Ay, pobre Lars. Lo has pasado mal, ¿verdad? Tu carácter, tu maldito carácter, te ha jugado malas pasadas. Has hecho daño y molestado a mucha gente y eres consciente de ello; pero también eres consciente, siempre lo has sido, de que tienes mucho talento y por ahí has encontrado siempre tu válvula de escape. “¡Soy un artista! El arte es provocación, el arte lo justifica todo” y como siempre venía un chaparrón de aplausos a limpiar el reguero culpa te creíste justificado. Como el protagonista de La casa de Jack, que no es difícil de adivinar que se trata de tu alter ego. Porque si algo no es esta película, Lars, es sutil. Incluso repites lo de hacer diagramas explicativos que usaste en Nimphomaniac. Un película, por cierto, que guarda muchas similitudes con esta. La estructura, el color, el oyente/confesor… claro que tiene sentido que no hayas buscado nada nuevo. En La casa de Jack no miras hacia adelante, miras hacia atrás, hacia tu pasado.
El caso es que con esos diagramas y dibujos lo explicas muy bien. El de las farolas es muy didáctico. La culpa que dejas tras de ti, la satisfacción que va menguando y se concentra en una necesidad de empezar de nuevo. Se puede ser depredador o presa, y tú como el tigre que muestras en tu película, naciste depredador. Los corderos, en cambio, nacieron para ser presas pero tienen la suerte de vivir para siempre representados en el arte, aseguras. ¿Es esa tu manera de defenderte antes las acusaciones de maltrato en el rodaje? A mi me ha sonado a algo parecido a “Hola Bjork, no pude evitarlo pero oye, pasaste a la historia del cine y ganaste en Cannes gracias a mi”. La verdad es que no te escondes, no. Pones sobre la mesa, o sobre la pantalla mejor dicho, todas tus miserias, todas las acusaciones vertidas sobre ti: la misoginia, la vanidad, la crueldad, ¡incluso los comentarios sobre nazis! A veces te defiendes, a veces bajas la cabeza, a veces la voz en off de Vergel -ese personaje mitad conciencia, mitad guía- te da un rapapolvo severo. Más allá de depredador o presa, lo que es seguro es que tu mayor instinto es el de cineasta, e incluso para exorcizar tus demonios has recurrido a hacer una película.
Eso si, incluso en una película tan cruel y dolorosa (por lo que vemos y por lo que tiene de autoinmolación) no has perdido tu sentido del humor. Reconozco que me reí mucho con la secuencia del Trastorno Obsesivo Compulsivo de Jack en el segundo asesinato. Pero mucho, ¿eh?. También me reí en otros momentos de humor negro (no sé lo que eso dice de mi, pero yo no pienso hacer un ejercicio público de autoanálisis como el tuyo). La verdad es que has sabido aprovechar la vis cómica de Matt Dillon. Eso te lo reconozco. Bueno, en realidad te reconozco muchas más cosas en esta película. Visualmente está muy bien trabajada, me gusta esa textura rugosa como de página de periódico de sucesos, y tienes un control del ritmo envidiable. Así, entre tú y yo, eres un cabrón con talento. Lo he pensado siempre, incluso cuando tus películas no me han gustado, que por otra parte es lo habitual en tu filmografía. Lo siento, pero es así, casi nunca he conectado con tu cine. Siempre me ha parecido que tu ansia de provocar lastraba las cosas buenas de tu cine.
Sin embargo esta vez me has ganado, a pesar de ese epílogo final en el que haces evidente, por si alguien no lo había pillado, que Vergel es Virgilio y que estás bajando a los infiernos. Un epílogo que me sobra, aunque entiendo que necesitaras lucirte con la recreación La barca de Dante de Eugene Delacroix y que ese “te esperan un par de círculos más arriba” es un claro mensaje de “yo tengo mis pecados, pero hay cosas peores”. Me sobra incluso si se trata de una despedida, ya sea total o sólo del “viejo Lars Von Trier”. Pero como decía, a pesar del epílogo me gusta la película. Me entretiene, me divierte, me asquea y me estimula. Me hace pensar en el cineasta detrás de la cámara y esta vez, a diferencia de las anteriores, no tengo que hacer el esfuerzo de separar autor de obra. Porque otras veces, lo reconozco, tenía que hacer el esfuerzo de tratar de juzgar las películas sin pensar en tus ganas de provocar, en tus numeritos en las ruedas de prensa, en tus declaraciones y manifiestos. También reconozco que no siempre lo logré y tras ver La casa de Jack creo que eres consciente de que esa necesidad de provocar te convirtió en presa y no en depredador. Esta vez no, esta vez me has convencido. Has construido una gran película con tus pecados. Has usado el material que tenías a mano aunque no fuera el más agradable. Ojalá no hagas caso a la canción final, Hit the road Jack, y tú si vuelvas. A ver si ahora, libre de demonios, podemos llevarnos mejor.