Antes de conocer el palmarés de la 72 edición del Festival de Cannes vamos a hacer un repaso de las películas que optan a la Palma de Oro y que no hemos desarrollado en nuestra cobertura del Festival.
Les Misérables, de Ladj Ly
Tres policías son los protagonistas de Les Misérables, la ópera prima de Ladj Ly basada en su cortometraje homónimo nominado a un César. Esta película francesa es una crónica del difícil equilibrio entre la policía encargada de mantener la paz y el orden y las distintas comunidades que habitan en el barrio multicultural, multirracial y multirreligioso en el que se desarrolla.
Les Misérables arranca con un acto de celebración patriótica: la victoria de la selección francesa, también multicultural y multirracial, en el último mundial de fútbol. Pero tras ese despliegue de la bandera tricolor y de ‘Vive la France’s, la realidad es más compleja.
Los primeros dos tercios de Les Misérables los ocupa el primer día de Stéphane (Damien Bonnard) un policía de origen rural en una unidad de la Brigada Anti Crimen de Montfermeil en los suburbios de Paris, en compañía de Chris (Alexis Manenti), el responsable de la unidad, y de Gwada (Djibril Zonga), originario del barrio. Con un estilo casi documental, enérgico y contundente, en el que prima la cámara en mano y abundantes planos rodados desde drones, que por esta vez tienen su sentido narrativo y dramático, Les Misérables muestra los esfuerzos del trío protagonista junto a los cabecillas del suburbio para mantener el equilibrio inestable de la vida en el banlieu cuando el aparentemente inocente robo de un cachorro de león en un circo parece encender la mecha capaz de desestabilizar el barrio. Será precisamente ese intento por mantener el status quo, esa solución de compromiso para satisfacción de los poderosos, la que desencadenará un tercer acto más original y revelador, menos realista, pero con mayor carga política y dramática que le da a la película su personalidad y sello diferenciador respecto de otras propuestas similares.
Si bien peca de maniquea y durante gran parte de su metraje no propone nada especialmente innovador, su pulso firme y rotundo y ese tercer acto en el que se revela el alcance de su mensaje político y social, hacen de Les Misérables una candidata a figurar en el palmarés de un jurado presidido por Alejandro G. Iñárritu.
[Carlos Elorza]
Bacurau, de Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles
Como ya hiciera en sus películas anteriores, Sonidos del barrio y Aquarius (Doña Clara), el brasileño Kleber Mendonça Filho, esta vez acompañado en la dirección por Juliano Dornelles, vuelve en Bacurau a retratar la resistencia frente a un liberalismo implacable y devorador de la tradición y el individuo en beneficio del máximo beneficio de los ricos y poderosos.
Pero tanto en su estilo, como en su tono, Bacurau es muy distinta a las películas anteriores del director brasileño. Por un lado, abandona el entorno urbano, para llevar la acción a un pequeño pueblo del sertao del estado de Pernambuco. Por otro, se pasa del drama, coral o personal, al western a la brasileña, recordando al realismo mágico al estilo de García Márquez en su principio, pero que acaba convertido en una película de acción pura y dura, violenta y seca. Y su denuncia se deja de sutilezas y se hace directa y evidente, urgente. Como si Mendonça Filho sintiera que no le queda tiempo que perder, ni de elaborar el mensaje y hubiera llegado el momento de llamar a la movilización.
El director brasileño se la juega en su paso del cine de autor al cine de género, para acabar subvirtiéndolo de forma arriesgada y original, pero también brillante y efectiva y como era de esperar ha recibido una notoria división de opiniones.
[Carlos Elorza]
Atlantique, de Mati Diop
Dato para la wikipedia (y esperemos que algo más): Atlantique es la primera película dirigida por una mujer negra que opta a la Palma de Oro en la historia. Su directora es la franco-senegalesa Mati Diop, una de las protagonistas de 35 shots of rhum de Claire Denis, que tras una exitosa carrera en la dirección de cortos, debuta en el largometraje con esta historia de amor entre dos jóvenes ambientada en Dakar.
Atlantique arranca en un moderno rascacielos en construcción al borde del océano en el que trabaja Souleiman, el joven protagonista, si bien lleva varias semanas sin cobrar. Está enamorado de Ada (Mame Bineta Sade), pero ella en realidad está comprometida con otro hombre por un matrimonio de conveniencia arreglado por sus padres. Ante esta situación, Souleiman tomará una decisión de consecuencias imprevisibles.
Con elementos que recuerdan al cine de la mencionada Claire Denis (la forma en la que están rodando los cuerpos de los jóvenes, la secuencia de la discoteca sin música pero con los juegos de luces aún en marcha) y apuntes en el tratamiento de los elementos fantásticos que traen a la memoria el cine de Jacques Tourneur, Atlantique es una estimulante, aunque no siempre lograda, mezcla de cine de denuncia social y elementos del cine fantástico a la que contribuyen de manera especial la fotografía de Claire Mathon y la banda sonora de Fatima Al Qadiri.
En Atlantique no hay espacio el exotismo africano para públicos del primer mundo. El entorno en el que se desarrolla es urbano y los problemas de los jóvenes son la falta de oportunidades, la necesidad de labrarse un futuro como y con quien quieran/puedan o el encontrar un trabajo debidamente remunerado.
