Decía Norka Chiapusso en la entrevista que se le hizo hace unos días que ojalá la gente se cogiera vacaciones para poder disfrutar de todo lo que dFeria ofrece, de todas sus disciplinas y propuestas. Pues sí, ojalá… Lamentablemente, horarios laborales y algún que otro compromiso hacen imposible, para un servidor, ver todo lo que se programa en la Feria de artes escénicas de Donosti. Con ello, y a pesar de todo, la selección realizada y los espectáculos vistos son variados y diferentes entre sí, con algún que otro altibajo, sin duda, pero siempre interesante. Qué le voy a hacer, soy bastante fácil en este aspecto.
Vamos, pues, con lo visto en dFeria 2017.
‘Tiempo‘, de Teatre de Guerrilla
No os voy a engañar: reconozco que a Jorge Sanz (a quien le queda una hora y media exacta de vida, según nos cuenta la obra) nunca lo he tenido como un gran actor. El caso es que no sé si ahora, con la edad que ya tiene y con una buena trayectoria a sus espaldas, verle sobre el escenario ha hecho que cambie de opinión sobre él. Incluso en ciertos momentos llegó a recordarme a grandes cómicos de la talla de José luis López Vázquez, Alfredo Landa o Fernando Fernán-Gómez (por supuesto, salvando las distancias, pero le vi maneras). Ay, el teatro…
El texto de Tiempo es divertido y ágil, a lo que ayuda la sencilla puesta en escena (una serie de sábanas verticales y una cuenta atrás de hora y media que cada poco se proyectaba sobre el fondo del escenario) y la dirección de Ramón Fontseré, actual director de la mítica compañía Els Joglars, donde -no podía ser de otra manera- no faltan puyas a la monarquía, a algunos políticos y por supuesto a Jordi Pujol (siendo esto marca de la casa, aunque en este caso en bastante menor medida de lo habitual), a España y a nosotros, los espectadores. Una reflexión sobre la vida, sobre lo que somos, o sobre lo que hemos sido, o sobre lo que seremos… es decir, nada. Pequeñas motas de polvo, quizá. El Tiempo, inexorable, es lo que tiene: no deja pasar ni una.
En definitiva, una estupenda obra de teatro que aunque en algunos momentos le falta cierta originalidad por los lugares comunes que visita, es un montaje ameno y que invita a la reflexión.
‘El árbol de Hiroshima‘, de Kabia Teatro
Un hombre quiere suicidarse colgándose de un árbol solitario en un bosque lejano, mientras se acerca una tormenta. El propio árbol, con forma humana, y la magia existente en el lugar, harán que, quizá, el suicida se piense más de una y más de dos veces alcanzar su objetivo final…
La propuesta de la compañía vasca Kabia Teatro goza de una originalidad y un humor especial con este pequeño montaje que nos atrapa y nos lleva de la mano en el viaje que los dos protagonistas comparten. Bueno, el tercer personaje es la propia Naturaleza, con sus sonidos, sus canciones, sus susurros. Un viaje a la esperanza y un canto, ¿por qué no?, a la amistad. Siempre puede surgir hasta en las condiciones más adversas, cuando y donde menos lo esperamos.
En apenas quince minutos se nos cuenta una bonita historia llena de magia y sonidos sugerentes, con una escenografía y un vestuario preciosos, sin mayores complicaciones, centrándonos en los tres personajes comentados. La gran pega es precisamente su duración, algo escasa. Aun así, todo lo demás, consiguen un resultado más que digno. Como curiosidad, decir que los actores de Kabia, al acabar la función y tras recibir los aplausos del personal, dedicaron la obra a Miren Gaztañaga, «actriz a la que admiramos y queremos mucho», comentario realizado al hilo de toda la polémica surgida por unas palabras de Gaztañaga en un programa de ETB.
‘The Primitals‘, de Primital Bros & Yllana
Para un servidor, un espectáculo de Yllana es valor seguro para pasar un buen rato y ver un espectáculo bien montado y entretenido. Evidentemente no todo lo que hacen tiene el mismo nivel, pero aun así los resultados son más que satisfactorios. En esta ocasión, la alianza de Yllana con Primital Bros no iba a ser menos.
