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Rocket observa el ambicioso invento del Alto Evolucionador, el villano con ínfulas divinas. Una cabina que hace evolucionar de golpe millones de años a un pobre animalillo. El Evolucionador se lamenta de que su sistema para fabricar en serie resultados supervitaminados no funciona bien. Son demasiado agresivos y no sirven para la sociedad. Sin demasiado esfuerzo, Rocket señala un pequeño truco para encontrar la solución. El villano consigue así su resultado.

James Gunn ha revelado hace poco, entre bromas, que se inventó la trama de las gemas del infinito en 90 minutos. Ya habían aparecido antes en el MCU (universo cinematográfico de Marvel) pero sin demasiadas explicaciones, así que Gunn lo desarrolló en la primera entrega de Guardianes de la Galaxia, con un monólogo del coleccionista (Benicio del Toro). Después, esa idea ha sido el núcleo del desenlace de la llamada “saga del infinito”. Una idea esbozada sobre la marcha y sin esfuerzo que le sirvió a la productora para derivar en una de las películas más taquilleras de la historia, Endgame. Todo ese desenlace, también Infinity War, le deben mucho más al universo de Gunn que a cualquiera de las otras entregas. Y no solo por la idea de las gemas sino por todo el contexto.

Gunn volvió con una segunda entrega de Guardianes de la Galaxia que sin ser tan redonda como la primera no estaba nada mal. Volvió a ser un éxito. Más adelante Gunn fue despedido de Marvel. El humor negro en Twitter de los tiempos más rebeldes de Gunn no quedaban bien en el universo comercial inofensivo de Disney. No olvidemos que Gunn viene del underground, de la Troma, del terror, de la comedia negra. Su imagen de nerd outsider no queda bien en la foto de Marvel de directores obedientes y estrellas atractivas que no molestan a nadie. Le miran como el Evolucionador mira a Rocket, como un experimento feo que se codea con amigos freaks.

Acertada la descripción que da Star Lord, entre Robocop y Skeletor.

Después se lo pensaron dos veces. Ellos son capaces de generar productos de éxito, hacer dinero, generando taquillazos como en una cadena de montaje. Con directores mediocres como los hermanos Russo, o con cineastas con personalidad como Chloé Zhao a quienes solo han contratado para capitalizar su prestigio. Siguen haciendo dinero pero el público se cansa, porque son productos sin alma, repeticiones rutinarias paridas por un equipo de marketing, aderezadas con memes y concesiones al fandom. Una fórmula agotada. Aunque el Alto Evolucionador ha conseguido mejorar su civilización, se lamenta de que a sus productos les falta algo: son incapaces de crear conocimiento que no existiera ya antes. Una especie de ChatGPT que funciona de maravilla pero al que le falta aún un toque de gracia para generar ideas novedosas. Los seres de apariencia perfecta a los que ha llegado el villano a través de la optimización de su sistema son las películas de Marvel. Y cuando él es consciente de que toda su tecnología es la nada sin un golpe de brillantez, recuerda a aquel mapache de aspecto maltrecho que sin esforzarse tenía ideas brillantes. Y claro, lo hace llamar.

Sí, amigos, seré tan explícito como los guardianes cuando constantemente explican en voz alta sus sentimientos: Rocket es James Gunn. Ha vuelto para un último trabajo en Marvel antes de dedicarse por completo a DC. Porque le necesitaban. Me imagino a uno de los chicos de la productora, de rostro perfecto plastificado, como el Adam Warlock interpretado por Will Poulter, enviado en su busca. El director se ha permitido reírse de ellos en su cara. Mientras les llena los bolsillos, eso sí. Nos ha contado su historia, cómo se ha sentido tratado como una herramienta que se puede desechar, ha sacado pecho sobre su talento creativo y sobre todo, ha reivindicado la importancia del creador. 

Hola, James, ya hemos olvidado lo de Twitter. ¿Te vienes conmigo?

En este sentido conecta con otras películas recientes que están empeñadas en preservar el talento frente a la homogeneización de la industria, cómo única solución para la continuidad de esa propia industria. En Ready Player One Spielberg nos mostraba la lucha del creativo talentoso, Halliday, encarnado por Mark Rylance, frente a una corporación impersonal que estaba prostituyendo su obra. Eso mientras proponía un puente intergeneracional que se abría a lo nuevo mientras reivindicaba los clásicos. Con Top Gun Maverick, Tom Cruise ha salvado los cines -es significativo que sea el propio Spielberg quien le expresó que había salvado el culo a Hollywood– contando una historia sobre un veterano que es capaz de arriesgar su propia vida para salvar un programa de instrucción, poniendo en el centro el factor humano frente al desarrollo tecnológico sin alma.

