En 1991, con apenas diez años, Flavio Cabobianco escribió (o por lo menos firmó) un best seller titulado Vengo del sol, con aroma new-age. Fue etiquetado como un comunicador excepcional, un niño prodigio, un ídolo e incluso un mesías, mientras recorría los platós televisivos sentando cátedra sobre lo que necesitaba o dejaba de necesitar el ser humano actual.
Manuel Abramocich, director de los multipremiados cortos La reina y Las luces, decide realizar un documental sobre Flavio, ya un treintañero, y su familia.El proyecto entra en crisis y se convierte en una disputa de poder entre el director y el protagonista por llevar el control de la película.