Ricardo FernándezReseña de Club Zero, de Jessica Hausner
Club Zero, producida por Ulrich Seidl y dirigida por Jessica Hausner, es una visión inquietante de la realidad a través de una lente distorsionada. La película, coescrita por Hausner y Géraldine Bajard, quienes colaboraron previamente en Amour Fou y Little Joe, explora la complejidad de los ideales y las tensiones de las estructuras de poder.
La historia se centra en Miss Novak, interpretada con gran carisma por Mia Wasikowska, una profesora de «nutrición consciente» en una prestigiosa escuela. Conecta con cinco estudiantes, inculcándoles la noción de que comer menos o incluso no comer puede ser beneficioso. En este entramado de relaciones y confrontaciones, la película teje una serie de duelos de poder, salpicados de humor negro entre Novak y la directora de la escuela, entre la directora y los padres, entre los padres y los hijos, y entre los estudiantes divididos por sus creencias.
El estilo de la película recuerda al del primer Yorgos Lanthimos o al dell propio Seidl, con una estética fría y distante y una composición llena de simetrías que transmite constantemente un sentimiento de aislamiento y alienación. El uso de colores complementarios en el diseño visual, como el rojo frente al verde y el morado frente al amarillo, aumenta el contraste y refuerza la confrontación entre los personajes.
La narrativa contemplativa y lenta de Hausner, característica de su obra, deja tiempo y espacio al espectador para digerir y analizar lo que está sucediendo en pantalla. Si te gustan las explicaciones o buscas cine de evasión, está no es tu película. Club Zero parece abordar temas como la anorexia, las sectas y la educación, pero es posible que su tema principal sea otro.
En esta película, las figuras de autoridad parecen actuar únicamente cuando sus apariencias están en juego, lo que parece otra crítica a la hipocresía de nuestra sociedad. Pero Hausner y Bajard van un paso más allá, desdibujando la línea entre lo que es real y lo que no a través de la Fe y el misticismo, al igual que hicieron en Lourdes y Little Joe.
Los espectadores tendemos a juzgar todos los duelos, todos los actos de la película, según lo que conocemos de nuestro mundo real; pero no tanto según lo que vemos en la película, que no es el mundo real y tiene sus propias reglas. Club Zero no tiene las capas de ambivalencia tan definidas de Lourdes, que daban mucho pie para analizar, o los elementos de ciencia ficción de Little Joe, que permiten alejarnos para juzgar en más abstracto; pero algo de esas dos cosas hay en la película. Lo que vemos en Club Zero es que quizá en la realidad de la película esas ideas radicales funcionen. Que por más miedo que tengan las autoridades los resultados no parecen darle la razón. Quizá el auténtico tema de la película sea que en la vida real hay que creer que ciertos cambios son posibles aunque todos digan que no, que a veces hay que probar y fijarse en los hechos antes que en lo que creemos.
