FUE LA MANO DE DIOS de Paolo Sorrentino

Veinte años después de haber estrenado en el Lido su ópera prima Un hombre de más, Paolo Sorrentino, uno de los sospechosos habituales de Cannes, vuelve al festival de cine más importante de su país con Fue la mano de dios, su película más personal y emotiva. Como si Sorrentino al que tantas veces se le compara con Fellini, hubiera intentado hacer su propio Amarcord.

Producida por Netflix y partiendo de hechos de su propia vida, Fue la mano de dios es el coming-of-age de Fabietto, un joven de 17 años en el Nápoles de los 80, al que la vida le cambia de forma radical por un par de eventos significativos: primero la llegada de Diego Armando Maradona al club de fútbol de la ciudad que cambió la percepción de la misma, de sus habitantes, de su equipo y del fútbol italiano en su conjunto hasta entonces siempre dominado por el poderío económico de los equipos del norte. Porque efectivamente la mano de dios del título, hace referencia a uno de los goles más famosos de la historia del fútbol, el del Argentina – Inglaterra del Mundial del 86. Más tarde, un hecho familiar trágico de alguna manera relacionado con el primero, le obligará a empezar a tomar las riendas de su vida antes de lo previsto.

La película es esencial e inevitablemente subjetiva. No sólo como es lógico por su punto de vista tratándose de una película autobiográfica. También por el registro que utiliza Sorrentino a lo largo de su metraje. Por su tono. Empieza muy napolitana. Italiana del sur. Tirando del tópico. Pero si lo hace un director local se lo compramos. Y le aplaudimos. Sorrentino conoce mejor que nosotros cómo era su ciudad natal y su vida en esa época. Vitalista, caótica, atropellada, veraniega, excesiva, exuberante, sin reglas y sin ley. En oposición a los austro-húngaros del norte como dicen en la propia película. Con el retrato divertido de una extensa familia italiana llena de personajes a cada cual más especial. Pero mediada la película, a partir de ese hecho trágico que marcará las vidas de sus protagonistas, se va volviendo retraída, íntima, reflexiva y también emotiva, como su protagonista, su luminosa paleta de colores se vuelve menos brillante, mientras muestra su descubrimiento del cine y su decisión de convertirse en director de cine en un futuro, gracias a la intervención de una musa y de un mentor.

Y Fue la mano de dios es además un homenaje a Nápoles, la ciudad natal de Sorrentino, demostrando que es posible hacerlo sin caer en la imagen de postal, en la promoción turística, sino transmitiendo su espíritu y en la que no había vuelto a rodar desde su primera película, la mencionada Un hombre de más,

EL PODER DEL PERRO de Jane Campion

Tras 12 años apartada de la dirección cinematográfica, desde Bright Star sólo había dirigido algunos episodios de la serie televisiva Top of the Lake, la australiana Jane Campion vuelve con la adaptación de El poder del perro de Thomas Savage, protagonizada por Benedict Cumberbatch, Jesse Plemons, Kirsten Dunst y Kodi Smit-McPhee.

También producida por Netflix y ambientada en Montana en los años 20 del siglo pasado, El poder del perro es un magnífico western entre épocas, cuando el western deja de ser de frontera y pasa a ser de asentamiento. Cuando no hay terrenos que explorar, ni indios a los que combatir, sino granjas que gestionar y negocios que atender. Cuando los automóviles empiezan a sustituir a los caballos como medio principal de transporte.

Phil (Benedict Cumberbatch) y George (Jesse Plemons) Burbank son los propietarios de un inmenso rancho con miles de cabezas de ganado. Hasta este momento han formado un equipo perfectamente compenetrado. Phil es carismático, brillante, testarudo y se resiste a aceptar el cambio que viene. George es pragmático, discreto, amable y es consciente de que es mejor pasar página al pasado y abrirse al futuro. Por ello, cuando tiene oportunidad se casa con Rose, la viuda del pueblo y madre de Peter, un joven sensible, afeminado y completamente fuera de lugar en el rudo ambiente de un rancho. Este matrimonio desatará un tenso conflicto entre los hermanos, formando un inquietante triángulo de relaciones que reavivará en Phil la nostalgia por el pasado y por la relación de ambos hermanos con Bronco Henry, un antiguo mentor, y que acabará complicándose con nuevas formas cuando surja una sorprendente y ambigua relación entre dos personajes supuestamente tan opuestos como Phil y Peter.

Campion decide contar esta historia partiendo de eventos puntuales que marcan la personalidad y la evolución de los personajes sacrificando la fluidez narrativa. El poder del perro se estructura en eventos de gran fuerza narrativa a pesar de su apariencia de cotidianidad, en episodios puntuales que marcan la narración. Ya sea el simple hecho de que el marido ayude a su esposa en las tareas del hogar, la provocación de un banjo que replica a un piano o en la forma más sensual imaginable de acariciar una silla de montar. Y todo ellos en los impresionantes paisajes de Montana y con la banda sonora del siempre brillante, sugerente y evocador Jonny Greenwood.

THE CARD COUNTER de Paul Schrader

Coproducida por Paul Schrader y Martin Scorsese y protagonizada por un contenido Oscar Isaac, Tiffany Haddish, Tye Sheridan y Willem Dafoe, The Card Counter es un magnífico thriller a fuego lento, pero intenso sobre un personaje en busca de su redención, como ya ha ocurrido otras veces en el cine escrito y/o dirigido por el cineasta estadounidense.

Su protagonista es William Tell, ex interrogador militar estadounidense en Ia cárcel de Abu Ghraib en Irak, reciclado como jugador de cartas profesional que se dedica a recorrer la América profunda de casino en casino. Cuando en su periplo se encuentre con el hombre al mando en aquellas operaciones en el ejército y el hijo de uno de sus compañeros con ansias de venganza volverán los fantasmas del pasado.

Nocturna, misteriosa, tranquila, intensa, contenida, con una atmósfera sugerente y atractiva que atrapa gracias a la fotografía de Alexander Dynan y la banda sonora y las canciones de Robert Levon Been , Schrader se centrará en el conflicto de su protagonista. Un hombre autoconvertido en una especie de fantasma que se dedica a ganar cifras de dinero discretas pero suficientes para sobrevivir en los juegos de cartas en los que participa para no llamar la atención y que evita dejar huellas cubriendo de forma compulsiva los muebles de las habitaciones de los moteles en los que se aloja, obligado a reaccionar ante los deseos de venganza de su joven compañero de viaje.

Tras la vuelta al gran cine que supuso El reverendo (First Reformed) para Paul Schrader en The Card Counter vuelve a demostrar que a los 75 años sigue en plena forma. Bienvenida sea.