7.5

Corría el año 2015. Dos niños conectan una vieja máquina recreativa en un bar retro de cultura pop de los 80: El pistolero salvaje. No saben cómo funciona. Un desconocido se acerca; vivió los 80 y se considera un verdadero experto. Les da una exhibición de disparos certeros. Uno de los niños exclama decepcionado “Anda, si hay que usar las manos. Eso es juguete para recién nacidos”.

Vale, me habéis pillado, eso no ha pasado de verdad, es de Regreso al Futuro II. Pero me viene perfecto para hablar de Ready Player One porque se sostiene sobre las referencias y Regreso al Futuro es una de las más presentes. Está el Delorean que usa el protagonista y tenemos ese momento del cubo Zemeckis, que además viene acompañado de su banda sonora (doble referencia pues esta vez no es John Williams el que pone la música sino Alan Silvestri, que fue el compositor de aquella; los guiños musicales darían para otro artículo entero). Esta presencia tan notable no es casual, Regreso al Futuro comparte con ésta una cuestión esencial: la reconciliación intergeneracional. También conocida como “entender a tus padres”. Regreso al Futuro hablaba tanto de los 50 como de los 80, de la misma manera que Ready Player One habla tanto de los 80 y 90 como de la actualidad. Jacuzzi al pasado se adelantó a Spielberg en esta idea, homenajeando la peli de Zemeckis al tiempo que la actualizaba, pero esto es otra historia.

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Spielberg podría haberse contentado aquí con hacer una película para nostálgicos. Algo como Stranger Things, una colección de referencias complacientes. Pero el viejo rey Midas no ha perdido su toque y sabe que no hay que abandonar a la juventud. Su película está llena de referencias, sí, son infinitas, no voy a enumerarlas, eso da para otro artículo. Pero también habla de cosas tan actuales como conocer a tu pareja en Internet, la identidad digital -que hoy en día se puede traducir en algo tan prosaico como tu cuenta de Twitter. Larga vida a la nueva carne. Por supuesto que está presente el postureo digital y la necesidad hiperdesarrollada de mostrar al resto nuestro abanico de preferencias, filias y caprichos. Coincidir en gustos y en conocimiento con otros usuarios, como si eso fuera garantía de amor o amistad.

Habla también de un joven jugando a un videojuego y siendo visto en directo por millones. No hace mucho que El Rubius ha roto el record de gaming en directo con su reto de 100 youtubers famosos jugando al Fortnite (sobre lo que supone narrativamente 100 puntos de vista simultáneos también daría para otro artículo, pero ahora no viene a cuento). No es tan diferente de lo que pasa en la película. Ídolos virtuales que utilizan una plataforma -un juego- como medio para conectar con otros. Mucho de lo que ocurre en la película no le es nada ajeno a un adolescente actual.

Pero a Spielberg no le basta con gustar a unos y a otros. Quiere unirlos. Como en Regreso al Futuro, quiere una reconciliación intergeneracional. Por eso hace que el protagonista, dentro de un juego de realidad virtual de última generación, juegue a Adventure. Por eso todo el motor de la historia empuja a un entendimiento, a un punto intermedio. A Spielberg le interesa tanto las nuevas costumbres como no perder lo bueno que teníamos. El núcleo del mensaje de la película es un compromiso entre el mundo real y el virtual. Está explícito en el argumento pero también en la forma en que rueda. Cuanto más avanza la película más le interesa la imagen real y cada vez muestra más las reacciones de las personas que hay detrás de los avatares, llegando incluso a un montaje rápido que conecta gestos virtuales con la imagen real mucho más compleja emocionalmente de la persona que juega. Al principio, sin embargo, las referencias reales son mucho más superficiales.

