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Reseña de Conann, de Bertrand Mandico

Tras presentar The Wild Boys (2018) en la Semana Internacional de la Crítica de Venecia y After Blue (2021) en el Festival de Locarno, Bertrand Mandico ha llevado a la Quincena de Cineastas de Cannes su película, Conann. Se trata de una audaz interpretación femenina y queer de la tradicional figura de Conan el Bárbaro, inspirada en las novelas de Robert E. Howard y la mitología celta.

El proyecto de Conann empezó a tomar forma cuando Mandico investigaba sobre súcubos, demonios y mundos antiguos. Su exploración en la mitología celta le llevó a descubrir a un personaje llamado Conann, con dos «n» al final del nombre. Un conquistador y que aparentemente había inspirado a Howard. Este personaje legendario estaba rodeado de criaturas fantásticas, incluyendo una con cabeza de perro, coincidiendo curiosamente con una figura que Mandico ya había imaginado: un demonio con cabeza de perro. Fue entonces cuando el Théâtre des Amandiers le pidió que ideara un espectáculo sobre la creación de una película y él propuso adaptar Conan el Bárbaro para el teatro. Este proceso de adaptación teatral ayudó a Mandico a unificar todas sus ideas y así escribió el guion de su película, que no guardaba relación con la obra de teatro. En el Conann es una mujer y lesbiana, además. Un planteamiento totalmente subversivo.

Conann es un viaje simbólico a través del tiempo y las múltiples reencarnaciones de la protagonista, cada una interpretada por una actriz diferente. Esto crea una estructura capitular que es conducida por Rainer, un perro bípedo que actúa como guía y testigo. Cada reencarnación de Conann es asesinada por la siguiente versión de sí misma, un acto de autodestrucción que representa el incesante paso del tiempo y la inevitabilidad del cambio. Mandico explora diferentes facetas de la personalidad de su personaje con cada reencarnación, aunque la estructura repetitiva de Rainer guiando, y Conann sufriendo y siendo reemplazada puede volverse demasiado monótona. Por otro lado, este círculo interminable también es el mensaje de la película.

A pesar de la estructura teatral del guion, las localizaciones -cada reencarnación vive en un decorado que parece el escenario de una performance- e incluso las interpretaciones, Conann es cine. Un cine visualmente impactante con el estilo único y experimental de Bertrand Mandico. Su atmósfera onírica y lisérgica combina el blanco y negro con destellos de color, y es a la vez sexual, visceral y violenta. Mandico consigue unificar todos los escenarios en un mismo imaginario, desde los misteriosos mundos antiguos hasta los paisajes urbanos del Bronx de los años 90.

Mandico cita Lola Montès de Max Ophuls como una de sus referencias, posiblemente por la ambición estilística y la narrativa fragmentada. Es más evidente la influencia de La gran comilona de Marco Ferreri en su tramo final, donde Mandico lanza una crítica sin piedad al mundo del arte, o al menos a los artistas dispuestos a cualquier cosa por alcanzar el éxito.

Conann dista mucho de ser perfecta. Su estructura capitular avanza a trompicones y la aproximación a las diferentes facetas de la protagonista es a menudo demasiado superficial. La propuesta puede saturar fácilmente porque Mandico es un cineasta único y valiente que navega por el exceso y eso a veces le lleva a perder el rumbo. Sin embargo, también es un cineasta rebosante de talento, capaz de crear imágenes poderosas y sugerentes que sin duda merecen ser exploradas.

Conann

Media Flipesci:
6.3
Título original:
Director:
Bertrand Mandico
Actores:
Elina Löwensohn, Christa Théret, Julia Riedler, Claire Duburcq, Sandra Parfait, Agata Buzek, Nathalie Richard