Ricardo FernándezReseña de la película ‘Un monstruo viene a verme’
El protagonista de Un monstruo viene a verme es Conor (Lewis MacDougall), un niño, casi un adolescente, de Manchester cuya madre está enferma. Durante doches ha tenido pesadillas. Un agujero enorme se abre bajo sus pies junto a una iglesia cercana y e lucha por no caer. Una noche, a las 12:07, el viejo y majestuoso árbol que se encuentra junto a la iglesia coge se retuerce arrancando sus raices de suelo, adquiere forma de gigante y golpea fuerte la ventana del niño diciendo (con la voz de Liam Neeson) “he venido a por ti”.
Conor no parece tener miedo del monstruo y cree que le puede ayudar a cuidar a su madre. El monstruo por su parte le dice que irá a visitarle tres noches para contarle tres historias y la cuarta noche espera que él sea quién le cuente su historia. A partir de este planteamiento la película se divide en dos partes: las visitas del árbol monstruoso y los días que transcurren entre ellas.
Dos películas en una
La historia entre las visitas es un melodrama bastante típico. Conor rabioso y sin asimilar la enfermedad de su madre lucha por evitar el bulling en la escuela mientras trata de evitar irse a vivir con su abuela (Sigourney Weaver con un curioso acento ¿británico?) y no sabe gestionar la relación con un padre (Toby Kebbell) que se separó de su madre y ahora vive en Estados Unidos. Un esquema no demasiado sorprendente, con las adecuadas dosis de sentimentalismo y emoción.
Las visitas del monstruo, en cambio, son lo mejor de Un monstruo viene a verme. Mezclando diferentes técnicas de animación Bayona representa los cuentos del monstruo con un preciosismo exquisito. Trepidantes y hermosas, las imágenes encajan perfectamente con los dibujos que Conor dibuja constantemente en un hábito heredado de su madre artista.
La película avanza con buen pulso narrativo aunque las dos vertientes de la historia no terminan de encajar totalmente. Hasta que lo hacen en el tramo final y la película sube muchos enteros. Es entonces cuando Un monstruo viene a verme se convierte en algo más que un drama, con toques de fantasía como válvula de escape, sobre las relaciones de los adultos con los niños a su cargo y sobre el paso de la infancia a la madurez.
Un final que eleva la película
Un monstruo viene a verme habla de asumir las consecuencias de los actos propios y, sobre todo, de la inevitabilidad de la muerte. Ese no es un tema fácil ni comercial y Bayona lo aborda directamente. El poderoso encuentro final con el monstruo está lleno de rabia y dolor, en una aproximación que no es fácil de ver en una película que está enfocada como cine para todos los públicos y tiene intención de premios y de reventar las taquillas.
Luego llega el epílogo, el momento en que el guión de Patrick Ness, basado en su propia novela homónima, podría haberse deslizado por el sentimentalismo más fácil; pero no lo hace. En su lugar hace un homenaje a los cuentos como herramienta educativa, a la educación y a las relaciones maternofiales muy sutil, muy hermoso, y sin caer en el sentimentalismo. Un final que mejora y encaja todas las piezas que habíamos visto antes en pantalla.
