Ricardo FernándezReseña de Decision to Leave
Park Chan-wook no es un cineasta muy prolífico. El director de La trilogía de la venganza no había rodado ningún largometrja desde La doncella en 2016. Ahora ha regresado a Cannes con otra notable película, Decision to leave, que ojalá se vea impulsada por la moda del cine surcoreano tras el éxito de Parásitos de Bong Joon-ho y El juego del calamar.
Decision to Leave se podría definir como un thriller romántico o como un noir melodramático con un punto de partida es bastante convencional. El cuerpo de un hombre rico aparece muerto al pie de una montala de Busan en lo que parece un accidente de escalada; pero Hae-joon (Park Hae-il) el inspector encargado del caso, sospecha de Seo-rae (Tang Wei), la viuda. Una atractiva mujer de origen chino con problemas para expresarse correctamente en coreano. A partir de aquí, como suele pasar, la trama se va enredando en el juego de seducción y giros. En primer plano hay asesinatos, investigaciones, femme fatal, seducción, y obsesión; en segundo plano está el amor apasionado y el romanticismo; en los detalles encontramos la sensualidad. Park Chan-wook consigue que aplicar una loción de manos sea algo excitante e íntimo o que limpiar una mesa después de comer sea una señal de química entre los dos protagonistas. Sin grandes declaraciones de amor, sin grandes discursos románticos, sin ni siquiera demasiado contacto físico, el director surcoreano consigue plasmar una pasión desaforada que, al final, es el motor de la película.
A mitad de la película hay un cambio de escenario. Hae-joon abandona Busan y regresa a Ipo, la ciudad en la que vive su mujer, el contraste entre lo que desprende la relación con su esposa frente a lo que estábamos viendo refuerza la gran química entre policía y sospechosa. De hecho, la única escena de sexo de la película, con el matrimonio como protagonista, es mucho más fría que ver hablar al inspector y la viuda. Esto se consigue no solo gracias a las grandes interpretaciones de Park Hae-il y Tang Wei, también por la fastuosa dirección y montaje de de la película. La manera que tiene Park Chan-wook de fusionar visualmente la trama noir y la romántica, de buscar encuadres que refuercen la cercanía o lejanía de personajes, de plantear coreografías que reflejan el juego de seducción eleva el guion muy por encima de lo escrito. Un derroche de imaginación y elegancia puesto al servicio de la narrativa. Otro aspecto muy a destacar es la integración visual de las nuevas tecnologías a partir de recursos muy imaginativos e imágenes que traspasan pantallas.
Esta fusión visual de la trama noir y la romántica, de la frialdad de la imaginación con la fantasía de la seducción, es la clave de la segunda mitad de la película. A partir de ahí, la percepción de la realidad se convierte en el eje sobre el que pivota la historia. Alejados de la montaña de Busan, que se eleva por encima de las nubes, pasamos a la neblina marítima de Ipo, que todo lo hace más confuso. El colirio en los ojos del inspector y un vestido que para unos es verde y para otros azul refuerzan la idea de que lo vemos no está claro. Ahí entra en juego lo que sienten los personajes, la pasión, el amor y el melodrama. Ahí es donde la película se eleva y se distingue como la joya que es.
