Una de las novedades de este año en La semana de cine fantástico y de Terror de San Sebastián, La Semana, es Animedon, la sección de anime coordinada por Harri Fernández, periodista de Noticias de Gipuzkoa y gran aficionado al género. Charlamos con él para conocer más sobre la nueva sección y sobre su visión de un género que está viviendo un momento dulce de popularidad.
- La popularidad del anime hoy en día
- La violencia y el sexo en el anime
- Las influencias actuales del anime
- Animedon en La Semana
La popularidad del anime hoy en día
¿Cuál es la popularidad actual del anime? Parece que estamos en un momento dulce del género.
Se podría hablar de dos periodos de alto consumo de anime, tanto a nivel mundial como en el estado. El primero fue en los años 80 y 90, cuando las cadenas de televisión autonómicas y privadas apostaron fuertemente por este tipo de contenidos. En esa época, series como Dragoi Bola tuvieron un gran impacto, creando un fenómeno fan muy marcado. Además, el formato doméstico, con la edición de películas, contribuyó a consolidar este interés.
Ahora, estamos en un segundo periodo de auge, pero las plataformas de streaming son quienes están impulsando este nuevo boom del anime. Especialmente durante la pandemia y el confinamiento, el anime despegó gracias a la distribución de series licenciadas o coproducciones en plataformas como Netflix. Por ejemplo, Netflix ha estado coproduciendo animes directamente con estudios japoneses y emitiendo series casi al mismo ritmo que en Japón, como es el caso de Dragon Ball Super, que se proyecta con apenas una semana de diferencia.
Además, tenemos a Crunchyroll, una plataforma de streaming especializada en anime, que pertenece a Sony, que emite muchas series, como Dan da dan, de manera simultánea con Japón. Esta accesibilidad, a través de plataformas tan grandes, está haciendo que el anime llegue a un público joven, como ya sucedió en los 90 con la televisión.
Creo que las dos épocas resuenan. Es cierto que el medio de distribución ha cambiado, pero el impacto es similar, ya que en ambas épocas se ha conseguido llegar a un público joven que ha abrazado el género.
¿Qué tiene el anime para que a generaciones tan distintas les guste?
Esa es la gran pregunta y, a la vez, probablemente la más difícil de responder. Por ejemplo, con el reciente homenaje a Dragoi Bola, me han preguntado cuál fue su éxito. Si observas ese periodo, había muchas series similares que también trataban temas de fantasía y mezclaban elementos fantásticos. Joseba Larretxe decía que Dragoi Bola fue «el padre de todos los shōnen«, pero ya existían otros títulos parecidos, como Dragon Quest, derivado de una obra de Toriyama. ¿Por qué triunfó Dragoi Bola? No lo sé exactamente. Creo que hay momentos resonantes en la cultura, y ahora estamos viviendo uno de esos momentos con respecto al anime. Se ha convertido, de una manera inconsciente, en una afición colectiva.
Este fenómeno se retroalimenta, en parte, porque vivimos en un mundo muy mercantilizado. Ahora hay grandes marcas que han apostado fuertemente por el anime. Actualmente, empresas como Burger King o marcas de ropa y otros sectores están lanzando colaboraciones centradas en grandes éxitos como Naruto, One Piece , algo que no era tan común en los años 90. Además, colaboran con youtubers especializados en anime, lo que también contribuye a que el fenómeno siga creciendo. Estas cosas muestran hasta que punto el anime se ha introducido en la cultura pop global.
Personalmente, cuando era joven y veía anime en la televisión, en la ETB, la 2 o A3, sentía que era un tipo de producto diferente al que se producía en otras partes del mundo. A menudo, incluso en series dirigidas a un público joven, percibía un subtexto más adulto que en otro tipo de animaciones. Creo que esto proviene del manga, que al ser serializado de manera semanal, quincenal o mensual, obliga a que las tramas tengan muchos subtextos para poder seguir desarrolándolos. Esto le daba, generalizando mucho, un nivel de profundidad que la animación occidental no siempre tenía.
