Crónica de concierto de Los Ganglios en el Dabadaba
Nos asomamos al Dabadaba a eso de las 21:30. Era pronto y además, nos dijeron que se iban a retrasar un poco. No había nadie. Un tiempo desapacible, viernes. Qué pena, pensé. Pero al fin y al cabo, son Los Ganglios, un grupo rarito. Seremos cuatro frikis. Nos fuimos a picar algo y volvimos una hora después. Estaba lleno. Quizá es que somos más de cuatro los frikis de la ciudad. Quizá es que la fiesta que fueron los conciertos en sus visitas anteriores, ha ido calando y más gente quiere verlos. O que había parado de llover, quién sabe.
En el escenario ya montado, se podía ver una tentadora sirena sobre la cacharrería del cantante, Xoxé Tétano. Y lo más importante, o al menos, la diferencia con la otras veces que nos visitaron, había una batería al fondo. Esta vez no serían tres sino cuatro. También descubrimos un cambio en la alineación. Leli Loro, teclista, de baja por maternidad, y en su lugar, Mariana Scaravilli. Esto, a efectos prácticos, no sé notó tanto, claro. Lo de la batería sí. Si ya habitualmente los directos son más macarrillas que las medidas producciones electrónicas del disco, esta vez aún más, y especialmente con temas que lo piden a gritos como Vivencias propias. Es uno de los temas del nuevo disco, del que sonaron unas cuantas, intercaladas con otras muchas canciones de los discos anteriores. Esta, la que «no se está copiando de Extremoduro» es un claro ejemplo del estilo ambiguo y guasón del grupo, que hacen al mismo tiempo un parodia y un homenaje y uno no sabe hasta qué punto es más una cosa o la otra. Sea como fuere, provocó que todo el público coreáramos “¡soy extremeño!” como si fuéramos del mismo Montijo, hermanados, reivindicando su derecho a «meter un buitre negro en una canción». Quizá estábamos sensibilizados porque nos habían mostrado diapositivas de las fiestas populares de Montijo, su pueblo, incluyendo los castillos hinchables de Pokemon.
Lo visual es otra de las claves del grupo. Ellos mismos realizan los vídeos de sus canciones y, en muchas ocasiones, suponen un añadido que hace que entendamos mejor lo que nos están contando. Tan bien lo hacen -en su estilo- que les han realizado vídeos a Hidrogenesse o a Los Punsetes. Sobre el escenario proyectan todo tipo de material complementario. El cantante, armado con un mando para ir pasando las diapositivas, pero no como un gurú que expone un TED ante el público, más bien como el familiar que te enseña sus vacaciones en Badajoz.
La participación del público es muy importante en los conciertos de Los Ganglios. Ellos lo saben y la potencian desde el minuto uno. Nos presentan Badajoz 2222 que habla del futuro apocalíptico en dicha ciudad, y explican que la elección de la fecha es para que sea un número fácil de corear. Me dio la impresión de que el público, durante todo el concierto, no reaccionó con la energía de otras veces. Aunque muchos se sabían las letras de las nuevas y de las viejas y las cantaban con ganas -especialmente el «SKSZ LGNSTK N L RZ» de Lol; no vi, más allá de la entregada primera fila, que hubiera mucho desfase. Quizá era la hora temprana y la falta de teloneros. Ya sabemos que a los donostiarras les cuesta. Mientras en una de las proyecciones veíamos un pogo animadísimo, el público estaba más bien disfrutando desde la moderación. Desde el escenario se pedía una mayor entrega, y se concedía las peticiones de tocar la sirena o de los ya tradicionales insertos de bakalao -perdón, “vakalao”, que «se escribe con V de Valencia». De hecho, se usó alguno de estos momentos de desfase noventero para hacer tiempo cuando el guitarra, Rafael Filete, tuvo problemillas. Tengo el recuerdo -y algún patético testimonio gráfico- de anteriores conciertos en los que se desató más la locura con estos insertos. Otro ejemplo, de mezcla entre homenaje y parodia, quizá de nostalgia condescendiente, de reírse de las propias fuentes, de los hábitos, y quizá hasta de los gustos de su juventud.
