Abel Ferrara rodó una de las primeras películas importantes sobre la pandemia, Sportin’ Life, aprovechando un documental sobre la gira de otra de sus películas. Ahora vuelve a acercarse al fenómeno más importante de nuestros días pero esta vez desde la ficción. Más o menos. Repleta de imágenes características de la pandemia, esta nueva película se envuelve en un tecnothriller internacional postapocalíptico. Más o menos. Más menos que más. Quizá nada de eso.
Antes de empezar la película sucede algo que se ha puesto de moda en tiempo de pandemia: un mensaje para el espectador de parte del protagonista, Ethan Hawke, en el que explica por qué es importante para él apoyar el trabajo de Ferrara y, en definitiva, por qué ha participado en la película. También nos da unas indicaciones para no perdernos. Hemos visto muchos ejemplos similares en los festivales durante la pandemia, para compensar la ausencia de los cineastas. En películas de cartelera, por ejemplo, Shyamalan nos daba las gracias por asistir al cine, antes de la proyección de Tiempo. Se unen dos circunstancias relacionadas con la pandemia: la popularización de los mensajes grabados o en streaming, como alternativa a las presentaciones físicas; y la necesidad de apoyar las proyecciones en salas, en un momento de especial vulnerabilidad. Bien, hasta aquí todo en la línea de lo acostumbrado en estos días extraños. ¿O hay algo más?
Corrijo la premisa del párrafo anterior. Si somos estrictos, el mensaje de Hawke no se produce antes de empezar sino ya dentro de la película, pues antes hay ya algunos logos de productora y de Locarno festival en el que se alzó con la mejor dirección. Este detalle sutil ya nos hace ponernos en guardia. La presentación va demasiado integrada en la película. Su equivalente en los créditos finales nos confirma las sospechas. Una cuestión aparentemente tangencial como es la posición de los logos, resignifica el mensaje del actor. No es que sea un caso más de presentación virtual, es que es su representación cinematográfica. Si esta ha de ser una película sobre la pandemia, su primera acción es justo que sea la de representar cómo se están proyectando las películas ahora. Y esto da sentido a que no sea el propio Ferrara el que haga la presentación sino Hawke, porque es el actor y esto es parte de la función.
La trama comienza. Un militar llega a Roma para buscar a su hermano gemelo en medio de una pandemia gravísima. Hay una serie de intrigas y diferentes grupos que se enfrentan. Conspiraciones que pueden destruir el mismísimo Vaticano. Y en fin, si habéis entrado aquí buscando entender la trama estáis en el lugar equivocado. Y es que da igual. A mí me da igual, a Ferrara le da igual, a Hawke le da igual -y de hecho admite no haber entendido el guión a nivel de trama- y espero que a vosotros os dé igual, porque no va de eso. No va de seguir un thriller con una trama intrincada. No hay ningún interés en aclarar nada en ningún momento. Olvidadlo. Presentar la película como un thriller de acción de conspiraciones internacionales ambientado en un futuro distópico es casi una broma en complicidad con el espectador que quiera aceptarla. Como si estuviera diseñada para colar una película de cine experimental de autor en un pitch como si fuera una adaptación de la última novela de Dan Brown. Del género solo tendrá algunas formas, resonancias, algunos momentos de acción sucia, torturas, disparos, persecuciones… Pero solo será un disfraz formal, nada que tenga una consistencia real.
Ferrara usará este camuflaje militar para hacernos sentir la soledad de una noche de confinamiento, de calles vacías, sin vida. Personas perdidas que desconfían unas de otras. Se trata de transmitir las emociones de la pandemia. Para ello es muy importante esa fotografía extremadamente oscura de Sean Price Williams, una director de foto muy visceral que le encaja perfecto a Ferrara. Donde antes el director jugaba con el granulado del celuloide, ahora se atreve con pixelados y limitaciones del digital. Sucio hasta el final. Una noche oscura que en algún momento verá un amanecer, como la pandemia. Es curioso que esta idea de la noche y el amanecer estuviera presente en una estupenda película reciente de terror, The VIgil, que precisamente me recordó bastante a la estética de Ferrara y que también tiene elementos de culpa religiosa.
