Reseña de Killers of the Flower Moon, de Martin Scorsese
Pocas películas tan esperadas en esta edición de Cannes como Killers Of the Flower Moon, de Martin Scorsese, presentada fuera de concurso. En una decisión inexplicable solo tenía un pase de prensa, en la segunda sala más grande del Festival. Es decir, la mayor parte de la prensa acreditada no ha podido verla. Resulta difícil, sino imposible, defender esta decisión del Festival.
Quejas festivaleras aparte, lo que nos queda es hablar de cine. Y, como no, hay muchísimo cine en la película de Scorsese.
En 1870, los osage, un pueblo nativo americano, fueron desplazados a un lugar árido en Oklahoma. Sin embargo, su fortuna cambió cuando se descubrió petróleo en su tierra, convirtiéndolos en la comunidad más rica del mundo en la década de 1920. Killers of the Flower Moon trata sobre la siniestra conspiración entre hombres blancos, autoridades y fuerzas del orden para robar y exterminar a los osage y quedarse con su riqueza petrolera. Esta historia de crímenes y explotación, conocida pero ocultada, adquirió trascendencia gracias la publicación de un libro del periodista David Grann que ha servido a Scorsese como base para el guion de su película. El libro se centra en el entorno de Mollie Burkhart, una osage que perdió a su familia en estos actos atroces. Su marido, Ernest Burkhart, era sobrino de William Hale, uno de los ideólogos de este macabro plan.
En el fondo, Scorsese no se aleja demasiado de los temas mafiosos y delictivos que tanto le inspiran, pero lo hace de forma diferente. En Killers of the Flower Moon no vamos a encontrarnos con el Scorsese chispeante, amante de la acción y las altas revoluciones. En lugar de eso, su enfoque es de cocción lenta, desarrollando este true crime con un cuidado meticuloso. Eso no quiere decir que Scorsese no consiga generar mucha tensión en todo momento. Hay una sensación constante y latente de que el mal está siempre presente, acechando desde las sombras. Hay momentos de la película realmente incómodos.
El uso de la música es tan espectacular como nos tiene acostumbrados el maestro neoyorkino. La música de Robert Robertson, colaborador habitual de Scorsese, encaja a la perfección con las imágenes, la atmósfera y el ritmo de la película. Es realmente magistral la unión que logra.
En cuanto a las actuaciones, la interpretación de Robert De Niro como William Hale comienza de forma algo caricaturesca, pero va ganando peso y matiz conforme la historia se desarrolla y con ella los matices de su personaje. Leonardo DiCaprio, interpretando a Ernest Burkhart, parece mimetizar algunos gestos y características de DeNiro, como curvar hacia abajo las comisuras de sus labios, algo que puede encajar con la admiración que siente por su tío. Su personaje, Ernest, se vuelve más interesante a medida que la trama avanza, con su amor por Mollie y la angustia que ello le causa comiéndolo por dentro. La interpretación de Lily Gladstone como Mollie Burkhart contrasta con la de sus partenaires masculinos, tendentes a ser expansivos y sobreactuar, desde la introspección y contención; pero siendo igual de efectiva con la sutileza de sus gestos y miradas.
Scorsese se aparta del realismo en esta película. Tanto la fotografía como el diseño de producción evitan que los decorados parezcan realistas y se nota que son, precisamente, decorados. Esto parece hacer hincapié en el espectáculo que la sociedad, las autoridades y los autores están representando. Todo el mundo participa de esta evidente función. Esta idea se refuerza en el final de la película, que no desvelaremos, que puede parecer abrupto, pero es una solución llena de ingenio, humor y a la vez un homenaje al arte de contar historias.
La aparición en el útlimo tramo del FBI y del nombre de J. Edgar Hoover puede ser interpretada como otro reflejo de la importancia social del negocio del espectáculo, ya que Hoover -que casualmente fue interpretado por DiCaprio en la película J. Edgar– es un personaje conocido por haber logrado gran parte de su fama y poder gracias, entre otras cosas, al uso de los medios de comunicación como herramienta de propaganda. Quizá esta parte se ha quedado fuera del montaje final. Recordemos que se ha recortado una hora de la duración original anunciada y es que, aunque la película es homogénea se pueden notar personajes y situaciones que no han sido completamente desarrollados, por ejemplo Bryan, el hermano de Ernest interpretado por Scott Shepherd. ¿Habrá una miniserie en el futuro para Apple TV? Si es así, que cuenten conmigo para verla.