Para parodia / homenaje y reivindicación del placer culpable, la canción dedicada a Alejandro Sanz, S.A.N.Z., sobre un tipo comprando uno de los más célebres discos, Viviendo deprisa, y pidiendo que se lo envuelvan porque… «es para una amiga mía». En la misma descripción de las canciones de ese disco se atisba un conocimiento, quién sabe si un gusto personal. A Alejandro, por cierto, lo sacaron en las diapositivas, visitando el Hotel Rausan (ese en el que habréis parado seguro, en Alfajarín), que había sido el tema de la anterior canción, El regalo, y ya nos habían dado un tour por las “glamurosas” instalaciones. «Te has lucido con el regalo que me has traído de Zaragoza…»
Una de las características de Los ganglios, es su variado espectro de géneros. Ya lo avisaron al principio: “Os traemos pop, tecno, cumbia…” y efectivamente todo eso y más. La cumbia de Félix (Rodríguez de la Fuente) y Jacques (Cousteau), no podía faltar. A veces simplemente son apuntes, pequeños experimentos, que ni siquiera aparecen en los discos, como cuando te explican que el emblema de de Carrefour (aunque dijeron Mercadona, no sé por qué) no es un gancho para trepar, sino una “C”. Una vez más, el vídeo proyectado fue muy necesario.
Algún pequeño juego como Jipi, Punki o Mod, cortísima, y más en directo, provocó más reacción en el público que otras. Lo que conllevó el siguiente comentario del cantante: “Os gustan las peores”. Lo cierto es que no tenía problemas con ser crítico con su propio material, como cuando al principio, entre una y otra canción explicó, que la siguiente era más o menos lo mismo pero con otra letra. Eso iba en broma, pero lo cierto es que hubo algunas canciones que compartían letra. Por ejemplo, después de la excelente Al final -tema que en disco tiene la acertada colaboración de Lorena Álvarez- se conectó con Amelie Poulain, que si no me equivoco es un tema que no está en ninguno de los discos, pero que suelen tocar. La letra es idéntica en gran parte. La primera habla de un chico y una chica que quedan -él ya se ha hecho alguna paja- y, al final, no follan. Esto nos lo explicaron al principio y ya nos dijeron que la razón se resolvería en la segunda canción. Después supimos que el problema estuvo en que él ve un póster de Amelie en la habitación de ella. Esto le baja la pasión a cualquiera, la verdad.
Una de las primeras canciones fue El héroe de la transición, que le vino que ni pintada para mencionar la monarquía parlamentaria, que está de actualidad. No faltan temas políticos en las canciones de Los Ganglios, aunque siempre desde un humor indirecto, descolocando. Como Calvario, que también tocaron, y que nos explicaron que trata sobre un grupo de calvos. Lo cierto es que la canción representa a un grupo de personas bastante detestables, homófobos y machistas, pero en lugar de darles importancia los reducen al patetismo: “No eran fachas ni eran rojos, eran calvos, eran calvos”. Y por supuesto, cuando llegó Color de rosa, que tiene como letra algo surrealista “Caudillo, ley, antiguo, amarillo…”, aparecieron imágenes de Franco, coloreadas, en una moneda.
Y precisamente el final, con ese caudillo, fue lo que más levantó al público. El hit Color de rosa, fue recibido con la aceptación habitual. Después tocaron una de Eskorbuto. “Esto gusta por aquí, ¿no?”. Y terminaron en alto con El subiduki. Esta vez sí que la gente lo bailó. Era inevitable, el subiduki es imparable. Para esta canción, puramente electrónica, ninguno de los músicos tenía que participar, así que se limitaron a jalear y a bailar. Finalmente todo el mundo entró en calor.
Acabaría aquí la crónica pero no quiero dejar de comentar la siguiente intervención de Soy una pringanda DJ. Bueno, cuando por fin dieron con ella y salió. Absolutamente entregada. Empezó con un homenaje a La Veneno, recientemente fallecida, a la que considera un icono. De vez en cuándo cogía el micrófono, desentonando de una manera desafiante. Se movía con pasión y creía al cien por cien en la música que estaba pinchando. El resultado fue que todo el público, que normalmente durante los DJs suele estar a su bola, estaba mirando hacia el escenario. Toda una diva.
En conjunto, el concierto y la sesión, todo un golpe de refrescante modernidad desacomplejada, que además funciona bien con el público, lo cual me parece maravilloso. A día de hoy, en Dabadaba se están haciendo las apuestas más rompedoras, y en géneros muy diferentes.
Gracias a Irene Mariscal por las fotos.