The Vigil: una noche tranquila
13/10/2020 - Iñaki Ortiz Gascón7 The Vigil comienza con una conversación tranquila que nos deja ver un pasado de ortodoxia religiosa. Nos muestra debilidades, una persona que huye. Todo más en clave de drama, no de terror, aunque la luz mortecina de la habitación nos puede ir haciendo mella. Se habla de cuestiones tan cotidianas como los problemas de […] Leer más
Si la imagen, con su oscuridad y sus luces amarillas es reconocible dentro del cine del director, quizá lo que más subraye su estilo es la banda sonora de su habitual Joe Delia. Rock desgarrado que elude la melodía para ofrecer un sonido distorsionado y plomizo, como la propia película, que se empeña en ofrecer una idea impresionista más que una trama (melodía) nítida. Se trata de hacer ruido. Un ruido sucio y narcótico que junto con las imágenes nocturnas nos produce una respuesta hipnótica, como la de una pesadilla o un mal viaje.
Ferrara se dedica a subvertir los símbolos de la pandemia. Las mascarillas están pensadas para el virus, pero también parecen servir para ocultar el rostro en un ataque como de fuerzas especiales, o se mezclan con atuendos árabes. El gel hidroalcohólico en la puerta de la iglesia es la nueva agua bendita, porque a veces convertimos estas herramientas puramente higiénicas en una simbología moral, casi religiosa. Como cuando los políticos nos piden que llevemos las mascarillas en exteriores para “no olvidarnos de la situación”, como si fuera un cilicio y no una herramienta científica. Ahí está el crucifijo que le entregan precintado en papel film, lo místico convertido en un producto aséptico. El alma precintada.
La odisea de sacar adelante una película
Esa presentación que está dentro de la película y no antes de la película. Cómo lo cambia todo. Ya no es Ethan Hawke el que nos habla de apoyar a Ferrara; es Ferrara el que nos habla, a través de su alter ego, de las dificultades de hacer cine de autor en tiempos de pandemia. Y esto reescribe toda la película. Quizá, lo que estamos viendo no son las peripecias de un militar en medio de un conflicto internacional. Quizá lo que estamos viendo son las peripecias de un director de cine encarnado simbólicamente en ese personaje, a modo de alter ego. ¿O no es extraño que este militar use más una cámara que la pistola? Se pasa toda la película grabándolo todo. En determinado momento prepara un dron, no se sabe muy bien para qué dentro de la lógica de la trama, pero si hemos observado que ha habido varios planos aéreos es fácil ver que está trabajando con una de las herramientas que se ha utilizado para rodar la propia película. “Y esto también es parte de la película”, son las últimas palabras que escuchamos, después de algunos créditos, y nos confirma esta idea de la alegoría de la hazaña de hacer cine.
La hazaña de hacer cine de bajo presupuesto, claro. Ferrara le echa morro rodando por las calles de Roma, donde vive ahora, con lo mínimo. Y si hace falta, hace estallar edificios con un simple fundido a fogonazo. Tampoco queda muy claro por qué estallan ni qué efecto tiene eso sobre la trama. Da lo mismo, es un thriller de acción y hacen falta explosiones por sorpresa. Es pura ornamentación. Quizá la secuencia más gratuita a nivel argumental es esa en la que obligan al protagonista a dejar embarazada a una chica. “¿Y cómo lo sabremos? / Tenemos medios médicos avanzados”. Es un disparate más propio del guión de una película porno que de un thriller, pero eso no quiere decir que no tenga su utilidad. Además de aportar el tono turbio que exige el cine de Ferrara, nos plantea la supervisión médica de algo tan íntimo como el sexo. Por otro lado, la situación que vive el protagonista, teniendo sexo con espectadores asépticos, recuerda a lo que es el rodaje de una escena de sexo en una película. Seguimos viendo cómo se hace la película a pesar de las dificultades.
En definitiva, esta es una película que pretende que los espectadores del futuro perciban el clima de psicosis, aislamiento, extrañeza y oscuridad que nos ha acompañado en este tiempo.