Ricardo FernándezReseña de La mujer de Tchaikovsky
La historia de Piotr Tchaikovsky y Antonina Miliukova, uno de los compositores rusos más célebres y su mujer, es realmente interesante y sirve para reflejar las dificultades de vivir bajo una gran presión social. Él, un hombre de éxito que tiene que ocultar el secreto a voces de su homosexualidad; ella, una mujer educada en la ingenuidad, la creencia del amor incondicional y el servicio a su marido antes que a ella misma. Sin embargo, la unión entre ellos, un pacto en el que las dos partes debían ganar satisfaciendo sus objetivos sociales, sale mal y del conflicto sólo surge odio y dolor.
Sobre el papel, este es material para una gran película. Sobre todo cuando detrás de las cámaras está Kirill Serébrennikov, que viene de conquistar un gran reconocimiento por Peter’s Flu y Leto, sus dos anteriores películas también presentadas en Cannes aunque con él ausente debido a sus problemas con el gobierno ruso. Un director con un talento descomunal para rodar, arriesgado, imaginativo y que siempre juega con el riesgo de que la forma se coma el fondo, de ser excesivamente protagonista. En esta ocasión si que ha podido acudir y no ha dudado en llamar idiota a Putin. Su estética suele ser tachada de videoclipera -motivos hay-, sin embargo en La mujer de Tchaikovsky su trabajo brilla sobre todo por las transiciones entre escenas, el manejo de las elipsis y la creación de una atmósfera gélida, incómoda y opresiva. Es una película visualmente fascinante, magnética.
A pesar de todo esto, del potencial de la historia y de la dirección de Serébrennikov, la película no alcanza las cotas que debería alcanzar. Un guión demasiado episódico, repetitivo y que no explora en profundidad a los personajes, se lo impide. En los créditos previos a la película, el reivindicativo director ruso deja claro que quiere poner el foco en la situación de la mujer en aquellos años; pero a la hora de desarrollar la película esto deja de ser tan claro. Antonina sufre el machismo de la época, por supuesto, aunque el guion parece más centrado en su viaje a la locura que en la presión social. Un viaje que no empieza de cero, desde el primer encuentro con Tchaikovsky no parece demasiado centrada.; aunque podemos imaginar que esto viene motivado por la presión social a la que hacíamos referencia, eso, realmente, no se vea en esta película. Esa locura y obsesión las refleja perfectamente Serébrennikov hasta llegar a un punto en el que dudas de que si lo que ves es cierto o tan solo su imaginación. Lástima que la historia no tenga más profundidad y muchas veces se convierta en una serie de anécdotas y hechos sorprendentes de la biografía de Antonina. Algunos bastante desconcertantes, como su reacción ante un surtido de hombres que le ofrece un amigo de Piotr.
El otro punto en el que se apoya la película, además de la dirección de Serébrennikov, es la interpretación de Alyona Mikhailova, perfecta en su retrato de mujer consumida por la obsesión. Es capaz de pasar de la devoción al desprecio, de la angustia a la ingenuidad, de la locura al pragmatismo y siempre de manera solvente.u
