Sandra RozasTras presentarse en el Festival de Toronto, llega al Zinemaldia, a la sección Perlak, la última película de Dreamworks, dirigida por Chris Sanders: The Wild Robot.
La película nos narra las aventuras de una robot que ha naufragado en una isla en la que, pretendiendo desempeñar las funciones para la que está programada por su organización, acaba asumiendo el rol de crianza con una cría de ganso huérfana.
La película cuenta con un trabajo de animación extraordinario y unas canciones de lo más efectivas, que crean momentos realmente emocionantes. La presentación del bebé-ganso es preciosa. Y sirve de vehículo para construir una línea narrativa en relación a la maternidad -diferentes tipos de maternidades- y la crianza. Es el eje sobre el que se construyen algunas de las escenas más bonitas de la película.
El ritmo es trepidante, y aunque llame la atención la multitud de clímax a lo largo del guión, entiendo que es un peaje a pagar tratándose de una película con vocación de ser vista por público infantil.
Mis “problemas” con la película son otros. La premisa es un robot -un agente externo a la isla y al mundo animal que la habita- que llega con un objetivo muy claro: Prestar sus servicios a los habitantes de la isla. Servicio que éstos no han solicitado. Es decir, pretenden crear una necesidad a los habitantes de la isla -los animales que la habitan- que hasta ese momento no sabían que tenían.
La pegatina con la que identifica la robot el servicio prestado es, per sé, es un distintivo visual de la organización. Es decir, la manifestación visual de su trabajo de marketing. De hecho, dentro del trabajo de animación extraordinario que realizan, destaca especialmente el contraste de texturas y materiales entre el plástico de la pegatina distintiva con la naturaleza que nutre la isla. Es un esfuerzo de marketing impuesto que se muestra claramente cuando los animales habitantes escapan de la robot y sus pegatinas pero ella los persigue con ellas.
Y es que uno de los “problemas” que tengo con The Wild Robot es la conducta eminentemente colonialista de la robot protagonista. Se nutre de la cultura local, lenguaje y costumbres para saber cuáles son las necesidades de sus habitantes, como si de un estudio de nicho de mercado se tratara -siempre con el fin de prestar un servicio e implantar la marca en la isla-, y finalmente, “solucionar todos sus problemas”. O lo que es lo mismo, irrumpir en su hábitat natural, en el que hay un ecosistema de depredador-presa innato en la naturaleza, e «implantar la paz y convivencia en el mundo». Ellos no son supuestamente capaces de convivir y necesitan de un agente externo que venga a tutelarles. Y todo ello teniendo presente que fue la robot la que había aniquilado a la familia del bebé-ganso que luego adopta como hijo, teniendo éste que lidiar con el “perdón” a la robot por la labor de crianza que había desarrollado luego; por ayudarle a cumplir las tres fases que el programa informático desarrollado por la organización de la robot ha establecido como únicas necesarias para el bebé-ganso -comer, nadar y volar-, obviando cualquier otra que tenga relación con necesidades emocionales, por ejemplo.
También se pone el foco en la diversidad y la aceptación de lo diferente cuando se muestra el encuentro del bebé-ganso con el resto de gansos, pero realmente no aceptándole por ser el diferente -es un ganso con una mutación- por lo que no le integran en el grupo en un primer momento. Sólo lo hacen cuando demuestra en la práctica tener las capacidades físicas -volar de determinada manera- para ir con el resto: Teoría del mérito o meritocracia.
Pudiendo ser un choque interesante el de la maquina con la naturaleza, no está nada desarrollado como tal en la trama. Ni una hipotética trama en relación a la adquisición o desarrollo de sentimientos por la robot.
A pesar de todo ello, The Wild Robot visualmente es muy potente, tiene mucho ritmo y las canciones funcionan muy bien. Ojalá el cine de animación maistream aprovechara su músculo técnico para desarrollar otro tipo de tramas que no personifiquen el marketing salvaje.