Una tribu de cuatro componentes nos contará su propia historia, llena de ambición, sueños, envidias y traiciones… Muy shakesperiano todo. Pero por supuesto, muy divertido. Y todo a base de canciones a capela, todas ellas muy conocidas, que hicieron que en no pocas ocasiones nos quedáramos con la boca abierta. Desde Eurythmics hasta Queen, pasando por un gran popurrí de John Williams… Himnos del pop, del rock e incluso de la ópera (fue éste uno de los momentos más celebrados). A todo ello hay que añadir un maquillaje fantástico, una puesta en escena sencillísima (un trono tribal y nada más) y juegos con el público (un espectáculo de Yllana sin juegos o guiños directos al público no sería un espectáculo de Yllana). ¿El resultado? Mucha diversión y muchos aplausos.
Al acabar el espectáculo, y justo antes de un bis muy solicitado, los componentes de Primitals pidieron un momento para poder hablar: mencionaron que la duración original de la obra de teatro es de una hora y media, pero que por compromisos con dFeria se habían visto obligados a reducirlo a una hora (aunque la duración final resultó ser de hora y veinte, aproximadamente), dejando patente su protesta sobre dicha reducción y comentando que «el arte no es como un trozo de embutido con el que se pueda comerciar», haciendo ver así que el Arte es lo que es y la creación debe mantenerse y respetarse.
‘Medea’, de Pilar Távora
Adaptando las obras de Séneca y Eurípides, en Medea se cuenta una historia trágica, como mandan los cánones. ¿Clásica? Según las bases sí, pero lamentablemente con muchos puntos en común con la actualidad mediterránea que se vive cada día. Es, por tanto, una historia inmortal y universal, más allá de lo que el propio término significa.
Con una puesta en escena que nos traslada a los puertos, a las intimidades de una pareja o a la cruel zona que supone una frontera con muros impenetrables, la producción de Pilar Távora mezcla partes teatrales con otras (la mayoría) puramente flamencas, llenas de dolorosos cantes y apasionantes -y apasionadas- danzas, que por parte de los bailaores María Távora y Jesús Herrera como los protagonistas de la historia, sobrecogen en varios momentos. Ahora bien, también es fácil salir y desconectar de la historia o de lo que los espectaculares zapateados quieren transmitir, a menos que uno sea un verdadero apasionado de este arte, claro. Esa es la gran pega del montaje. Por lo demás, sin duda las grandes bazas de esta Medea son sus aires clásicos y sus dos protagonistas, ambos con gran fuerza en escena.
‘Inestable‘, de Sutottos
Dos chicos argentinos (quedémonos con este detalle) comparten sus miedos y paranoias entre sí. Cualquier minucia puede hacer saltar la chispa del miedo y volverlos aún más locos de lo que están. Un cambio tras otro en los personajes, regresiones a la infancia, apertura de puertas que se creían cerradas… Un psicoanálisis mutuo llevado al extremo con el que se intentarán sobrellevar todas esas cosas lo mejor que se pueda.
Decía al principio del comentario sobre esta pieza que nos quedásemos con el detalle de que son argentinos porque evidentemente los temas que tratan siempre se han asociado mucho a los argentinos… Pues bien, lo que hacen los dos componentes de Sutottos, autores del texto y también directores de la obra, es elevar todo al cubo, llegando a molestar en cierto grado con sus gritos y sus locuras. Es cuando rebajan el tono y se tranquilizan cuando la obra gana enteros pues supone un respiro para el espectador y donde se ve lo más interesante de su trabajo.
Otro de los puntos a favor es que se nota que los dos actores hacen un buen trabajo, transmitiendo que se lo pasan bien y que disfrutan con su propio texto (cosa que el espectador siempre nota, y de qué manera, desde su asiento). Con todo esto, resulta ser una obra llena de altibajos, esforzándose en querer producir una risa continua con sus situaciones y comentarios surrealistas. Esto, unido a lo referido de que se pasan de rosca queriendo exagerar todo en exceso, es el espectáculo que menos he disfrutado.