Haciendo hincapié en ese elemento de colectividad y el merchandising. En aquella época se unían los dos conceptos en los cromos. A día de hoy, ¿cómo se crea ese ejercicio de colectividad más allá del streaming?
Los cromos, creo que todos tuvimos aquellos. Recuerdo también la época de las fotocopias, cuando se reproducían dibujos de Dragon Ball, y aquello fue un fenómeno. Quizás aquí no se vivió tanto, pero en lugares como Cataluña sí. Yo creo que los cromos han vuelto; no hace mucho vi una colección de cromos de One Piece. El coleccionismo es diferente al de los 90, pero sigue vigente.
De todas formas, los jóvenes están en lugares como Snapchat u otras redes como Discord. Siempre acaban encontrando su espacio. Creo que hay realidades que pueden ser muy populares y, a la vez, estar al margen de lo que es la centralidad de la sociedad. No voy a decir que damos la espalda, como algo peyorativo; pero sí que vivimos ajenos a realidades poliédricas que también existen. Por ejemplo, en el tema de Animedon hicimos una serie de reuniones con unas chicas que organizan trimestralmente un evento de K-pop en Donostia. Reúnen a cien personas, a cien jóvenes. No sé qué otra actividad reúne trimestralmente a cien chavales y chavalas. Les pregunté: «¿Cómo hacéis una convocatoria de esto?» y me respondieron: «Instagram y WhatsApp». Al final, cuando tienes una afición, buscas la manera de encontrar a tus pares. Es algo increíble que haya gente joven involucrada en eso, porque al final es cultura alternativa. Es cultura, aunque sea foránea y un mainstream en su lugar de origen, aquí es un nicho autogestionado. Me parece fantástico. Eso demuestra que esas realidades existen y que el resto de la gente no las vemos porque ni se nos ocurre que están ahí.
Diría que antes, en los 90, era incluso más difícil porque te sentías muy solo en tu afición. Hoy, si buscas «manga País Vasco», te aparecen eventos como la Japan Weekend, el Mangamore de Vizcaya, el Salón del Cómic de Getxo o el de Barcelona. Ya sabes que eso existe. En los 90, quizás hasta daba vergüenza decir que te gustaba.
Mencionabas los paralelismos entre los 90 y ahora. Pero también hay diferencias, antes las películas anime eran muy distópicas y violentas, pero ahora están llenas de colegialas, romanticismo y cielos azules.
Sí, creo que Your Name, de Makoto Shinkai, ha tenido una gran influencia, para bien y para mal. Es una película que me gusta mucho, pero parece que ha marcado un canon reciente sobre lo que debe ser el cine de anime en largometraje. En los 80 y 90, las películas de anime solían ser distopías, muy violentas, ciencia ficción, incluso extrema a veces. Hoy en día es difícil encontrar algo así en la producción anual.
Hemos estado viendo películas para Animedon y repasando todo lo que pasó por Annecy, el festival de referencia en animación. Y ninguna de esas películas sigue el patrón de los 80 y 90. Todas están dirigidas a una demografía adolescente, mayormente femenina, lo que también marca un cambio respecto al cine de anime de los 90, que era mucho más masculino. Además, las historias actuales tienden más hacia el costumbrismo.
Por ejemplo, las tres películas que tenemos en Animedon, aunque son muy diferentes entre sí y tienen estilos de animación distintos, comparten un rasgo común: todas giran en torno a mujeres adolescentes y los problemas que enfrentan en su vida cotidiana, ya sea con sus padres, la presión social en Japón o su entorno escolar. Este enfoque ya existía antes, no es que Makoto Shinkai lo inventara, pero Your Name fue un punto de inflexión. Al llegar a un público tan amplio en todo el mundo, muchos cineastas vieron que el camino hacia el éxito y la internacionalización pasaba por el melodrama adolescente en algunos casos con tintes de fantasía o elementos sobrenaturales.
