Ricardo FernándezReseña de Apocalypse In The Tropics, de Petra Costa
Petra Costa, directora, productora y actriz brasileña, se ha labrado un reconocimiento internacional por sus documentales que fusionan lo político y lo personal. Su obra más conocida, The Edge of Democracy (2019), nominada al Óscar, exploraba la inestabilidad política de Brasil a través de una mirada muy personal que reflejaba su conexión familiar tanto con la resistencia contra la dictadura como con las élites empresariales del país.
En Apocalypse in the Tropics, Costa vuelve a sumergirse en las turbulencias de su nación, enfocándose en el ascenso meteórico del evangelismo y su profunda influencia en la política brasileña durante la presidencia de Jair Bolsonaro. Desde su perspectiva personal y subjetiva, no oculta su lejanía con la religión debido a su educación laica. «No pude conciliar cómo el mismo Jesús que predicó el amor y el perdón podría ser utilizado para justificar un gobierno con tanta falta de empatía», reflexiona Costa, evidenciando el choque entre los valores cristianos y las políticas implementadas.
El documental revela que, en cuatro décadas, la población evangélica en Brasil ha pasado del 5% a más del 30%, un ascenso demográfico brutal con profundas implicaciones políticas. Costa sugiere que este crecimiento fue impulsado en parte por influencias estadounidenses, como el evangelista Billy Graham, en un esfuerzo por contrarrestar la teología de la liberación, considerada cercana al comunismo.
Silas Malafaia, pastor de la Asamblea de Dios, emerge como una figura central. Utiliza su influencia mediática para promover una agenda ultraconservadora y desempeña un papel crucial en la elección de Bolsonaro. Ante la pregunta de si la democracia debe proteger a las minorías incluso si la mayoría está en contra, Malafaia responde con un contundente «No». Esta postura contrasta de manera incisiva con la reflexión de Costa sobre el mensaje original de Jesús y vertebra la idea central del documental: la democracia no está para imponer la voz de la mayoría, sino para dar voz a las minorías.
Visualmente, el documental está muy bien trabajado. Costa combina imágenes de archivo con material propio de gran fuerza. Utiliza numerosas tomas aéreas, realizadas con drones, que sirven para abrir el campo y contextualizar el fenómeno más allá de lo individual, ofreciendo una visión general. La arquitectura de Brasilia se convierte en un símbolo recurrente, reflejando las aspiraciones y contradicciones de una nación en transformación. Curiosamente, el también director brasileño Kleber Mendonça Filho recurrió a referencias arquitectónicas en Retratos Fantasmas.
Estructurada en capítulos, la película expone la información con claridad y ritmo, presentando de manera contundente su tesis sobre cómo la fe de millones de brasileños es instrumentalizada para promover agendas políticas y económicas que no necesariamente les benefician. Costa establece paralelismos inquietantes con Estados Unidos, señalando similitudes entre el ascenso de Bolsonaro y eventos como la toma del Capitolio por partidarios de Donald Trump, ambos impulsados por discursos religiosos radicalizados.
