Iñaki Ortiz GascónEdward Berger es un director alemán que lleva muchos años trabajando pero que se dio a conocer principalmente con Jack, con la que participó en la Berlinale 2015 y sobre todo con su nominación al Oscar a película extranjera de 2022 por Sin novedad en el frente. Pero parece que ha venido aquí para quedarse pues ya se rumorea que con esta nueva película, Cónclave, puede estar en la carrera de los Oscars. O al menos su protagonista, Ralph Fiennes que ciertamente hace un trabajo estupendo. Como siempre, todo sea dicho.
Cónclave es un thriller político muy entretenido alrededor de las intrigas vaticanas durante la elección de un nuevo papa. Conspiraciones, cálculos, división de votos. Vertientes progresistas, respuesta reaccionaria, pequeños escándalos, puñaladas. Aunque se desarrolle entre cardenales, sigue las normas de cualquier contienda política. Pero Berger aprovecha toda la imaginería de la Iglesia, que ha trabajado durante siglos la teatralidad del ritual, para adornar la película. Se recrea en el vestuario, en la decoración. Rojos, geometrías, señores decrépitos envueltos en sotanas impecables. El resultado así una película elegante y vistosa.
Eso sí, también es reduccionista, una visión muy simple e ingenua de las cuestiones políticas, por más que aparente ser intrigante. Situaciones inverosímiles, sorpresas forzadas y una sucesión de giros destinados a que la historia no aburra en ningún momento. Aunque parezca hurgar en los entresijos de las altas esferas, su retrato es pobre. Pretender que todo se reduce una cuestión personal, de elección casi inesperada, y no a corrientes más arraigadas, no resulta demasiado convincente. Y es que como espectador no para de rondar por mi cabeza la idea de que por más que me dibujen una elección extrema, tampoco me importa tanto a quién elijan como papa.
Pero claro, Berger quiere un thriller intenso, lleno de tensión. Y como los acontecimientos no son tan extremos, recurre a la epidermis. Sube el volumen de la música y golpea con estruendos de sonido para impactar. La banda sonora y el montaje pretenden un suspense que en realidad no existe, como en la escena en la que la monja casi abre la puerta donde está el protagonista. Tampoco habría pasado nada, hombre, no es para tanto. Es Las sandalias del pescador con esteroides y no termina de sentarle bien esa hipérbole continua. Por no hablar de -y voy a usar esta expresión de la forma más literal posible- los deus ex machina.
Entretiene. Fiennes, así como la mayoría del reparto, hace un trabajo solvente. Es resultona. Fardona. Puede hacer una buena campaña de premios. Pero es de mentirijilla, peliculera. Disfrútala y olvídala.