Asimismo, también parece que hay una tendencia hacia el costumbrismo como ocurre con Komada, de Masayuki Yoshihara, sobre un periodista que debe relatar el día a día de una familia que se dedica a la producción de Whisky. Es una película que está muy bien, y que tuvimos la oportunidad de ver, pero creo que tiene un tempo cinematográfico demasiado clásico como para intentar llegar a un público joven y la descartamos para Animadon.
Aun así, hablamos de lo que llega a Occidente, ya sea a festivales o a través de distribuidoras. Puede haber producciones que, por mucho que sea un mundo globalizado, se quedan en los márgenes y no nos llegan. Al final, lo que llega a Occidente suele ser lo que consideran más comercial o lo que encaja en ciertos estereotipos. Hay producciones que, por diversas razones, no se distribuyen internacionalmente. Es un mundo muy amplio, y aunque las plataformas han ayudado a democratizar el acceso, todavía hay mucho por descubrir.
El peso de las modas…
Eso nos lleva a otro punto que me parece importante destacar que las grandes franquicias del anime están acaparando muchos recursos. La mejor animación, en muchos casos, no se está viendo en las películas, sino en la televisión. Series como One Piece, Guardianes de la Noche o Ataque a los titanes han logrado tal éxito global que las productoras destinan a sus mejores animadores a estos proyectos. Hay capítulos en cualquiera de estas series que podrían competir por los primeros puestos en un ranking de las mejores animaciones de la historia, y no exagero. En el estado hemos visto cómo se han llevado a la gran pantalla subproductos de estas franquicias, como varios capítulos unidos a modo de película, y han conseguido una gran recaudación, sobre todo en su primer fin de semana de estreno.
Otro punto es que seguimos encontrando grandes nombres en la animación actual, como Shinkai, Masaaki Yuasa, Naoko Yamada, Mamoru Hosoda, y por supuesto Ghibli y su escisión, Ponoc, no todos los años podemos contar con nuevas producciones de ellos. Los ciclos de producción en la animación son largos, y eso también marca la diferencia respecto a décadas pasadas, donde se veía una mayor frecuencia de lanzamientos.
La violencia y el sexo en el anime
En los 80 y 90, recuerdo que los mangas eran mucho más adultos que los animes. ¿Ocurre lo mismo hoy en día? ¿Hay una tendencia a infantilizar el anime que no existe en el manga?
Tanto en el manga como en el anime existen demografías de todo tipo: para hombres adultos, para mujeres adultas, para niños de diferentes edades, y dentro de cada demografía hay miles de subgéneros. Con anterioridad he citado el shōnen. También están el shōjo o el seinen, pero hay muchas más en las que también se incluye violencia y sexualización de los personajes. Una reflexión interesante es cómo una sociedad tan introvertida como la japonesa acaba sublimando estas cuestiones a través de estas artes. No creo que ahora haya más violencia o sexualización que antes, ni que antes hubiese más que ahora.
También es verdad que en los 90, pero también en este siglo, cuando las distribuidoras locales tomaban el producto, tendían a aplicarle censura: dibujaban pantalones donde no los había, borraban ciertas cosas porque no se podían mostrar un pezón o detalles similares. También es cierto que a veces venían ya censurados desde Japón, donde hay cosas que se permiten y otras que no.
Puede ser que al trasladarlo de un libro a un formato audiovisual haya un punto más de censura o autocensura, pero no me parece que haya una diferencia demasiado grande. Ahora estoy viendo Dan da dan en Netflix, que os recomiendo, aunque sea solo ver el primer capítulo. Es algo súper loco. Está disponible en Netflix en castellano, con una dirección de doblaje espectacular y divertidísima que ha hecho Jaime Roca, la voz de Luffy en One Piece, y en versión original en Crunchyroll al ritmo de emisión japonés. Es una serie de ciencia ficción y fantasía sin ningún complejo, hiperviolenta, hipersexualizada, con muchísimo humor y estupendamente animada por el estudio Science Saru. Es un paroxismo de un montón de cosas, y es de flipar.
