Vamos con la primera crónica del Festival de Cine y Derechos Humanos de San Sebastián. Dos películas interesantes para empezar y otras dos que me han resultado decepcionantes.

Freedom for the Wolf se fija en falta de libertad de diferentes tipos en varios lugares del planeta. Lo llama “democracia iliberal”. Peca un poco de abarcar mucho y apretar poco. Hay unas ideas generales pero deja un poco con las ganas de ahondar en cada uno de estos episodios. Por lo demás, algunas de esas ideas generales que deja son interesantes. La idea de que la gente lucha por la libertad cuando se materializa en cosas concretas, no como conceptos abstractos. El peso del bienestar a través del consumismo que ciega ante los recortes de libertad -esto se ve en varios de los episodios pero especialmente en el chino, en el que una chica está indignada porque los manifestantes no le permiten ir de compras.

El director es Rupert Russell, el hijo del explosivo Ken Russell. Es sociólogo y se nota en la manera que aborda el tema, con los puntos de vista de otros sociólogos y buscando la raíz conceptual del problema, más que la documentación de los hechos. La factura es estupenda, con imágenes elegantes y contundentes. Y descubre algunas cosas menos conocidas, como la deriva nacionalista en India o la prohibición de bailar en Japón en 2010. Por cierto, en mayor o menos medida, muchas cosas son extrapolables a España, un país en el que ayer mismo la policía requisaba ropa amarilla y carteles con la palabra “libertad”.

Una grata sorpresa este largometraje tunecino. No conocía a la directora Kaouther Ben Hania, aunque este ya es su tercer largometraje de ficción. La película está dividida en 9 capítulos conformados por un plano secuencia cada uno y el acabado es excelente. No son planos artificiosos, no restan ritmo ni fuerzan la puesta en escena. Además, hay varios momentos de precisión en la manera de rodar que te hace olvidar que es un plano sin cortes. Por otro lado, hay un cuidado trabajo de color para conseguir que el azul sea el predominante, tanto por la iluminación como por la dirección artística o el vestuario. Es importante también quién va de azul y quién no. La fotografía es estupenda, dentro de esa artificialidad fría buscada.

Pero dejémonos de virtudes técnicas. Beauty and the Dogs es una película que hiela, que angustia. Tiene momentos casi de terror con la aparición de los violadores. La persecución constante y la sensación absoluta de que la protagonista no tiene a dónde escapar. Una pesadilla kafkiana en la que quien tiene que prestarte ayuda está en tu contra. Una historia que, desgraciadamente, se basa en hechos reales. La lucha de una mujer por defender sus derechos mientras el sistema culpa a la víctima.

Alicia
4.8

Me he salido pronto de la película, así que podéis pasar a la siguiente.

¿Os quedáis? Vale, ya os he avisado que no he aguantado mucho. Veamos. La directora, Maasja Ooms ha seguido el día a día de una niña en un orfanato. Tiene todo el mérito que se le quiera dar y no dudo que sea un relato sincero. Pero creo que tiene un problema que es epidémico en los documentales actuales: le falla la honestidad cinematográfica. Si pretendes trasladar situaciones cotidianas en las que los personajes se comportan de manera natural, el resultado no puede ser una cámara constante sobre ellos. Nadie puede creerse que la actitud de la niña sea real, o mejor dicho, que sea la misma que si no estuviera la cámara. Como en la teoría cuántica, el observador altera la medición. La única manera de luchar contra esto es incluir la cámara dentro de la historia, como un agente más, porque como he matizado, no es que su actitud no sea real, es que es el resultado de ponerle una cámara constantemente. ¿Cómo le ha afectado eso a una niña de un orfanato? Me podría interesar porque sería una aproximación honesta. Eso, u optar directamente por la ficción.

Dejando las teorías aparte, el caso es que no me puedo creer nada, incluso aunque pueda suponer que se parezca a la verdad. Y si el documental se construye por pequeñas vivencias, muchas de ellas puramente cotidianas -costumbristas si se quiere- y parto de la base de que no me las creo, el resultado no puede ser otro que el desinterés.

 

Mira que lo tenía fácil. Un contexto poco conocido para nosotros -el terrorismo en Córcega. Asesinatos, peligro, lucha. Era muy fácil que el resultado, mensaje aparte, fuera como mínimo entretenido. Pero el guión está escrito de una manera absolutamente dispersa, monótona, plana. La película está desbordada de diálogos, como si fuera la única herramienta para transmitir ideas. Los personajes hablan, discuten, filosofan incansablemente para intentar formar un retrato de la situación del conflicto. La estructura y los personajes están completamente descuidados. Anodina.