Somos el 99%

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La película se construye sobre referencias a la cultura pop pero también es muy consciente del mundo real. Nos plantea una vida en la que la precariedad es la norma. La inmensa mayoría de la gente vive en pésimas condiciones. No es una distopía oscura y artificiosa; resulta mucho más familiar. Personas viviendo en caravanas. Vidas rotas, amargadas por la pobreza. No es un mundo en el que falten recursos o que tenga algún tipo de cuestión apocalíptica, es algo mucho más sencillo: la gente es pobre y se ha resignado a ello. A cambio, tienen elementos tecnológicos que hacen sus vidas más alegres. Lo que viene a ser no tener dinero para irte de vacaciones pero «a cambio» tener una cuenta de Facebook. El planteamiento es ciencia ficción porque está exagerado, pero no habla de algo que esté por venir, habla del presente. La gente escapa a Oasis, y a falta de poder tener una vida plena en el mundo real, la tiene allí. Pero la misma herramienta que sirve como anestesia social, se convierte en una oportunidad para crear comunidad y despertar.

La película plantea una sociedad individualista, como recalcan varias veces los protagonistas, que van a lo suyo y que viven dentro de un mercado desprotegido donde puedes perderlo todo en un instante -hay una referencia al suicidio por la ventana después de la ruina que nos conecta directamente con la crisis del 29. Mientras, las megacoporaciones están organizadas y utilizan equipos. El cambio se produce cuando los héroes se convierten en los High 5, primero, y cuando consiguen concienciar y unir al resto de la sociedad para trabajar en equipo.

El 99%, las primaveras, todo lo que ha nacido en las redes para organizarnos como sociedad contra un poder económico perfectamente organizado. El mismo Internet que servía como consuelo y resignación de una realidad rota es el campo de batalla para la nueva revolución. Toda esa idea está perfectamente plasmada en un interesante cyberpunk contemporáneo -repetid conmigo: el cyberpunk ya no es ciencia ficción. Pero el proceso no acaba ahí: primero es organizarse en las redes, después es encontrarse en el mundo real. Y la victoria no se da hasta que esa sociedad no se encuentra en un lugar físico (el protagonista hace un llamamiento a través de las redes para conseguir una movilización física). En esto también habla Spielberg del compromiso entre lo virtual y lo real. Sí, toda la historia que nos cuenta Spielberg ya la hemos vivido en el mundo real, la estamos viviendo y aún no ha terminado. Ready Player One no habla del futuro.

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El mundo del entretenimiento

Ready Player One se puede entender también como una película sobre el mundo del entretenimiento. En un momento de crisis del ocio cinematográfico, con una brecha generacional enorme y los nuevos modelos de negocio. Un escenario en el que cada vez se juega más con la nostalgia. Hace poco hablaba de la sobredosis de nostalgia que estamos viviendo a cuento de mi crítica de It. Spielberg no cree que haya que renunciar a ella pero no puede ser la base de todo. Por otra parte, está su juego entre imagen real y virtual: la pirotecnia de efectos especiales y planos frenéticos -así lo rueda- no está reñida con el sosiego de un gesto. El director reivindica el poso, la profundidad, la tranquilidad -así rueda el mundo real- sin tener que renunciar a lo vertiginoso. Un compromiso entre lo virtual y lo real.

Hay una clara defensa de las decisiones artísticas frente a las puramente empresariales. El genio informático, brillantemente interpretado por Mark Rylance, desprecia las ideas de negocio del villano, y gran parte del argumento reside ahí. El talento, la imaginación, la pasión; frente al producto calculado de una corporación gris y mecanizada de tiempos modernos. IOI puede ser Disney masticando otro producto Marvel con batallones de artesanos deshumanizados, usados como números. Calculando solo costes y beneficios. La misma Disney que no ha permitido a Spielberg usar elementos de Star Wars aquí. Cuando la franquicia dependía de su creador, Lucas, los guiños de Spielberg a Star Wars eran constantes. Es paradójico que en la película de las referencias no pueda hacerlo. Quizá Spielberg piensa en Lucas y Disney cuando se habla de arrepentimiento de haber firmado. Hay que decir que finalmente Spielberg se desdijo y explicó que habían tenido lo que habían pedido, pero si habéis visto la película habréis comprobado que la presencia es mínima.  

