Hay películas en las que es más fácil enumerar sus errores que sus aciertos. Esto no hace que estas películas sean peores, simplemente que sus problemas estén más claros. Es lo que le pasa a El ejército de los muertos de Zack Snyder. Por disfrutable que sea la idea de hacer un Ocean’s Eleven zombie con un esquema de 1997: rescate en Nueva York; por mucho que sea un regalo de cine de acción entretenido y osado; es mucho más fácil darse cuenta de dónde naufraga. De hecho, para encontrar sus problemas no hay más que compararla con el citado título de John Carpenter y ver dónde acierta el maestro y dónde resbala el discípulo.
Los problemas de El ejército de los muertos por no ser 1997: rescate en Nueva York
La comparación entre ambas películas es pertinente en cuanto a que están planteadas con un esquema muy similar. Una ciudad cerrada a cal y canto. Un lugar habitado por ciudadanos muy peligrosos. Un tipo duro contratado para entrar y recuperar una persona o un botín. Una cuenta atrás implacable para consumar la misión.
1- Duración excesiva
La de Carpenter dura 1h 46 y te deja con ganas de más. A Snyder le sobran exactamente 45 minutos con esa manía actual de alargar lo que sería una ligera historia de acción hasta las 2h 30. Cualquier espectador puede notar que se le ha ido de las manos. Un fallo, como digo, desgraciadamente habitual.
2- Relleno emocional
Esto no es un drama y cuando intenta serlo fracasa estrepitosamente. ¿A quién puede importarle que la relación padre e hija no vaya demasiado bien después de venir de un plano de un feto zombie? Carpenter jamás perdería el tiempo en ello más allá de definir con precisión y síntesis las motivaciones de los personajes. Hay grandes cineastas que son capaces de cuadrar la dimensión de género con la lectura emocional, como Spielberg o Shyamalan, convirtiendo sus películas en artefactos que funcionan con estos mecanismos en paralelo, retroalimantándose. Pero lo normal es que pase como aquí y uno de los dos aspectos resulte ser un lastre para el otro. Por cierto, la solución a la duración excesiva y al relleno emocional podría pasar por los mismos tijeretazos.
3- Los personajes no molan lo suficiente
No voy a pedir un Snake Plissken, que es el nivel máximo de molar, pero sí que se podría haber aspirado a más. El secundario cómico alemán funciona muy bien, con esa idea de nerd Wagneriano que llega al éxtasis con la marcha fúnebre de Sigfrido. Hay ironía en toda la banda sonora y esta pieza, tan solemne al final de Excalibur, aquí resulta muy divertida. Por lo demás, un protagonista que cumple como héroe de acción pero que le falta chispa. Dave Bautista no es The Rock. El resto del reparto no está plagado de estrellas -cosa que a día de hoy agradezco, estoy un poco cansado de la competición de cachés al estilo Marvel- pero con unos personajes más jugosos podrían haber funcionado mejor. El mayor problema es que los personajes son demasiado blancos. No en sentido racial donde hay una diversidad aceptable para los cánones actuales. No, me refiero a que para ser letales cazadores de zombies les falta ser más hijos de puta. En eso Carpenter jamás habría fallado. Son la margarina de un comando de mercenarios.
4- Falta una propuesta estética
Las películas de Carpenter podrían ser baratas pero tenía una estética con mucha personalidad. Tanto a nivel visual, con unos planos que te agarran de la solapa; como a nivel musical, con las ya míticas bandas sonoras de sintetizador creadas por el propio director, que han hecho escuela. Es cierto que, como comentaba antes, Snyder demuestra una retranca en la selección musical que, con aportaciones como Zombie de The Cramberries, hacen la película más divertida. También todo lo que gira a Las Vegas con Elvis en original o versionado, como en la fabulosa escena de créditos al ritmo de Viva las Vegas. Creo que no funciona tan bien la banda sonora de Junkie XL que tiene poca personalidad.
En cuanto a la estética visual, es donde creo que la película está más desdibujada. Y esto es algo extraño en un director que suele dar importancia a que las imágenes transmitan, incluso pasándose de la raya muchas veces. Esta es una película muy diurna, muy neutra. Muy Netflix. Todo se ve claro, limpio, correcto, como la personalidad de sus héroes. Que Snyder se haya encargado él mismo de la fotografía quizá no ha sido la mejor idea. Consigue algunas buenas imágenes cuando se centra en la mitología Zombie que está construyendo. Fuera de eso, y más allá de la solvencia de la acción, está todo demasiado normalizado. Nada memorable.
Y sin embargo, no está mal
A pesar de todos estos problemas, la película es un buen producto de entretenimiento. Quizá no muy perdurable, pero sí un buen complemento para unas palomitas. ¿A quién no le apetece ver a unos mercenarios robar una caja fuerte en un Las Vegas zombie? ¿Cómo no vamos a disfrutar si hay una cuenta atrás para un ataque nuclear? Snyder no renuncia a sus pequeñas obsesiones. Se saca de la manga una mitología zombie propia, con dioses -que viven literalmente en el Olympo, será sinvergüenza- y que tienen sus propios rituales y jerarquías. También le da otra vuelta al mito del superhombre que tantas veces ha aparecido en su cine.
La introducción del accidente en carretera es un comienzo estupendo y toda la escena de créditos es un despliegue de épica que demuestra toda la capacidad de elipsis de la que después Snyder no hace gala. No pongáis tantas pegas.