Nolan también lo había intentado, con menos éxito en lo más crudo de la pandemia, con Tenet, una historia que se centra en subrayar que nuestro futuro depende de las acciones humanas y que no hay que dar nada por perdido. Gran parte la obra de Nolan trata sobre el creador artístico, y hace unos días le veíamos secundando la huelga de guionistas. Es curioso que el propio Tom Cruise, que no tenía nada que ver con esa producción decidió hacer promoción de la película. Jordan Peele, que huye de secuelas, franquicias y remakes, que se esfuerza por ofrecer ideas originales, nos habla en Nope de la pasión por rodar, arriesgando de nuevo la propia vida. También es otro puente intergeneracional, entre los jóvenes -el propio título en jerga de internet- y el respeto al viejo celuloide cuando la usan para filmar sin electricidad. Por otro lado, está el nuevo estudio de Ben Affleck y Matt Damon, Artists Equity, que pretende darle la importancia al artista, también en lo económico, y que con su primera película, Air, habla conceptualmente de eso mismo. Gunn pone otro granito en esta reivindicación que parece estar pidiendo un nuevo Hollywood basado en los creadores que escape de la rutina. Escrita y dirigida por James Gunn, así está firmada esta película, sin un equipo de mercenarios remendando un producto calculado. Reivindicación y ejemplo de autoría, en plena situación de huelga de guionistas y con el miedo a la tecnología por todo lo que viene de la IA, en esta y otras profesiones creativas.

Uno de los peores problemas de las películas del MCU es que están supeditadas a una trama que conecta toda la saga (a veces de un modo bastante improvisado como ya hemos visto). En sus tres entregas de Guardianes Gunn se ha pasado esto por el forro. Él está contando su historia y si tiene que incluir algún guiño o inventarse lo de las gemas, lo hará a su manera y sin que nada afecte a su narración. La trilogía de Guardianes es un space opera diferente al género de superhéroes del resto de MCU y bastante ajeno a los personajes y la hoja de estilos de las demás. No se ve afectado por las demás películas. De hecho, es al contrario, sus películas afectan a las demás. Hace lo que le da la gana porque puede y porque tampoco sabría trabajar de otra manera. Se parece más a su propia obra fuera de MCU que a las otras películas de la franquicia. Por ejemplo, su anterior película para DC, Escuadrón suicida, tenía algunas de sus señas, como las explosiones de color, los personajes animalizados sin complejos, o ya más en detalle, toda la parte de la segunda Tierra en Guardianes podría ser el lugar donde se desata la estrella de mar de Escuadrón suicida.

Explosiones de color a la espalda en Escuadrión Suicida y Guardianes 3

Gunn reivindica la imaginación creativa no solo en su mensaje sino, por supuesto, con su propia forma. Escapa de los aburridos escenarios de otras películas de Marvel que parecen generados por eficaces IAs generadoras de imagen. Nos lleva a una estación espacial construida sobre material biológico y se recrea en las texturas de la carne, la grasa, la materia orgánica. Mezcla la estomagante y sebosa abominación cárnica con unos escenarios luminosos y coloridos que parecen salidos del cine de cómic europeo. Como si el Cronenberg de los inicios hubiera mancillado un escenario de una superproducción de Luc Besson, poseído por el mal gusto militante de la Troma. Los trajes biológicos, cual microorganismo defensivo, como el que lleva el siempre guasón Nathan Fillion, son ya un icono para el recuerdo. Entre el mensaje animalista y el desagradable atracón cárnico, Guardianes de la Galaxia 3 es casi un artefacto vegano.

Nathan Fillion vestido de torrezno espacial

Gunn no solo es un cineasta con personalidad suficiente como para no plegarse a las normas de la churrería Marvel, además es alguien que disfruta con este material. Ya antes de involucrarse en estas producciones de alto presupuesto nos regaló aquella parodia de superhéroe que era Super. Es un tipo que se nota que conoce los cómics y es capaz de llevarlos de manera intuitiva a su terreno, por lo que no parece una ensalada de referencias yuxtapuestas calculadas por un equipo de expertos. No se trata tanto de buscar los guiños explícitos sino de percibir lo bien que se mueve para captar los estilos tanto del propio Marvel Comics como de otros referentes del cómic y del cine fantástico. Algo en esta línea comentaba Nacho Vigalondo en Twitter a cuenta de esta última película: 

No es como cuando el Estudio busca de manera forzada el talento de directores que no están vinculados a este tipo de género, como cuando intentaron darle calidad a la franquicia contratando a Chloé Zhao -quien venía de hacer dos buenas películas– y les quedó una entrega poco exitosa con atardeceres bonitos. Gunn es una elección natural para este mundo.

También hay cosas que no funcionan tan bien, claro. Como ya he comentado, los personajes necesitan expresar constantemente en voz alta sus emociones para desarrollar su habitual elogio de la amistad incondicional entre marginados. Recurre a que los personajes pregunten “¿por qué has hecho eso?”. Los trucos emocionales funcionan y son más que suficientes, porque los personajes -y los intérpretes- tienen chispa, pero que tengan que ser telegrafiados de esa manera llega a cansar. Por otra parte, al epílogo le cuesta más terminar que al de El retorno del rey. Toda la socarronería gamberra ritmosa de la película se hace un poco bola en esa recta final. Por lo demás, una divertida e imaginativa fantasía. ¡Larga vida al buen cine comercial de autor!

Guardianes de la Galaxia Vol. 3

Media Flipesci:
6.9
Título original:
Director:
James Gunn
Actores:
Chukwudi Iwuji, Bradley Cooper, Pom Klementieff, Dave Bautista, Karen Gillan, Vin Diesel, Austin Freeman
Fecha de estreno:
04/05/2023