De la mano de Diop, el Océano Atlántico que da título al film pasa a ser un tercer protagonista del mismo, convertido a su vez en válvula de escape frente a una situación injusta, pero también en el origen de los elementos mágicos que asoman en la segunda parte de la película.
[Carlos Elorza]
Sorry We Missed You, de Ken Loach
Con Sorry We Missed You el veterano director Ken Loach, vuelve a concursar por decimoquinta vez en la competición de Cannes, en la que ya triunfó en 2006 con El viento que agita la cebada y en 2016 con su película anterior, Yo, Daniel Blake. En caso de conseguir una tercera Palma de Oro sería el primer director en lograrla.
En esta ocasión, el director británico, con la colaboración de su guionista habitual, Paul Laverty, aplica su ‘tratamiento’ al mundo de los falsos autónomos y en concreto a las subcontratas del sector de la mensajería. Su ‘tratamiento’ porque como en ocasiones anteriores, al tándem Loach/Laverty parece interesarle más provocar la lástima del espectador hacia sus personajes, mostrarlos en su sufrimiento, en lugar de invitar a una reflexión, seguramente más incómoda, sobre las razones que hacen posible esa situación.
En esta ocasión, como tantas veces antes, sus protagonistas son una familia de clase trabajadora (el padre falso autónomo en una empresa de mensajería, la madre cuidadora a domicilio y sus dos hijos) que a pesar de sus esfuerzos y sus horas de trabajo, no consiguen prosperar y a duras penas llegan a fin de mes. Con una puesta en escena directa y funcional, Loach retrata la pelea diaria de la familia por conseguir sobrevivir y cómo esa pelea acaba afectando a la vida familiar en un crescendo dramático que se acaba de descontrolar en un tercer acto en el que se materializan gran parte de las desgracias que la película se había encargado de anunciar previamente.
[Carlos Elorza]
The Wild Goose Lake, de Diao Yinan
El ganador del Oso de Oro en 2014 con Black Coal ha debutado en la lucha por la Palma de Oro -estuvo en 2007 en Un Certain Regard con Night Train- con esta película de cine negro de acción anfetamínica.
Su puesta en escena es realmente espectacular. Diao Yinan demuestra que tiene un talento superlativo a la hora de utilizar los recursos fílmicos narrativos. Me atrevería a decir que tiene alguna de las escenas de acción y persecuciones más impresionantes que hemos podido ver en una gran pantalla en mucho tiempo. El problema surge con un guión enrevesado, fragmentado y no lineal que dificulta mucho seguir una trama que parece más supeditada a la acción que a definir el carácter de unos personajes que de tanto mentir terminan por no ser creíbles. He de confesar que, aunque disfruté de muchas escenas, hubo muchos momentos que me sentí incapaz de seguir el hilo argumental.
[Ricardo Fernández]
It must be heaven, de Elia Suleiman
Para el final de la edición el Festival de Cannes programó esta divertida película de Elia Suleiman que se mueve en los parámetros habituales del director tantas veces comparado con Buster Keaton o Jacques Tati. Bien por amor a su filmografía, bien por simpatía con su causa -firme defensor del estado palestino- la presentación de su película en Lumiere contó con muchos admiradores que le recibieron con algarabía e incluso rompieron a aplaudir en varias ocasiones durante la proyección.
A primera vista la película es una sucesión de escenas, apenas hilvanadas entre si con el pretexto de la busqueda de financiación para su próxima película por parte del propio Suleiman. Una especie de sencillas viñetas en el que un perplejo y casi siempre mudo Suleiman observa situaciones de los más inverosimil, perqueñas muestras de un humor absurdo a veces, otras tierno, ácido o incluso incómodo. Debajo de todo eso el habitual canto de amor de Suleiman a Palestina y una cierta denuncia de algunas actitudes de nuestra sociedad. En cualquier caso, una película ligera y simpática que entró muy bien a estas alturas de certamen y en la que destacan dos escenas directamente relacionadas con el mundo del cine, una interpretada por Vincent Maraval y otra por Gael García Bernal.
[Ricardo Fernández]
Sibyl, de Justine Triet
Adèle Exarchopoulos irrumpió en el panorama cinematográfico como un ciclón protagonizando la gandadora de la Pama de Oro de 2013, La vida de Adèle, junto a Léa Seydoux. Desde entonces la nada, el vacío, ningún papel destacable, ninguna película que merezca recordar y Sibyl, última película presentada a concurso en esta edición, no va a ser la película que rompa esa racha de una actriz que empieza a deslizarse por la peligrosa pendiente del olvido.
Sibyl la dirige Justine Triet –La batalla de Solferino, Los Casos de Victoria– y realmente está protagonizada por Virginie Efira, a la que da réplica Adèle Exarchopoulos. La primera interpreta a Sibyl, una psicóloga que decide reducir su número de pacientes para centrarse en su vocación de escritora; pero no contaba con la aparición de Margot (Exarchopoulos) que aparece en su consulta desesperada, llorando desconsolada, y pidiendo ayuda. A partir de aquí se establece un alambicado juego de espejos entre el pasado de Sibyl y la vida de Margot que recurre a tópicos del drama psicológico y un desarrollo de folletín melodramático. Lo mejor, algunos momentos cómicos y Virginie Efira muy por encima de su papel, sobre todo por la comparación con Adèle Exarchopoulos, perdida entre sus lloros llenos de lágrimas y mocos a lo Viola Davis.
[Ricardo Fernández]