Reseña de Sentimental Value, de Joachim Trier
Joachim Trier podría comprarse un piso en Cannes Es uno de esos directores que va a la Croisette en cuanto tiene película nueva. Este año es el turno de Sentimental Value, una película en la que el director sigue explorando sus temas recurrentes: la familia, la culpa, la necesidad de conectar. Después de La peor persona del mundo, Trier vuelve a colaborar con Eskil Vogt para escribir una historia en la que lo emocional y lo cinematográfico se entrecruzan de forma deliberada.
El punto de partida es un juego metanarrativo: un director (Stellan Skarsgård) escribe un guion con la esperanza de tender un puente con su hija Nora (Renate Reinsve), con quien tiene una tensa relación. Ese guion se convierte en excusa para retomar contacto y remover viejas heridas, pero también para reabrir otras nuevas. Porque si algo deja claro la película es que los desafectos se enquistan. Como siempre en Trier, el tono es contenido, los diálogos medidos, y el dolor está en los silencios más que en las frases.

Renate Reinsve confirma que está en estado de gracia. Sostiene la película con una interpretación sobria, con una mezcla de fragilidad y distancia que funciona muy bien. Skarsgård, por su parte, encuentra matices en un personaje que podría haberse quedado en el cliché de artista egocéntrico. Inga Ibsdotter Lilleaas, como la hermana menor, aporta algo de claridad emocional a ese ambiente enrarecido.
Trier filma con su habitual elegancia, pero hay momentos en los que parece estar más pendiente de la forma que del fondo. La fotografía de Kasper Tuxen es preciosista, y la música de Hania Rani envuelve todo con una melancolía que refuerza la idea de que el pasado pesa más de lo que creemos. La película tiene sensibilidad y momentos que se sienten auténticos, pero también hay cierta rigidez. Como si el dispositivo fuera tan calculado que no dejara espacio a lo imprevisible.

Quizá por eso algunas situaciones se sienten forzadas. La escena del llanto de Elle Fanning —que interpreta a una actriz de Hollywood involucrada en el proyecto— es un claro ejemplo de ello: una exhibición irreprochable. Cómo está rodada, como está interpretada; pero ¿era necesaria? ¿O simplemente era porque tocaba que la actriz se luciera?
A pesar de eso, Sentimental Value tiene cosas intereantes que decir sobre el perdón, la necesidad de comprenderse y las limitaciones del arte como vía de sanación. Seguramente no sea la película más sutil de Trier, pero lo mantiene como un notable cineasta que sigue puliendo su estilo y aún tiene cosas que contar.
