Ricardo FernándezReseña de Serpent’s Path, de Kiyoshi Kurosawa
Kiyoshi Kurosawa sule ser citado por su contribución al cine de terror y suspense con películas como Cure o Pulse, su carrera es mucho más ecléctica y abarca desde el erotismo hasta la comedia, pasando por el drama más clásico y la ciencia ficción. Es el responsable de títulos como Tokyo Sonata, que le valió el premio Un Certain Regard en Cannes, Journey To The Shore y, más recientemente, La mujer del espía.
En San Sebastián se ha presentado Serpent’s Path, un remake de una de sus primeras películas que, con muy bajo presupuesto, salió directamente en vídeo. El argumento original giraba en torno a una historia de venganza: un padre que, con la ayuda de otro hombre, busca vengar la muerte de su hija a manos de unos yakuzas. Una trama que bien podría protagonizar Liam Neeson cualquier día de estos.
En esta nueva versión, Kurosawa traslada la acción a Francia, aunque uno de los personajes principales es una mujer japonesa, una doctora para más señas, que ayuda al padre en su cruzada. A pesar de estos pequeños cambios y de la ausencia de yakuzas, la película sigue una trama bastante similar a la original, con el añadido de una subtrama sobre un paciente de la doctora que, sinceramente, no aporta absolutamente nada.
La trama avanza a través de una sucesión de engaños y enfrentamientos que llevan a los protagonistas a escalar en la organización responsable de todo. Sin embargo, es una historia endeble que se sostiene con alfileres, plagada de situaciones poco creíbles y terriblemente forzadas. Hace falta mucho esfuerzo por parte del espectador para aceptar ciertas situaciones. En la versión original, con su bajo presupuesto y un guion más sutil y evocador, era más fácil pasar por alto estas debilidades. Pero ahora, al intentar construir una narrativa más explicada y detallada, las grietas son más evidentes. Cuando dejas las cosas a la imaginación es más fácil llenar los huecos que cuando tratas de explicarlo todo.
Uno de los mayores problemas de la película es el reparto. Damien Bonnard, en el papel del padre vengativo, no resulta creíble en ningún momento. Ni como padre atormentado y violento, ni como hombre temeroso. Los rehenes que van capturando a lo largo de la película nunca transmiten sensación de peligro o angustia; ni siquiera el gran Mathieu Amalric logra convencer en su papel, y algunos momentos resultan, directamente, ridículos.
La Serpent’s Path original era una película menor que nos hacía presagiar que detrás de la cámara había alguien interesante a quien seguir. Es curioso que, tras demostrar a lo largo de los años que eso era cierto, 26 años después el resultado sea peor que el original. Más allá de varios encuadres vistosos y un par de soluciones visuales interesantes, hay poco que rescatar. Pero qué menos podíamos esperar en una película de Kiyoshi Kurosawa. Una película que, lamentablemente, pasará sin pena ni gloria por la filmografía de un cineasta capaz de mucho más.
