Alive de la obra Company de Stephen Sondheim.
De forma similar a lo que hacía Woody Allen –otro director de Brooklyn- en Annie Hall, Baumbach también opone el elitismo intelectual de Nueva York y su escena teatral al cine y las series de televisión que representa Los Ángeles, llevándolo incluso a sus protagonistas; el personaje de Adam Driver, un autor y director teatral de prestigio acaba convertido en el paradigma de ese elitismo intelectual de Nueva York y el de Scarlett Johansson, una actriz que saltó a la fama por enseñar los pechos en una comedia adolescente, en el del entretenimiento más popular y masivo que representa Los Ángeles. Pero es precisamente la conjunción de ambas facetas en su matrimonio lo que según Baumbach les ha llevado al éxito profesional que disfrutan, al menos al principio del film.
Ad Astra
A priori no sería esperable que la aventura exploradora ambientada hace un siglo de Z, la ciudad perdida, la anterior película del estadounidense James Gray, y Ad Astra, el drama de ciencia ficción futurista que ha presentado a concurso en esta Mostra, pudieran tener mucho común. Y sin embargo, ésta podría funcionar como una variación o una traslación del protagonista de Z, la ciudad perdida y de su hijo de la Inglaterra y la Amazonia de principios del siglo XX al espacio y al sistema solar en un futuro más o menos cercano. Porque la película protagonizada por Brad Pitt, un cruce de Apocalypse Now / El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad y el Moby Dick de Melville, vuelve a incidir en la relación padre hijo, en las obsesiones, las misiones imposibles y en el enfrentamiento entre la frialdad científica y la irracionalidad de las obsesiones personales.
En Ad Astra, Brad Pitt interpreta a un astronauta que viaja a los confines del sistema solar para tratar de localizar a su padre (Tommy Lee Jones), también astronauta, desaparecido de forma misteriosa y dado por muerto 16 años antes como consecuencia de una misión en busca de vida extraterrestre.
A través de unas imágenes espectaculares y una excelente utilización del sonido y la banda sonora, Gray conforma un relato absorbente sobre la relación padre hijo, sobre la forma en la que la figura paterna condiciona a sus hijos y sobre el derecho a la utopía y a las obsesiones personales frente a la fría y calculada constancia ciéntífica. Y todo ello combinando un drama íntimo y de sentimientos, con elementos de película de acción y aventuras, de terror y de thriller ambientados en el espacio.
El oficial y el espía
Entre la polémica derivada por la presencia de una película dirigida por Roman Polanski en la competición, declaraciones y notas aclaratorias de Lucrecia Martel, presidenta del jurado incluidas, se ha presentado El oficial y el espía, su recreación del caso Dreyfus que supuso la modernización de los estamentos militares y del gobierno de Francia a finales del siglo XIX y principios del XX. En ella se cuentan los esfuerzos de George Picquart, un militar francés interpretado por Jean Dujardin, por descubrir la verdad detrás de la condena por espionaje a Alfred Dreyfus, un capitán del ejército galo encarnado por Louis Garrel, y la posible influencia que el racismo y su origen judío tendrían en ella.
Una gran historia llena de matices, peripecias y circunstancias especiales que desgraciadamente el director de origen polaco no acaba de explotar en toda su intensidad, lastrado en parte por un estilo excesivamente académico en el que el cartón-piedra asoma demasiado a menudo (quizá por un presupuesto excesivamente ajustado) y por su falta de turbiedad. Polanski sigue siendo un narrador excelente y su claridad expositiva es indudable, pero a sus personajes les faltan matices (son buenos muy buenos, o malos muy malos ya sea por iniciativa propia o por obediencia debida). A pesar de la cercanía que la historia de El oficial y el espía tiene con el propio director, da la impresión de que no ha acabado de hacerla enteramente suya, quizá por miedo a ensuciar su propia figura al establecer los inevitables paralelismos.
Aunque si bien en el desarrollo de sus personajes se echa de menos una mayor profundidad, Polanski acierta en el reflejo de los hechos históricos y sus consecuencias, en su mirada más general y en lo que supuso un verdadero cambio de siglo en las formas de hacer del ejército francés y del gobierno galo en general.
The Perfect Candidate
Y frente a la presencia de estos tres directores judíos, el regreso a su país tras la fallida aventura de Mary Shelley con Elle Fanning y al festival de Venecia siete años después de la bienintencionada y multipremiada La bicicleta verde, de la saudí Haifaa Al-Mansour con The Perfect Candidate, la primera de las dos películas dirigidas por una mujer que aspiran al León de Oro.
En esta ocasión cuenta la lucha de una doctora en medicina por conseguir que asfalten la carretera de acceso a su clínica que le acabará llevando a meterse de forma tan inverosímil como absurda en una campaña política y a convertirse en un símbolo de la lucha por los derechos de las mujeres.
The Perfect Candidate pertenece a ese grupo de películas en las que por muy de acuerdo esté uno con su mensaje y sus intenciones, la pobreza y la tosquedad de sus recursos cinematográficos le llevan a uno a preguntarse si debería estar en una sección competitiva como la de este festival.
Todo en la película parece estar única y exclusivamente al servicio de lo que se quiere denunciar, todo se simplifica de forma extrema e inverosímil para facilitar la transmisión de su mensaje, sin lugar para matices: sus personajes sólo existen en relación al mensaje de la película, se fuerzan las situaciones (como la comentada que lleva a la protagonista a meterse en política) más allá de lo verosímil con el fin de encajarlas en el discurso y los motivos de sus personajes y las consecuencias de sus situaciones son explicados mediante unos diálogos más dirigidos a la comprensión de lo narrado por parte del espectador que por una lógica de las relaciones entre los personajes.
The Mayor of Rione Sanitá
La primera película italiana aspirante al León de Oro presentada en esta edición es The Mayor of Rione Sanitá, adaptación de una obra de teatro del dramaturgo Eduardo de Filippo que el propio director del film, Mario Martone, llevó a los escenarios en 2017 en la que una especie de padrino de la camorra napolitana ejerce de juez de las pequeñas disputas entre sus ciudadanos cuando éstos no quieren recurrir a la justicia oficial o divina.
Partiendo de un gran texto y de unas notables interpretaciones en el grado justo de histrionismo (al fin y al cabo la película está ambientada en Nápoles), entre las que destaca el carismático Francesco Di Leva que interpreta al personaje que da título al film, Martone ofrece una demasiado teatral reflexión acerca de la lucha entre el bien y el mal.
Porque la principal debilidad de The Mayor of Rione Sanità está precisamente en el escrupuloso respeto de Martone al origen teatral de la película, mediante una puesta en escena que parece empeñada en anular el componente cinematográfico y en la que la planificación, las entradas y salidas de los personajes de las secuencias y su disposición en el plano no hacen sino recordarnos el origen teatral de la película e incrementan la sensación de encontrarnos ante un caso de teatro proyectado en la pantalla grande.