Entiéndase que hablo, concretamente, de las películas de la productora Marvel, no de los cómics, y tampoco de las adaptaciones de los cómics de Marvel que hace Fox (X-Men, Deadpool…). En definitiva, la serie de películas interrelacionadas del universo de Los vengadores, de la que Doctor Strange es el último ejemplo.
La gente que suele decir que la mejor ficción se hace en televisión, es probable que en cine se dedique a ver las películas de Marvel. Así se entiende la opinión. En buena medida funciona como una serie. Ya no es una trilogía o una saga. Aunque está dividida por personajes (Iron Man 3, Thor 2…), viene a ser básicamente una serie de películas que si bien tienen diferencias de estilo y matices de género, están concebidas desde una visión de producción muy similar. Efectos especiales coloridos, tramas elaboradas -que funcionan de forma independiente y también en su conjunto-, toques de humor, rostros conocidos. Su objetivo claro es el puro entretenimiento ligero. En eso se distancia de sus competidores de DC (Batman, Superman…) que tienden a aplicar un fondo dramático más intenso y una segunda lectura más ambiciosa.
El problema es que en esta falta de ambición, Marvel se pasa. Juega a no perder, al aprobado. A que el público no salga molesto de la sala. Ha recibido lo que esperaba: no se ha aburrido demasiado, no ha habido nada narrativamente arriesgado, la trama es razonable. Suficiente, en unos días nadie recordará la película, pero los efectos especiales y el sonido a todo volumen ponen el resto para que vuelvan a pagar una entrada. La estructura de episodios favorece que, incluso las entregas menos interesantes tengan un interés, para seguir el hilo. Es decir, como una serie de televisión, que se puede permitir episodios de relleno porque tiene atrapado al espectador. El problema es que aunque Marvel tiene lo malo de una serie de televisión, no tiene lo bueno: el desarrollo de los personajes. En las buenas series funciona muy bien ir conociendo a los personajes, quererlos, odiarlos. Los personajes de Marvel están definidos con cuatro trazos gruesos y solo evolucionan en función de las necesidades de la trama. Sus arcos dramáticos son tan artificiales como las escenas de acción en las que se usan sus versiones digitales. Dicho de otro modo, lo que sabes de la personalidad de Tony Stark, lo sabes desde los primeros veinte minutos de la primera película de Iron Man.
Doctor Strange no es una excepción. Nos explican la transformación del protagonista -porque como casi todas las Marvel, no es un guión, es más bien una sinopsis, por lo cual, nos la explican, no nos la muestran- y para ello se apoyan en golpes burdos de guión y en personajes postizos como el de la doctora. Verbalizan todas las emociones para que el espectador siga bien el conflicto básico -paradigma de esto era el enfrentamiento entre el capitán América y Iron Man en Civil War. Quizá el ejemplo más claro de transformación artificial de personaje en Doctor Strange es el de Chiwetel Ejiofor. Es como si alguien lo hubiera decidido bajo unas pocas premisas en un borrador y nadie se haya molestado en rellenar los detalles, en escribir de verdad al personaje. Todo son diálogos funcionales con chistecitos fáciles colocados cuando consideran que toca aligerar un poco. En esto del humor, Deadpool les dio un repaso, solo con un poco de transgresión y salirse del esquema cuadriculado de bromitas. Aquí, todo el peso está en el encanto personal de Benedict Cumberbatch, que lo tiene, pero no es suficiente si tiene que enfrentarse a personajes vacíos, empezando por el suyo, pero sobre todo los de quienes le dan las réplicas.
Dr Strange tiene unas vistosas secuencias de arquitectura imposible, robadas de Origen de Nolan, y unos bonitos conjuros chispeantes. Pero falta un guión y falta también un director. Y no es necesario que tenga un drama intensito como los DC, pero escenas como el atraco callejero que sufre oportunamente el protagonista, parecen lo primero que ha pasado por la mente de un becario del estudio. Nadie se molesta en resolver los mínimos desafíos narrativos, simplemente se apuntala la trama para que pueda avanzar sobre una pasarela de usar y tirar, hasta las escenas de espectáculo. Y esto pasa en todas las entregas de la casa. Toda la estructura de guión está orientada a avanzar en la trama y a colocar las medidas dosis de acción en los momentos estándar. Los conflictos interiores son una excusa superficial que no está bien desarrollada. Para eso es mejor no incluirlos.
Pero lo que más se echa en falta en Doctor Strange no es un buen guionista, sino un buen director. Todo es descafeinado. La introducción con el primer espectáculo de arquitectura móvil, no impacta, resulta rutinario. Hay un buen trabajo de técnicos y de arte, pero no hay un director que nos deje la boca abierta. Tampoco sabe enfatizar. Por ejemplo, el momento en el que la reliquia le elige casi pasa desapercibido. Y esto es lo peor: la falta de momentos memorables. Una película puede ser lo más ligero del mundo y al mismo tiempo, dejarnos unos cuantos momentos en la retina (que se lo pregunten a Spielberg). Este gran contra está en todo Marvel. Intentad recordar momentos de cualquiera de ellas. Son películas con una fecha de caducidad muy corta. Ver, entretenerse y olvidar. Y después concluir que la mejor ficción se hace en televisión y que, quizá, no vale la pena salir de casa para estar un rato entretenido.