Una de las noticias que marcó el comienzo de esta edición Heineken Jazzaldia fue la reducción de aforo de la Plaza de la Trinidad. Una medida que provocó que fuese más difícil conseguir entradas (o invitaciones) pero que permitió ver los conciertos con más comodidad y, sobre todo, seguridad. Una medida que algunos veníamos pidiendo hace tiempo y que, ahora que ha llegado, aplaudimos y agradecemos.
En lo estrictamente musical, la oferta ha sido tan variada como interesante, proponiendo nuevos escenarios (muy celebrado el de Alderdi Eder) y con nombres de perfil muy alto de ayer y de hoy en los concierto de pago (desde Wayne Shorter a Kamasi Washington) y de perfil más bajo en los gratuitos. Seguramente no tan buena como la valoraban desde la organización («la mejor de la historia» según su director Miguel Martín), pero sin duda una buena edición para un festival totalmente consolidado y que es toda una referencia en el verano donostiarra. Hay cosas que mejorar como esos conciertos que un día son de pago y al otro son gratuitos, pero vamos a quedarnos con las cosas positivas que fueron muchas y mayoritarias.