Entonces, ¿crees que en Occidente hay una mala interpretación del anime al no reconocer sus diferentes demografías?
Creo que cuando saltan las alarmas en Occidente es precisamente porque no se define la demografía a la que corresponde cada obra y se mete todo en el saco de «dibujos animados», haciendo que los colectivos de padres estallen en cólera. Pasó en el pasado con Dragoi Bola, Mazinger Z o Caballeros del Zodiaco, y no descartaría que siga pasando, aunque no lo sé. Precisamente, a cuenta de la violencia de Dragoi Bola, me recordaban unos amigos hace poco que nuestra ikastola envió cartas a nuestros padres advirtiendo de la violencia de aquellos dibujos, y son bien conocidas las quejas que recibió Televisión Española por las emisiones de Mazinger Z. Tampoco deberíamos olvidar que en 2006, que aunque han pasado 20 años, realmente fue antes de ayer, televisiones como La Sexta emitían en abierto, en horario protegido eso sí, hentai, es decir, anime erótico o pornográfico para adultos, algo que hoy no se hace.
En estos casos, como en otros, siempre soy defensor de la libertad de emisión y de elección del público. Es decir, defiendo que al público, incluso aunque sea un niño, hay que tratarle como a un adulto que sabe —o debe saber— elegir a través de la educación, tanto la reglada como la de casa.
Antes hablabas de que las películas de Animedon giraban en torno a chicas adolescentes y las presiones que sufren. ¿Esas películas están contadas por autores o por autoras?
En el caso de The Colors Within, que en castellano se titulará Tu Color, la directora es Naoko Yamada, una de las grandes y más reverenciadas cineastas en el anime. Ella sobrevivió al fatal ataque terrorista contra Kyoto Animation en 2018. Es la autora de A Silent Voice, un gran éxito que trata de manera exquisita la problemática del bullying. En Tu Color, presenta una historia un tanto atípica. No tanto por su argumento, la historia de tres jóvenes que quieren rebelarse contra el camino impuesto por sus padres formando un grupo de música, sino por el contexto, ya que ubica la acción en un colegio católico. El catolicismo es una práctica religiosa seguida por menos del 1% de los ciudadanos japoneses en la actualidad. Su guionista es Reiko Yoshida, también mujer y colaboradora habitual en las producciones de Yamada. Así que, en este caso, la visión es femenina tanto en la dirección como en el guion.
En Anzu, el gato fantasma, la película está codirigida por un dúo creativo compuesto por un hombre, Nobuhiro Yamashita, y una mujer, Yōko Kuno. La historia trata sobre un gato fantasma algo macarra que hace recados para un templo sintoísta y que debe encargarse de cuidar a la nieta del monje del templo. Por último, Give It All se centra en un grupo de jóvenes que desean montar un equipo de remo femenino en su escuela y es una adaptación de la novela de la escritora Yoshiko Shikimura. Podríamos decir que, de una manera más o menos implícita, todas las historias parten o albergan una mirada femenina.
¿Hay autoras en general en el mundo del anime y el manga?
Sí, hay autoras, y cada vez más. Es cierto que hay más mujeres directoras de anime lanzándose a dirigir largometrajes, de momento sobre todo están en series, pero aún queda mucho por hacer, al igual que ocurre en el resto de tradiciones cinematográficas del mundo. En cambio, es curioso porque más del 70% de las mujeres creadoras de manga han desarrollado obras en demografías tradicionalmente destinadas a los hombres, como el shōnen y el seinen. Un ejemplo es Hiromu Arakawa, una de mis favoritas y responsable de Fullmetal Alchemist. Me parece una narradora excepcional que logró un éxito increíble en un género donde los hombres habían sido predominantes. Otro caso es Koyoharu Gotōge, responsable del superventas Guardianes de la Noche (Kimetsu no Yaiba). Definitivamente, hay autoras haciendo un trabajo increíble en ambos campos.
