Reseña de L’envol (Scarlet) de Pietro Marcello
Una manos curtidas, grandes y callosas, con dedos tan gordos que parecen no poder cerrarse, agarran con delicadeza la manita frágil de un bebé. Esa es una de las muchas escenas en las que el director italiano Pietro Marcello centra la mirada en las manos a lo largo de Scarlet, una adaptación muy libre de El velero rojo, un relato de Alexander Grin.
Pietro Marcello, que ya estuvo en la Quincena de Realizadores el año pasado con Futura, la película documental que rodó junto a Francesco Munzi y Alice Rohrwacher, has sido el encargado de inaugurar la edición de este año con esta película delicada, frágil e imperfectamente bella. El anterior trabajo de ficción de Marcello fue la extraordinaria Martin Eden, con la que ganó el Flipesci Vaporetto de 2019. Aquella era una película redonda, potente, cargada de simbolismo y de historia que comparte algunos puntos con esta, bastante más sutil y, por qué no, esperanzadora.
Un gran Raphaël Thierry da vida a Raphaël, un superviviente tullido de la Primera Guerra Mundial que al llegar a casa descubre que ahora es viudo y padre de una bebé llamada Juliette. Menos una mujer viuda llamada Adeline (Noémie Lvovsky) que le ofrece alojamiento a cambio de trabajo en su granja el resto del pueblo parece en su contra. Insultos, desprecios, rumores y mentiras. Raphaël y Juliette son tratados como parias y locos. Él se descubre como un gran tallador de la madera y consigue dinero vendiendo juguetes de madera en la gran ciudad, ella (interpretada en su versión más adulta por una gran Juliette Jouan) canta y sueña con un barco de velas rojas que le llevará a otro lugar.
Con esta base Marcello monta una película que fluye entre géneros. A veces es un relato social e histórico que se potencia con un magnífico uso de imágenes de archivo similar al que ya usó en Martin Eden. A veces adquiere un tono ligero que, aunque no llega a ser un musical se acerca bastante (mención especial para el trabajo de Gabriel Yared, responsable de la música en El paciente ingles). Scarlet incluso llega a coquetear con el realismo mágico o se mete de lleno en el drama. Marcello no acierta en todos sus cambios de tono, pero así son las cosas, como dice el personaje que interpreta Louis Garrell en la película: juegas, ganas, juegas, pierdes, así es la vida. Esas imperfecciones no lastran la película, la hacen incluso más bella a su manera, porque revelan una obra personal, artesanal, sincera y personal. Las piezas artesanales pueden tener imperfecciones, pero eso también las hace únicas y mas en esta época de productos medidos y pulidos hasta tal punto que no les queda nada a lo que agarrarse.
Porque Scarlet es una película artesanal, con su granulada película de 16mm, su cámara en ocasiones temblorosa y sus pequeñas imperfecciones. Lo que me lleva a las manos del primer párrafo. En la película se ven manos que acarician, que consuelan, que crean, que destruyen, que golpean, que suplican, que juegan, que producen placer, que producen dolor… las manos como ejemplo de lo que las personas podemos hacer. Las manos que construyen la tecnología que hace avanzar a la sociedad (esas gafas) o la puede dejar atrás en ciudades cada vez más grandes y llenas de gente (que en la película vemos nacer en imágenes de archivo) que terminan volviéndose impersonales y frías. Hay personas detrás de los motores, juguetes, aviones y máquinas. Del mismo modo que hay personas detrás de las agresiones a la gente diferente como Raphaël, o a mujeres como Juliette, son su manos las que infringen el dolor. En cierto momento en la película dicen «los aventureros van, vienen, olvidan. Es el privilegio de los aventureros”. Diría que Pietro Marcello no está de acuerdo o, si lo está, no se considera aventurero. Porque en la aventura que es hacer una película como las suyas -ya hemos dicho, llena de apuestas que a veces se ganan y a veces se pierden- él no parece olvidar ni de dónde venimos, ni hacia dónde nos dirigimos. No solo eso, además nos dice “dame la mano” y nos guía por el maravilloso mundo de su imaginación. No lo dudes, agarra esa mano y acepta la invitación.