¿Es el cine solo cine?. No se le puede exigir -a priori- al cine como arte un compromiso concreto con la realidad. De hecho, por algo existe la llamada suspensión de incredulidad; para que las narraciones hechas desde la fantasía funcionen a los ojos del espectador igual que sucede con el realismo mágico en la literatura. Asimismo el cine a lo largo de su historia ha hablado de todos los temas habidos y por haber. Eso le otorga una importancia significativa por ser espejo del pensamiento, comportamientos del mundo que lo abarcan todo. El cine es pues, más que solo cine. Este artículo está enteramente escrito partiendo de esta premisa.

Llegará en septiembre de la mano de la 70 edición del Zinemaldia la nueva película de los hermanos Dardenne “Tori et Lokita”. ¿Qué sorpresa nos deparará esta vez esta pareja de cineastas que pasean su título de “cine de compromiso social” tantas veces compulsado?. Inmigración, pobreza, injusticia social y marginalidad expresada en todas sus formas y colores. La filmografía de los Dardenne comporta todo el catálogo de lo que supone ser “outsider” en términos sociales y económicos. ¿En qué habrán puesto esta vez su foco naturalista, cámara en hombro, estos dos hermanos que tanto esmero han puesto siempre en iluminar las zonas más oscuras de la sociedad contemporánea?

A priori pensar en un cine centrado en explorar las injusticias sociales suena bien, es necesario. Tenemos al británico Ken Loach con su Lloviendo piedras para mostrarnos que la pobreza no está reñida con desear un bonito vestido de comunión o la dura lucha por la desintoxicación del alcohol con Mi nombre es Joe. Al margen de gustos, estamos de acuerdo en que este rey del Free Cinema observaba distintos aspectos de la diversa realidad social con el fin de reportar y denunciar. Me pregunto si la intencionalidad de los Dardenne es en conciencia la misma o tal y como define Pedro Vallín se trata simplemente de “Pornografía sentimental con compromiso social (…) siendo operadores turísticos de la conciencia de clase para la Costa Azul”. Creo que más bien lo segundo.

Los hermanos Dardenne fueron encumbrados en 1996 con La promesse: película que abordaba sin vendas las miserias de la inmigración ilegal en Bélgica. Tuvo un gran impacto ya que mostraba la problemática de la economía sumergida en torno a la inmigración ilegal con toda la falta de ética que conlleva el sistema. Causaron debate y reflexión siendo reconocidos con premios internacionalmente.

La promesse (1996)

En 1999 dieron a luz a Rosetta para enseñarnos con crudeza la desgracia de ser pobre en todo su esplendor. La historia cuenta con fino detalle la fría humillación, abandono y desesperanza de la exclusión social acompañando a Rosetta en su martirio (la película podría llamarse “La pasión de Rosetta”). Ambas películas se consideraron en aquel momento cine político por su significado sustancial y relevante a la hora de mostrar problemáticas importantes.

La identidad de marca de los Dardenne fue fraguada entonces tanto a nivel técnico como temático. A partir de ahí todo su cine tocaba temas sociales con un movimiento de cámara naturalista en pos de la autenticidad y veracidad. Pero en algún punto entró como ingrediente principal el morbo, los clichés y un regodeo en la perturbación desmesurado. Pasamos de películas que podían despertar conciencias a contribuir directamente a la aporofobia.