¿Qué es lo que querías comentar de The Colors Within?
Me gustaría hacer un paralelismo entre Anzu, el gato fantasma y The Colors Within. Aunque son dos películas absolutamente distintas en su animación y narrativa, tienen una resonancia curiosa, sobre todo porque pertenecen al mismo año y ambas las distribuye Selecta Visión. Las dos pasaron por Annecy y Sitges, y «Anzu» también estuvo en La Quincena.
Anzu trata sobre un gato fantasma de 37 años, un personaje rebelde que realiza encargos para el monje de un templo sintoísta. La protagonista humana es la nieta de ese monje; su madre ha fallecido y su padre prácticamente la abandona. Aunque el trasfondo es bastante dramático, se aborda desde la comedia, con ese humor tan peculiar que a veces tienen los japoneses.
Por otro lado, Tu Color se centra en una chica que es sinestésica; ve a las personas con colores. Estudia en un colegio católico, y el catolicismo está muy presente en la película. Sus profesoras son monjas, su tutora también, y tiene conflictos con sus padres. Quiere formar un grupo de música que finalmente se convierte en un grupo de música cristiana.
Es curioso porque el cristianismo en Japón representa aproximadamente el 1% de la población; es una minoría muy pequeña. Estamos muy acostumbrados en Occidente a ver películas y normalizar elementos del sintoísmo o el budismo, que son las religiones mayoritarias allí. Lo damos por hecho. Por ejemplo, en Your Name ocurre algo similar: las protagonistas son hijas de los responsables de un templo en Japón. Las películas de Miyazaki están repletas de elementos sintoístas, empezando por Mi vecino Totoro. Paprika, de Satoshi Kon, también está influenciada por el sintoísmo; esa manifestación de objetos que pueblan toda la película proviene de la idea de que cualquier objeto tiene alma.
Hemos normalizado todo eso como espectadores en Occidente. Pero, en cambio, si ves una película donde la protagonista asiste a un colegio católico, reza al Dios católico y participa en actividades religiosas cristianas, te choca mucho. A mí, cuando la vi, aparte de que tiene un apartado artístico bellísimo, me generó una especie de disonancia cognitiva; lo que estaba viendo no me encajaba del todo.
Es una película realmente muy interesante. Es probable que genere debate, porque la gente puede preguntarse: «¿Qué es esto?». Pero si la analizas, es fascinante desde un punto de vista cultural y narrativo. No recuerdo muchas referencias similares en el cine.
Las influencias del anime
Antes hablabas del K-pop…
¡No tengo ni puta idea de K-pop! [ríe]
Nosotros tampoco, tranquilo. Pero hablando de la «K» del K-pop, Corea está tomando mucha importancia en aspectos culturales similares a los japoneses, incluso «comiéndoles la tostada» en algunos aspectos, ¿no? También en animación están haciendo títulos bastante importantes y en un estilo similar. ¿Os planteáis poner también películas coreanas o esto estará reducido al cine japonés?
Esa es otra de las grandes preguntas y debates que hemos tenido. En puridad, el anime es la tradición de animación japonesa, al igual que el manga es el cómic japonés, el comic book es estadounidense y el álbum es europeo. Sin embargo, las fronteras comienzan a ser más difusas. Muchos estudios, no solo japoneses, contratan animadores coreanos porque es más económico, y la animación ha comenzado a ser un sector en el que se teletrabaja, por lo que los animadores pueden encontrarse en cualquier latitud.
Como dices, entre Corea y Japón existe una especie de asimilación cultural o influencia directa que se puede ver en diseños de personajes más parecidos. Por ejemplo, vimos The Glassworker, la primera película de animación dibujada a mano que se ha hecho en Pakistán y que tiene notables influencias artísticas de Ghibli. Era prácticamente una versión de una película de Ghibli en todos sus aspectos, y estuvimos dudando: ¿la incluimos o no? Si al final, estéticamente y culturalmente es muy similar. Aunque finalmente no la seleccionamos tuvimos ese debate.