megacorporacion

Netflix

Lo bueno de las películas con ideas tan primordiales es que te dan para hablar de lo que te apetezca e interpretarlas como mejor te convenga y si yo quiero ver aquí una crítica a Netflix os la cuento sin problemas. Me amparo, además, en que Spielberg acaba de calificar la plataforma como un peligro para el cine

No puedo evitar ver la poderosa megacorporación del entretenimiento IOI como una metáfora de Netflix y a su Nolan Sorrento como una sombra de Reed Hastings. Lo veo especialmente en esa escena en la que quiere ganarse al héroe haciéndole creer que comparte su pasión por la cultura pop (y en su lugar tiene a un equipo de asesores chivándole todo). Me recuerda mucho a las calculadas promociones amigables de Netflix, amantes de la nostalgia friki, o al propio Hastings haciéndose el simpático con Paquita Salas

En cualquier caso, con Netflix o sin él, no es difícil ver una lucha entre los cineastas y la industria. No me cuesta pensar en Alex Garland disgustado porque su película, Aniquilación, no se verá en cines fuera de EEUU. Por último, la decisión final que toman los protagonistas para dar un respiro al mundo real, me hace pensar en un llamamiento a la concordia entre cine en casa y cine en salas: hay espacio para los dos. Un compromiso entre el mundo real y el virtual.

Ready Player One como cine y punto

He hablado de muchos aspectos de la película, sobre todo como artefacto, pero vamos a lo más puramente cinematográfico. Spielberg rueda como siempre, se mueve mejor en la imagen real pero tampoco se pierde en la virtual, con la que ya tiene experiencia también. Recurre a sus típicos planos de gente observando y animando, siguiendo embobados la acción, su tradicional espectador dentro de la película. Creo que abusa un poco, porque muchas veces está algo forzado.

Su estética recuerda un poco a su Minority Report. Algunas pantallas parecen salidas del mismo fabricante. La ambientación es más cercana a nuestros tiempos, menos fantástica. El interior de Oasis recuerda un poco más al mundo de IA, con efigies espectaculares y mucha artificialidad.

Me falla un poco el suspense. Me falta algo tan sencillo como la eficaz frase “Si te matan en Matrix, mueres en el mundo real” o tener un villano que realmente dé miedo. Todo es tan lúdico que no termino de sentir la tensión. Me funciona, eso sí, como aventura ligera. La historia no deja de ser un Charlie y la fábrica de chocolate digitalizado. Entro en las emociones de lucha colectiva pero me falta ponerme un poco nervioso. No pasa nada si te pilla King Kong. La pienso más que la vivo. Quiero comentar un tweet que le he leído a Angel Sala, el director del festival de Sitges:

Estoy de acuerdo en parte. Creo que la película tiene todos esos elementos propios de Spielberg, pero también creo que no está a la altura de ninguno de ellos. Comparación odiosa, lo sé, es poner el listón al máximo, pero creo que es necesario señalarlo. Tiene muchas de las mejores cosas del genio, lo que la convierte en una película excelente, pero en ningún ámbito es de lo mejor que ha hecho. Si acaso, en esa maravilla de homenaje increíblemente mimético a El Resplandor.

Eso sí, es su mejor trabajo en mucho tiempo. Es aparentemente más lúdica y ligera que algunas de sus últimas películas, de temática y gesto más serio, y sin embargo, esta es mucho más poliédrica y profunda. Invita a pensarla y repasarla. También te invita a dejar un rato el Twitter y dar un paseo. Que sí, que es genial, pero luego seguirá ahí, no te preocupes. Es el consejo de un veterano que sabe de lo que habla. Es un padre guiando a su hijo, al tiempo que le escucha. La mayoría de las películas de Spielberg tratan sobre padres e hijos, en esta el padre es él. El hijo puedes ser tú.

Ready Player One

Media Flipesci:
7.6
Título original:
Ready Player One
Director:
Steven Spielberg
Actores:
Tye Sheridan, Olivia Cooke, Ben Mendelsohn, Lena Waithe, T.J. Miller, Simon Pegg, Mark Rylance
Fecha de estreno:
28/03/2018