La filósofa Adela Cortina acuñó en 1995 este término para designar el rechazo, la aversión, temor y desprecio hacia el pobre y desamparado que, al menos en apariencia, no puede devolver nada bueno a cambio. El cine de los Dardenne es una demostración quasi perfecta de este neologismo porque tejen historias donde los personajes a parte de oprimidos, toman decisiones terroríficas, se rodean de miserables y todo lo que pueda salir mal, saldrá siempre mal, fatal. Cómo no, teniendo ellos parte de responsabilidad=culpa en su propia autodestrucción. Todas las películas presentan situaciones duras donde los personajes son como animales dentro de un zoo, sujetos para ver desde la barrera y sentir mucha lástima con un silencio ensordecedor

El niño mostraba una joven pareja inmadura cuyo bebé el padre decide vender  en el mercado negro (interpretado por el actor fetiche de los hermanos que ha crecido ante los focos, Jéremie Renier). El silencio de Lorna, donde la inmigración se conecta inevitable -y voluntariamente- con mediocres y muy crueles mafias. Por supuesto, la incursión de los Dardenne en el mundo árabe conlleva directamente fanatismo religioso. Para los Dardenne los márgenes sociales están compuestos por condenados en vida e inevitables desgracias de las que hacer una -aplaudida y premiada- película. 

El niño (2005)

Que quede claro que esta no es una crítica a los temas que tratan las películas sino a la manera de hacerlo y que exhorto a desvincular el cine social con estas películas tratadas de una manera tan deshonesta, regocijada y bien embadurnada de morbo. Comparémoslo con el cine de otros directores. Es cine social contado con el mismo tratamiento dramático con el que se trataba Christianne F de Uli Edel, con la diferencia de que esta obra pretendía claramente generar asco y repudio hacia las drogas. 4 meses, 3 semanas, 2 días de Cristian Mungiu (que este año compartirá sección Perlak con los Dardenne) analizaba las situaciones tan duras ligadas al aborto clandestino y Lilja 4ever de Lukas Moodysson, te ponía en la piel de una muchacha que acaba atrapada en una red de prostitución. En estos ejemplos se intuye una labor de información y compromiso real con el tema que se aborda, donde directores han hecho como mínimo una labor de investigación de los temas tan difíciles que exponen.

La supuesta autenticidad de los hermanos Dardenne está totalmente sesgada hacia la reafirmación de prejuicios que no hace sino alejar al espectador de una problemática creándole mayores miedos y sosteniendo prejuicios preexistentes. Producir pena y lástima desde tan tremendo patetismo nada tiene que ver con la empatía, la compasión -por no hablar del paternalismo que supone- y no se me ocurre mejor manera de generar desconexión hacia la solidaridad que el cine cortavenas de los Dardenne hoy en día. 

Es un realismo social de expiación para burgueses sin exponer, cuestionar ni remover estructuras más internas. Señalan los problemas y origen de los mismos siempre a la cola del tren social de la película Snowpiercer. Son siempre desgraciados con problemas de pobres generados por ellos mismos y gente un poco menos pobre que se aprovecha. La falacia es manifiesta. Los Dardenne no ponen el foco en gente como los hosteleros que se aprovechan del trabajo precario. Su cine nos hace más fácil asimilar que una persona con pocos recursos económicos tenga un trabajo de mierda, porque eso es lo esperable entre los pobres. Sus villanos no son los propietarios de pisos que abusan de su posición a la hora de contratar o arrendar y que se enriquecen todavía más. Esos propietarios probablemente sacarán la entrada para ver esta nueva película en Perlak y saldrán compungidos pensando lo mal que está la sociedad. Los “poderosos” nunca salen en el cine de los Dardenne. En la vida hay gente despreciable en todos las clases sociales, pero los Dardenne parecen verlos solo entre la miseria, los pequeños depredadores de su zoo de pobres. Funcionan igual que esas personas que creen que la educación pública no tiene posibilidades de mejora por un problema de clase.

«Tori y Lokita», la película que veremos este año en Perlak

Creo firmemente que ya es hora de exigir a estos cineastas tan aplaudidos y reconocidos en festivales una mayor integridad, justicia y rigor a la hora de hacer sus películas si ese compromiso social del que siempre han alardeado es real. Porque entre otras cosas, encasillarse en cine social es distinguirse precisamente por pretender ir mucho más allá del cine y no limitarse a provocar dolor, tristeza e impotencia que a la larga pueden desembocar en indolencia y estériles prejuicios.