Otro ejemplo es La cumbre de los dioses, dirigida por Patrick Imbert, que adapta magníficamente el cómic de Jiro Taniguchi, mangaka responsable de obras como El almanaque de mi padre o Barrio Lejano. Es un cómic magnífico que se adaptó al cine por un estudio francés, respetando el diseño propio de Taniguchi. ¿Eso es anime o no lo es? No tengo una respuesta. Las líneas son un poco difusas, pero intentaremos programar algo que sea buen cine y que aporte, ya sea estéticamente, en valores o cinematográficamente. Creo que la clave es esa.
En Animedon, apostamos por contenido que aporte y que sean estrenos y no descartaremos de base películas o series que se encuentren en esas fronteras difusas.
Estamos hablando de cómo ha influido Japón en otros países y, al revés, ¿Japón se deja influenciar por animación o cine de fuera, o son muy cerrados?
Insisto, las fronteras están cada vez más difusas. Por ejemplo, la última serie de Scott Pilgrim da el salto. Hubo una película, Scott Pilgrim contra el mundo, y ahora hay una especie de secuela y readaptación del cómic original de Bryan Lee O’Malley. Se trata de un producto enteramente estadounidense que ha sido animado por Science SARU, el estudio que ha animado The Colors Within, que veremos en Animedon. ¿Es un anime? No tengo una respuesta. Me surgen muchas dudas.
Si el producto es estadounidense en origen pero se anima en Japón, o entre Japón y Corea, o entre Japón y China, ¿es anime o no es anime? No lo sé, pero la realidad es que el producto es bueno. De la misma manera, muchos productos estadounidenses intentan imitar la estética de los animes, y hay quien se refiere a esas producciones como anime estadounidense. Además, hay miles de series y películas en Occidente que homenajean o replican la escena de la moto, el frenazo de Kaneda en Akira, desde cualquier perspectiva, desde Steven Universe hasta Hora de Aventuras, aunque, bueno, esas son de la misma creadora. Hay una permeabilidad y un intercambio constante de influencias entre Japón y Occidente.
Las líneas entre lo que es anime y lo que no son cada vez más borrosas debido a la globalización y la colaboración internacional. Al final, lo que importa es ofrecer buen cine, independientemente de su origen. En Animadon buscamos películas que aporten en términos estéticos, narrativos y culturales. Eso es lo que realmente enriquece al público y al festival.
Antes tenía la sensación de que el anime siempre estaba relacionado con la adaptación de mangas. ¿Sigue siendo así? ¿Ahora también hay adaptaciones de videojuegos o productos originales?
Bueno, creo que sigue habiendo de todo. Muchas veces, el camino lógico era el que mencionas: primero el cómic y luego la adaptación al anime. Además, las grandes editoriales japonesas suelen participar en las producciones, así que les interesa esa sinergia. A menudo, la generación de un anime hace que el autor tenga que seguir trabajando en una obra.
Sin embargo, el anime y los videojuegos siempre han estado muy relacionados. Por ejemplo, el difunto Akira Toriyama, a quien homenajeamos en Animedon con varias actividades, fue encargado de diseñar los personajes de videojuegos como Dragon Quest, el primer videojuego es de 1986 y ha continuado hasta hoy, o Blue Dragon. Dragon Quest nació como una franquicia de videojuegos y luego saltó al manga. Uno de los más conocidos fue Dragon Quest: Las aventuras de Dai, que contó con una primera adaptación al anime que llegó a Euskadi gracias a ETB1 bajo el nombre Flyren abenturak, y que en 2020 tuvo un remake de gran calidad técnica que puede verse en Crunchyroll.
También podríamos hablar de Pokémon, que nace de un videojuego y ha acabado convertida en una serie muy larga de anime, películas e incluso alguna en acción real, como la que protagonizó Ryan Reynolds encarnando al Detective Pikachu, que también era un spin-off del videojuego original.
