En su segunda película como director, Casey Affleck opta por el cine de género. Un padre y una hija huyendo en medio de una situación apocalíptica. El cine (post)apocalíptico antes era divertido. Era Charlton Heston con un rifle de esos que tanto le gustaban. Era tensión, era terror, era aventura, era puro género. Y sin embargo, de un tiempo a esta parte, el apocalipsis se está volviendo dramático. Los mecanismos siguen ahí: la reinvención de la funcionalidad de los objetos y lugares; los protocolos; la amenaza constante; la desconfianza. Pero ahora hay componentes familiares, hay lloros, hay música depresiva. Esa música depresiva en este caso suena familiar, pues es de Daniel Hart, que ya ha puesto música a Affleck a las órdenes de David Lowery en un par de ocasiones (En un lugar sin ley, A Ghost Story).
El título que a todos nos viene a la mente antes de enfrentarnos a esta película, y confirmamos después, es La carretera. Sin ser tan dramática ni tan asfixiante, la película tiene un paralelismo argumental muy claro, e incluso comparte su estructura de flashbacks para recordar a la madre. Había varios géneros en aquella película pero era, por encima de todo, un drama. La premisa nos puede recordar un poco también a Hijos de los hombres. En todo caso, en los últimos años hemos visto muchas películas que por plaga, por infección zombie, vampiros o por la razón que sea, nos llevan a los bosques cerrados de EEUU, a las granjas involuntariamente abandonadas. Pienso en la interesante Llega de noche, o en algunas películas que hemos visto estos años en la Semana de Terror, como Les Affamés. Otro ejemplo es la reciente Un lugar tranquilo, que era también una película en la que el protagonista, en ese caso John Krasinski, dirigía.
Todas estas películas coinciden en un EEUU, normalmente rural, que está desprotegido. La ruptura de la sociedad, donde el otro ya no es un conciudadano sino un potencial competidor, si es que no directamente un depredador. Si aceptamos La carretera como un momento en que este género se dramatizó especialmente, tenemos que pensar en el inicio de la crisis. Es posible que este vagar por las tierras peligrosas del país para salvar a la familia sea una reacción al sentimiento de abandono que produjo la crisis y que aún sigue activo. La desafección política, la desconfianza y el racismo, todo eso encaja perfectamente en este mundo de individuos sin cobertura social.
En cierto modo, es un retorno al western, a la época sin ley, donde pequeñas comunidades se agrupan para defenderse y el extraño es el enemigo. Precisamente antes nombraba a Lowery y a su trabajo con Affleck, donde hay mucho de neo-western con tono dramático, del que sin duda Affleck ha tomado prestado el tono. También de otro western dramático en el que participó, El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford. El director va tomando sus referentes en esta segunda película que a diferencia de su primer trabajo (I’m Still Here) ya no es simplemente un experimento gamberro, debe mostrar su estilo.
Metáfora feminista
Quizá lo que más distinga esta película de otros referentes cercanos del género es en qué invierte su mensaje. En esta ocasión hay una clara lectura feminista. Veámoslo así: ¿de qué trata la película? Es una historia de un padre que se preocupa de defender a su hija en un mundo de hombres, muchos de ellos hostiles, para quienes ella es un objeto preciado. Para ello, le previene constantemente, le enseña por dónde debe escapar, que debe estar calladita, que no debe usar determinada ropa. El bosque es un lugar donde abundan los lobos y ella es caperucita.
Ella se rebela constantemente y no quiere vivir de esa manera. La película habla, en parte, de cómo ella termina siendo capaz de tomar las riendas. En el cuento que su padre le inventa al principio, ella se queja de que, aunque había asegurado que trata sobre el personaje femenino, finalmente trata sobre él. El posterior cambio en el protagonismo del cuento es una forma de afirmación, de ser dueña de sí misma.
Es inevitable pensar en las denuncias que recibió Affleck por dos mujeres que participaron en su anterior película, que resolvió con un acuerdo económico en su momento pero que siguen manchando su carrera, especialmente en estos tiempos del #MeToo. En un plano en el que está teniendo con su hija la clásica charla sobre sexo, tiene un largo monólogo, en el que comenta cosas como que algunos hombres tratan a las mujeres como objetos, y parece funcionar fuera de la ficción como un mea culpa para buscar el perdón del público. Sea voluntario o no, esta película está escrita, dirigida y protagonizada por él. No sería de extrañar que fuera algo personal.