Reseña de Star Wars VIII – Los últimos Jedi
La leyenda
Vuelve la Navidad y con ella vuelve Star Wars. Las dos igualmente cargadas de reencuentros, luces de colores y peluches para los más pequeños. Vuelve Star Wars y lo hace de la mano de Rian Johnson, un nuevo director para la saga, del que disfrutamos sus notables Brick y Looper. Vuelve Star Wars y con ella los interminables debates sobre que episodios son mejores que otros, sobre si merecía la pena alargar la trilogía original, sobre la influencia de Disney en la nueva saga. Vuelve Star Wars y vuelven todas estas cosas amplificadas por el factor de la leyenda. Ese factor que hace que se exageren sus aciertos y sus errores, que todo se convierta en hiperbólico y exagerado. Curiosamente la leyenda, ese concepto de leyenda, es la base argumental sobre la que se mueve el Episodio VIII, el de Los últimos Jedi.
La leyenda de la que habla el Episodio VIII es la de los Jedi. Vanagloriados por mucha gente en esa galaxia muy muy lejana, pero también criticados por otros como portadores de una ideología estúpida y causante de la creación del lado oscuro, los Sith o la Primera Orden. Los conceptos de los Jedi si son mal entendidos pierden su sentido y sólo queda una leyenda brillante que esconde sus errores y oculta sus auténticos valores. Algo parecido le pasa a la saga cinematográfica. Eso sí, hay que tener claro que cualquiera no es leyenda, para serlo hay que haber hecho algo grande antes.
La nostalgia
Claro que otro problema de las leyendas es que provocan nostalgia. Una nostalgia a veces exagerada que nos impide avanzar. Por eso cuando Kylo Ren dice en un momento “Es hora de dejar morir a lo viejo” no puedo evitar pensar que Rian Johnson, que además de director es guionista, está hablando de la propia saga. Porque no hay duda de que esta película tiene mucho de eso, de matar el pasado. Los últimos Jedi quema muchas cosas, da el carpetazo a muchas historias y responde de manera definitiva muchas preguntas. Es decir, marca una nueva línea de salida para un Episodio IX que tendrá mucha más libertad de movimientos. Y harán bien en continuar con algunas de las líneas que esboza esta película, porque hay momentos gloriosos en Los últimos Jedi. Por ejemplo ese tramo final trepidante e interesante como hacía tiempo no veíamos en la saga, o todo el fondo dramático del triángulo entre Luke, Ren y Rey.
Hay un momento en el que Luke Skywalker le enseña a Rey el concepto de la fuerza. Ella, con los ojos cerrados, va enumerando las cosas que percibe a su alrededor: frío y calor, paz e ira, luz y oscuridad, muerte y vida… entre todas ellas un equilibrio. Eso, le viene a decir Luke, es la fuerza. Ese equilibrio entre las cosas es lo que tenía la saga original. Aventuras, amor, acción, drama, fantasía, valores…y en medio de todas ellas el equilibrio que da una buena historia. Esa era su fuerza. Todo se equilibraba para no perder el ritmo de la narración, para no aburrirnos jamás. Por eso se convirtió en leyenda.
La esperanza
El problema de Los últimos Jedi es que no tiene ese equilibrio. Hay humor, a veces muy fino y resultón -la nave plancha, la socarronería de Leia- pero hay momentos en que el exceso de chistes y la búsqueda constante de la frase ingeniosa lastran el ritmo. Hay, también, un exceso de líneas argumentales que no siempre funcionan igual. Ya hemos dicho que el triángulo Rey/Ren/Skywalker es de lo mejor de la saga; pero la que protagonizan Flinn y Rose (personaje nuevo) lo único que aporta es ruptura de ritmo, cursilería y un discurso social simplón metido con calzador. Esa línea argumental cortada de un tijeretazo no sería ninguna pérdida para la película. Aunque peor que eso son los insertos de product placement muñequil. Hay todo un desfile de peluches, muñequitos y juguetes varios cuyo único objetivo es servir de anuncio para la próxima carta a Papá Noel o de reclamo en el siguiente Happy Meal.
Esta nueva Star Wars trata de agradar a todos lo públicos: niños, jóvenes y adultos. Es más respetuosa con los géneros, con las razas y con el discurso; pero en esa búsqueda de la complacencia ha perdido equilibrio, frescura y naturalidad. Se le nota la fórmula. Se nota a quién están pensando complacer en cada secuencia. Un poco de nostalgia, un poco de rupturismo, un guiño a los jóvenes, un mucho de merchadising, un poco de discurso social, un reclamo para el mercado asiático, un mayor protagonismo de las mujeres… Es cerebral donde antes era pasional, es una fórmula donde antes era sorpresa.
Sin embargo, como dice Leia, la esperanza es como el sol, si solo crees en él cuando lo puedes ver, nunca pasarás la noche. Así que yo mantengo la esperanza, porque Los últimos Jedi tiene secuencias espectaculares que me hicieron disfrutar como un niño en la butaca; tiene un elenco de un nivel altísimo (y luego a Mark Hamill) que pueden sacar chispas de sus personajes; ha dejado de repetir algunos esquemas y, a la vez, ha recuperado la esencia de otros. Crucemos los dedos para que el Episodio IX escoja el camino de la luz que indica este episodio y no la oscuridad de una película demasiado complaciente y rendida al objetivo de vender muñecos.