¿Y en la actualidad, cómo es la relación entre videojuegos y anime?
Actualmente, tenemos el caso de Cyberpunk 2077 y su expansión Phantom Liberty, videojuegos de CD Projekt RED, con sede en Polonia—una de las cunas de la animación—que han contado con un anime derivado llamado Cyberpunk: Edgerunners, disponible en Netflix. Dentro de Animedon, hemos contado con uno de los diseñadores de cinemáticas de esta empresa, que también es la encargada de desarrollar los videojuegos de The Witcher, adaptación de la saga de fantasía escrita por Andrzej Sapkowski. The Witcher cuenta con una serie de acción real desarrollada por Netflix y con una película, The Witcher: La pesadilla del lobo, que es un «anime» coreano, «anime» entre comillas, hecho en Corea del Sur.
Las series de animación derivadas de videojuegos sirven para expandir el universo o el lore y para mantener vivas las franquicias mientras se desarrolla la producción del siguiente videojuego, que suele ser un periodo mucho más largo que el de la animación para cine o televisión.
También sigue habiendo productos originales exclusivamente audiovisuales. Creo que eso no ha cambiado tanto.
Lo que más ha cambiado, como apuntabas antes, es el tipo de anime que se hace en cine ahora o que al menos llega al estado. Suelen llegar unas 10-12 películas al año. De esas, casi todas son franquicias derivadas de series de televisión que están triunfando: Guardianes de la Noche (Kimetsu no Yaiba), One Piece, Slam Dunk, porque ahora el anime deportivo está muy en boga.
Creo que el mayor cambio ha sido ese, lo que hemos comentado antes, que el tipo de anime ahora es más melodramático y adolescente. También hay una tendencia a que las películas sean extensiones de series exitosas, lo que asegura una base de fans y una buena recepción en taquilla. Es una opinión particular, pero veo que se está priorizando este tipo de contenido frente a producciones originales o adaptaciones de mangas menos conocidos.
Animadon en La Semana
En relación a la sección Animedon, ¿tiene vocación de continuidad?
Sí, sí. La idea es que esta sección siga adelante dentro de la Semana de Cine. Como decía antes, creo que es bueno para todos. Al final, la sección le da un espacio al tipo de contenido que no podría ser mejor que dentro de la propia Semana. Y la propia Semana también puede generar vasos comunicantes hacia el resto de su programación.
¿Cómo encaja en la Semana, que es de terror y ficción, un anime que no tiene por qué serlo?
Eso hay que preguntárselo a Josemi [ríe]. Bueno, creo que al final también tiene que ver con la oferta. Si nos tuviésemos que ceñir solo al anime fantástico para poderlo encajar dentro de la filosofía más purista de la Semana, solo podríamos poner la película que programamos el sábado y ya está, y no podríamos ninguna otra. Al final, valoramos que sean productos cinematográficos interesantes que puedan interpelar a una población joven interesada en el anime y que sean estrenos relativamente nuevos, es decir, que no estén disponibles en Netflix o Amazon. Eso luego ya veremos qué dificultades trae, porque la Semana se hace al final del año y hay muchos estrenos potentes que ya han quedado atrás. Por ejemplo, hablábamos con Crunchyroll para ver si podíamos estrenar alguna de sus películas. Claro, estrenaron hace dos semanas la última película de My Hero Academia, que es una serie de televisión que está muy bien. Por dos semanas no pudimos tenerla y hubiésemos roto quizás esa tendencia del melodrama adolescente, que no ha sido buscada. Bueno, ha sido buscada en el sentido de que al final eran tres películas que estaban bien y que creo que llegarán a un público concreto.
También estuvimos mirando A Whisky Family; que le hemos nombrado antes. Es una película súper costumbrista que me gustó, pero es muy pausada, sin un drama muy grande ni un conflicto importante. Igual no es la película que puede enganchar a la gente joven que esperamos vaya a ir al Victoria Eugenia.
