Reseña de The Zone of Interest, de Jonathan Glazer
The Zone Of Interest de Jonathan Glazer es un ejercicio de estilo meticuloso y pulcro, que aborda el horripilante tema de la maquinaria nazi de exterminio humano. La primera película de Glazer en una década, tras Under The Skin que tras su mala recepción en el Festival de Venecia de 2013 terminó por convertirse en una película de culto, es una intrigante propuesta artística muy admirable a pesar de la dificultad que puede tener para conseguir una conexión emocional con el púlbico.
Glazer se inspira muy libremente en la novela homónima del recientemente fallecido Martin Amis y hace un retrato detallado de la vida de la familia Höss, que habita una casa idílica en las inmediaciones del campo de concentración de Auschwitz. La trama se centra en esta casa, una construcción soñada que reposa sobre las pesadillas del Holocausto. Es curioso que Rudolf Höss esté interpretado por Christian Friedel, que participó en La cinta blanca de Haneke, porque esta película podría ser entendida como una secuela espiritual de aquella.
En The Zone of Interest, Glazer establece un claro contraste entre la vida cotidiana de la familia Höss y las atrocidades del Holocausto. Muestra una realidad paralela en la que, a pesar de la constante presencia de la muerte, la vida continúa con una espantosa normalidad. Glazer presenta indicios sutiles pero constantes de la realidad del campo de concentración, como la chimenea siempre presente, el humo de los trenes, la ceniza y el ruido, elementos que, aunque latentes, no perturban la aparente paz familiar.
La música, a cargo de Mica Levi, colaboradora habitual de Glazer, es una partitura minimalista y aterradora que se convierte en un contrapunto perfecto e inquietante a la vida cotidiana de los personajes. Un elemento discordante en la tranquila existencia de la familia Höss. En esta película, los horrores se escuchan pero no se ven, y la tensión surge de la contradicción entre lo que sabemos y lo que vemos. El tratamiento sonoro de la película es, sin duda, lo mejor de la misma.
La fotografía de Lukasz Zala (Cold War, Ida, Estoy pensando en dejarlo), fría y distante, consigue aumentar aún más la sensación de desapego, y los planos lejanos que predominan en la película refuerzan esta sensación de distanciamiento. Por otro lado, algunos elementos, como los fundidos en colores sólidos o una subtrama con inversión de color, parecen no aportar más que un elemento de sorpresa sin una conexión real con la trama o el mensaje de la película.
The Zone Of Interest presenta una visión incómoda del Holocausto y la vida cotidiana al lado de uno de los mayores campos de exterminio de la historia, y plantea preguntas sobre cómo fue posible que la vida continuara con aparente normalidad en medio de tales horrores. La conocida teoría de la banalidad del mal. Sin embargo, la película parece estancarse tras haber planteado su tesis, y la rigidez y asépsia de su estética, junto con una falta de profundidad en el análisis de los personajes, puede causar cierta desconexión en el espectador.
The Zone Of Interest es una propuesta arriesgada y original, que merece una reflexión detenida y un visionado tranquilo. Su enfoque radical, aunque puede no lograr una conexión emocional plena, ofrece una mirada diferente y perturbadora a uno de los periodos más oscuros de la historia. Quizá el ajetreo de un Festival de Cine no sea el mejor lugar para verla y juzgarla,