Iñaki Ortiz GascónLa gran enfermedad del amor
Kumail Nanjiani cuenta su historia real en esta película autobiográfica, que escribe e interpreta. La cuestión de fondo es tan vieja como el drama: los padres de él quieren concertarle un matrimonio con una paquistaní y él está enamorada de una chica americana. El choque cultural de una familia paquistaní tradicional en los Estados Unidos del siglo XXI. Esta historia tan clásica tiene un barniz de historias de nuestro tiempo, de la globalización. El protagonista no es el típico taxista paquistaní. Lleva un Uber. Amazon Studios está detrás de la película. Con eso ya tenemos a dos megacorporaciones que amenazan con destruir el ecosistema local representadas en la película. Kumail ya no reza. Confiesa que en lugar de ello juega a videojuegos. La impresión que transmite la película es que es difícil tener unas tradiciones religiosas al tiempo que un móvil en el bolsillo.
La relación romántica tiene los típicos toques de humor antiromántico de las comedias de la factoría Apatow, productor. Amor indie. Quedar para ver un clásico de terror. Una batería de disparos pop –El coche fantástico, Hugh Grant, Expediente X... En los tiempos de Tinder, las situaciones en las que quizá no se vuelven a ver no dan vértigo. Aquí ella simplemente usa su app de Uber para estar con él. Una relación de hoy, que es como las de antes pero siendo más bobos, y con la estupidez uno siempre se puede identificar. Una relación simpática. Una película simpática.
Tiene todos los ingredientes para seducir al público. Es indie pero muy accesible. Tiene humor negro y mucha ironía pero interiormente es pura ternura. Te puede soltar una carcajada y también una lágrima. Y lo más atractivo: es una película que ya has visto.
El mayor valor de que el protagonista cuente su historia es que tiene cierta imagen de tipo común. Me lo creo conduciendo un Uber. Aunque se agradece también el carisma de Holly Hunter que eleva la película. Zoe Kazan hace un personaje adorable, con chispa. Lo peor seguramente son los momentos de abrir el corazón ante un público, escenas tan del gusto de los americanos que siempre me resultan insufriblemente sonrojantes.