Más allá del género lo que creo que debemos primar a la hora de seleccionar obras es que sean lo más interesante que encontremos en cuanto a calidad cinematográfica, animación y aportación cultural. Buscamos películas que ofrezcan algo novedoso, que tengan una propuesta artística sólida y que puedan generar reflexión o debate entre el público. Es importante ofrecer variedad y acercar al espectador a diferentes aspectos de la cultura japonesa que quizás no son tan conocidos. Como decía antes, apostamos por contenido que aporte y que sean estrenos, independientemente del género cinematográfico al que estén adscritos. No nos cerramos tampoco a traer clásicos, como hemos hecho con el primer episodio de Dragoi Bola. Lo que buscamos es ofrecer al público obras interesantes, que puedan generar reflexión y que aporten algo novedoso en términos estéticos, narrativos y culturales.
¿En qué medida crees que el público actual de la Semana de Cine acudirá a estas sesiones de Animedon?
Harri Fernández: Ese era uno de los grandes debates que teníamos al abordar las sesiones. Al final, las proyecciones de Animedon discurren en paralelo a las de la Semana. Es cierto que en la Semana hay un núcleo de gente que le gusta el anime y está interesada; obviamente, están invitadísimos a venir. No sé si, teniendo la sección oficial a la vez, vendrán o no; algunos ya sé que sí, porque nos lo han dicho.
Cuando planteamos esto, lo hicimos desde el punto de vista de todo programador cultural: intentar diversificar o agregar público. No me gusta hablar de «renovar público» porque parece que quieres sustituir a una parte por otra, y no es así. Prefiero hablar de «agregar público». Por ejemplo, las chicas del K-pop que mencioné antes: el año pasado hicimos un pase con El castillo a través del espejo y las invitamos a venir y a presentar la película. Algunas nos decían que era la primera vez que iban al Teatro Victoria Eugenia. Por un lado, se te cae el alma a los pies, pero la realidad es la que es. Tenemos que intentar que esa gente también vaya al Victoria Eugenia, y si conseguimos que en unos años salten al Principal o sigan viniendo a estas sesiones y además descubran lo que es el Principal, ganamos todos.
Otra experiencia que me impactó fue en una reunión que hicimos con distintas generaciones, buscando gente menor de 30 años de diferentes perfiles. Una de las personas que vino, que había estado trabajando en Japón y tenía unos 27 años, nos dijo algo que me dejó pensando pero también me dio la clave de por qué esto se tiene que hacer. Nos preguntó qué les íbamos a ofrecer a los jóvenes para que salieran del confort de su casa y fueran al cine.
La respuesta que probablemente todos daríamos es: «La experiencia es ir al cine, estar en un sitio con la luz apagada, con desconocidos o con tus colegas, quedar antes, tomar algo, ver la peli y luego hablar de ella». La experiencia es eso; no tengo que montar aquí un evento especial. Pero esa idea de «si no me montas un evento, ¿para qué voy a salir de mi tableta en la que tengo Netflix y un catálogo alucinante de anime?» es la que nos dio la clave. Tenemos que intentar programar los estrenos que podamos y vestir el festival con actividades que hagan atractivo no solo la sección, sino el festival en sí. Actividades que hagan atractivo el epicentro de la sección, que es la proyección de películas. ¿Lo conseguiremos? Ya veremos.
¿Os habéis planteado en algún momento que, si Animedon tiene relativo éxito, desligarlo de la Semana y ponerlo en otras fechas como un evento independiente?
Su sitio natural me parece la Semana. Creo que las cosas tienen que ir paso a paso y con relativa cautela. Igual es un fracaso esto y no viene nadie. Aunque no lo creo, porque estamos viendo las entradas y ya vemos que hay gente que va a venir. Pero creo que las cosas hay que hacerlas siempre con medida y también creo que sin la Semana de Terror esto no se podría haber hecho ahora mismo.