Reseña de Los exámenes
En Los exámenes el director rumano Christian Mungiu (4 meses, 3 semanas, 2 días y Más allá de las colinas) hace un retrato de la sociedad rumana a partir de un suceso violento que desencadena una sucesión de acontecimientos. Todo comienza cuando Romeo, un respetado doctor, recibe la noticia de que su hija ha sido víctima de un intento de violación. Todo esto ocurre a pocos días de que la joven, una brillante estudiante, se tenga que presentar a los exámenes de graduación, en los que necesita sacar una buena calificación para optar a una beca que le permitirá estudiar en Inglaterra. El padre tiene miedo de que su hija no supere el trauma de lo ocurrido impidiéndole lograr la nota necesaria, así que intentará buscar una solución.
Lo importante está en los márgenes
Los exámenes comienza de una manera muy limpia, con los roles y situaciones muy definidas; pero poco a poco todo comienza a enturbiarse. Aunque el hecho violento es el desencadenante de todo lo que vemos y todo orbita a su alrededor, Mungiu no se centra en él, en por qué se ha producido o quién es el culpable. La mirada del director se posa en el sistema corrupto. Un extraño concepto de amistad y cadena de favores enmascara la corrupción. Todo está manchado por esa práctica: la educación, la policía, el sistema sanitario… nada escapa. La sociedad lo asume como algo normal esa práctica permitiéndole extenderse como un cáncer. Hemos dicho que Mungiu retrata la sociedad rumana, aunque igual no hace falta irse tan lejos para ver reflejada la realidad cotidiana. Quizá sólo se trata de la condición humana.
Mungiu no juzga a Romeo de manera explicita. Incluso algunas de las decisiones que toma pueden parecer comprensibles de forma aislada; pero es una mala decisión, tomada por lo que parece una buena razón, la que desencadena una desafortunada reacción que acaba ensuciando a todo el mundo. En apenas dos horas, un guión muy bien construido condensa una gran cantidad de ramificaciones, con la constante sensación de que la espada de Damocles cuelga de un hilo demasiado fino; pero Mungiu consigue ir abriendo en los diferentes frentes dramáticos sin que unos aplasten a otros, al contrario, se van complementando y se apoyan mutuamente para ir elevando el mensaje. Un mensaje que, siguiendo la costumbre del cine rumano, está escrito en los márgenes de la acción. Unos pequeños giros hacia thriller, a su manera, representados por un desconocido arroja piedras a la ventana de Romeo, refuerzan lo amenazante de ese mensaje y ayudan a mantener el interés de Los exámenes.
Un estilo conocido
Mungiu dirige Los exámenes con su estilo habitual. Un estilo simple y directo, cámara en mano, que recuerda a los primeros Dardenne en su búsqueda de realismo. Música diegética escogida con ironía -suena tres veces el aria Ombra mai fu de Handel, una canción sobre el placer y tranquilidad del entorno-, y buenas actuaciones, destacando Adrian Titieni en su interpretación de hombre con carácter siempre a punto de derrumbarse.
Lo peor de Los exámenes es que de tanto usarlo –Porumboiu, Puiu o el fallecido Nemescu entre otros- es un estilo que está empezando a convertirse en una fórmula. Se han visto tantas películas siguiendo las directrices de lo que se llamó el nuevo cine rumano que quizá hay una cierta sensación de hastío. Sin embargo, no todos utilizan la fórmula de la misma manera y, aunque haya perdido su capacidad de sorpresa, Mungiu sigue haciendo muy bien lo que sabe hacer y Los exámenes es otra prueba de ello.