Reseña de El Rey León
Con El Rey León hay dos debates paralelos: la calidad de la propia película y la conveniencia de hacer un remake del clásico Disney de 1994. Resulta tan imposible separar las dos discusiones cómo evitar comparar las dos películas entre sí. Es el riesgo de atreverse a tocar los clásicos, sobre todo cuando están tan arraigados en la cultura popular como la película -que posteriormente se convirtió en un exitoso musical- de Disney. Un riesgo que se compensa por la curiosidad que despiertan -morbo incluso- y por la ventaja de partir con un texto o una fórmula que está comprobado que funcionó en su momento.
Así, las partes que el nuevo y el viejo Rey León comparten son, sin duda, lo mejor de la película. Esto es: el guión y la banda sonora. El argumento, a estas alturas, es conocido por todos y no ofrece sorpresas: Simba es un joven cachorro de león, orgulloso y presumido,heredero al trono de las Tierras del Orgullo gobernadas por su padre Mufasa. Un día, Scar, el el hermano de Mufasa y, por tanto, tío de Simba, hace un trato con las hienas para matar al rey y apoderarse del trono. Convence a Simba de que fue la muerte de Mufasa culpa suya y de que debe huir avergonzado, mientras da a las hienas la orden de matarlo. Scar piensa que Simba ha muerto, pero en realidad ha huido a unas tierras lejanas donde crecerá en compañía de Timón y Pumbaa -un suricato y una especie de jabalí- tratando de olvidar su pasado y sus responsabilidades. Una historia de regusto Shakespeariano de traiciones, mentiras, amores y destinos marcados que funciona como un reloj más allá de las valoraciones moralistas que se puedan hacer a un relato que extrapolado a humanos se le podrían poner bastantes pegas. Es divertida, tierna, emocionante y concluye en un gran clímax, pocas pegas desde el punto de vista artístico se le pueden poner a un texto que, básicamente, sigue fiel al original.
Por otro lado están las canciones. De manera aislada poco hay que reprocharles, las canciones de Elton John y la música de Hans Zimmer son exquisitas. También hay un tema nuevo compuesto por Ilya Salmanzadeh, Labrinth y Beyoncé cantado por la propia Beyoncé -que también porne la voz de Nala, la mejor amiga de Simba- que suena en uno de los momentos estelares de la película. Ahora bien, quizá la presencia de la música de Zimmer pueda ser por momentos excesiva y las canciones no siempre funcionan tan bien como en la versión de 1994 -si, no me queda más remedio que compararlas- seguramente porque a los animales realistas de la nueva versión es más difícil hacerlos bailar. Aquí tenemos que detenerlos en la diferencia entre las dos películas.: su realismo visual. No creo que el término de imagen real, o acción real, sea apropiado para esta nueva versión. Realmente no hay un solo plano que no haya sido generado digitalmente por CGI. Casi sería más apropiado hablar de “animación hiperrealista” que de imagen real. El caso es que la diferencia con la original es abrumadora. La de 1994 es una de la obras cumbres de la animación clásica hecha a mano, antes de la llegada de Pixar y la animación a la que estamos acostumbrados ahora. Un prodigio de expresionismo que, apoyado en su irrealidad, podía humanizar gestos, expresiones y movimientos sin que resultara chocante. Son dibujos animados y se les permite todo eso. Es diferente cuando se trata de buscar animales lo más realistas posibles. ¿Puede un león bailar y cantar? ¿Pues si quiera hablar?. Por eso hay números musicales como Nants’ Ingonyama / The Circle of life o Spirit que funcionan mejor, más ambientales, más corales, más panorámicos incluso, y otros como Can You Feel the Love Tonight o Hakuna Matata, más centrados en los protagonistas, más cercanos, que no arrancan como sabemos que pueden arrancar.
Jon Favreau, que ya dirigió El libro de la selva, es consciente de esta dificultad y continuamente mueve la cámara y busca alejar la imagen buscando la majestuosidad de los paisajes y la fuerza del realismo animal consiguiendo escenas realmente memorables. Porque del mismo modo que el hiperrealismo CGI es un lastre para las partes musicales, los primeros planos o los momentos extravagantes, es una herramienta poderosísima a la hora reflejar la grandeza de los paisajes africanos, la fisicidad animal o el terror que puede provocar una estampida. De hecho, la media hora más que tiene esta nueva versión consiste sobre todo en este tipo de imágenes. Esta característica del CGI hace que la nueva versión de El Rey León sea más cruda y oscura que la anterior, porque no es lo mismo ver la muerte de un animal de dibujos que la de uno (que parece) real o la pelea entre aquellos dibujos de leones y estos hiperrealista leones. Especialmente destacable es el momento de la visita al cementerio de elefantes, con la primera aparición de las hienas, que logra sacar lo peor del lugar y hace que el peligro y sea latente en cada plano.
Por supuesto hay que destacar el cuidado y acertado casting de voces que en España casi todo el mundo escuchará doblado. Es una auténtica lástima porque las voces de Beyoncé, Donald Glover, John Oliver, Seth Rogen, Chiwetel Ejiofor, Alfre Woodard y James Earl Jones (que repite el papel de Mufasa que interpretó en 1994) merecen ser escuchadas y admiradas porque consiguen, con sus interpretaciones, compensar la falta de expresividad de los hiperrealistas rostros de CGI de los animales. Y, por supuesto, escuchar cantar a Beyoncé nunca está de más.