Carlos ElorzaReseña de Trois amies, de Emmanuel Mouret
Tras los éxitos de Las cosas que decimos, las cosas que hacemos y Crónica de un amor efímero, el francés Emmanuel Mouret repite con una nueva comedia romántica fresca y original llena de enredos románticos y amorosos. A pesar de un trasfondo dramático y hasta trágico en algunos momentos, Trois amies se empeña en transmitir los aspectos más positivos y divertidos de las situaciones, apoyándose en un guion ágil y divertido escrito por el propio Mouret junto a Carmen Leroi, una puesta en escena luminosa, un tono amable y ligero y un reparto que se mueve con precisión en el punto exacto entre el drama y la comedia.
Las tres amigas del título son Joan (India Hair), Alice (Camille Cottin) y Rebecca (Sara Forestier). Tres mujeres en la treintena que viven y trabajan en Lyon. En el momento del arranque de la película Joan se siente incómoda en su relación con Victor (Vincent Mascagne) con quien tiene una hija, porque ya no siente el amor de unos años atrás. Su amiga Alice la consuela diciendo que ella nunca lo ha sentido en su relación con Eric y que precisamente eso convierte la relación en algo más estable. Lo que Alice no sabe es que Eric mantiene una relación con Rebecca. Esta es la situación de la partida al principio de la película, pero a partir de ahí, un pequeño movimiento desencadenará un efecto dominó en forma de infidelidades, abandonos, nuevas relaciones, deslealtades, vueltas y revueltas románticas empujadas por la tensión entre el amor, la pasión y el cariño en las relaciones de pareja. El guion de Mouret y Leroi deja bien claro que para que una relación de pareja funcione, ambos componentes deben estar sincronizados y que cuando no es así, el equilibrio de la misma se convierte en inestable.
Mouret opta por una puesta en escena ágil y luminosa. No hay grandes movimientos de cámara, ni puntos de vista rebuscados, ni planificaciones recargadas. Ni las necesita. En Trois Amies todo fluye de forma natural y orgánica gracias a un guion ingenioso y fluido, en el que una situación parece llevar a la siguiente de forma lógica e inevitable y unos diálogos cargados de un humor agridulce. Los enredos amorosos, su ligereza, su fluidez y sus diálogos, junto a la elección de un narrador subjetivo e implicado en la trama romántica recuerdan al estilo de algunas de las comedias de Woody Allen de los 70 y 80.
Trois Amies es una película llena de luz y de sol. Incluso en los momentos más dramáticos su tono es ligero y leve a lo que también contribuye una banda sonora compuesta por piezas sencillas para un solo instrumento. Todo parece leve y casual. Mouret no permite que la película pierda su tono positivo. Por muchas infidelidades, sensaciones de culpa, traiciones y deslealtades que ocurran. El guion en lugar de recrearse en el drama, la culpabilidad o las rencillas que generan esas situaciones, se retroalimenta y las aprovecha para abrir un nuevo abanico de acontecimientos, dar lugar a nuevos enredos y situaciones y hacer que la película avance de forma fluida y tan lógica que parece casi inevitable. A lo mejor en la vida real no hay amistad que soporte lo que ocurre en Trois Amies, pero en la película parece no sólo verosímil, sino sencillo.
