Carlos ElorzaTras la espantada con motivo de la huelga de actores y actrices de la industria estadounidense de la que en su día se anunció como película de inauguración de esta edición del Festival de Venecia, Rivales de Luca Guadagnino protagonizada por Zendaya, Josh O’Connor y Mike Faist, da la impresión de que Alberto Barbera y su equipo decidieron prescindir del glamour de Hollywood y confiar en el producto local para arrancar la 80 edición de la Mostra Internazionale d’Arte Cinematografica. Y ya puestos programaron para la sesión inaugural una película que glorifica de forma burda y maniquea el hecho de ser italiano. La elegida fue la italiana Comandante de Edoardo De Angelis, director de exitosa carrera en el cine y la televisión en Italia, pero de escasa repercusión internacional. Un drama bélico inspirado en hechos reales, protagonizado por Pierfrancisco Favino (Suburra, Traidor, Nostalgia) que interpreta a Salvatore Todaro, el comandante de un submarino de la Marina Italiana que en plena Segunda Guerra Mundial, mientras navegaba por el Atlántico, tuvo un enfrentamiento con un mercante belga que a pesar de su supuesta neutralidad a esas alturas de la contienda, transportaba material bélico para los británicos.
En la primera secuencia de la película se muestra a su protagonista en la consulta de un médico en el que le confirma una lesión de espalda, la obligación de utilizar un corsé protector y una vida de dolor y sufrimiento. Esa lesión le permitiría retirarse de la Marina cobrando una pensión, pero Todaro, como ciudadano ejemplar decide continuar con su carrera militar y servir a su país. Y habría sido de agradecer que de Angelis hubiera tenido igual de claro qué película quería que fuera Comandante.
Por un lado, es la crónica de un evento que sucedió al principio de la Segunda Guerra Mundial en el que se enfrentaron un submarino italiano y un mercante belga en pleno Atlántico, también un drama personal lleno de reflexiones en off de su protagonista, contiene secuencias de enfrentamiento y acción con unos efectos especiales mejorables, momentos de comedia blanca y efectiva a costa de la fritura de unas patatas fritas y hasta ensoñaciones cargadas de un lirismo escasamente sugerente. Un conjunto deslavazado de secuencias con cierto aroma a cartón piedra que funcionan mucho mejor de forma individual que en conjunto. Un batiburrillo de tonos, géneros y puntos de vista.
De Angelis, partiendo de un guion escrito por él mismo junto a Sandro Veronesi, enfrenta el código militar, el de los marinos y las reglas de guerra y convierte su protagonista en una especie de héroe visionario, con capacidades casi mágicas de ver lo oculto, de prever el futuro y de una lucidez encomiable en las situaciones más complicadas. Desgraciadamente el desarrollo y la caracterización del resto de los personajes del film es demasiado pobre. Pero a pesar del descarado y casi incondicional elogio de los valores militares que desprende el film, nada hacía presagiar la burda exaltación nacionalista italiana y el patriotismo más grosero y maniqueo del remate del film. Nadie duda que en la Segunda Guerra Mundial en el bando fascista también hubiera héroes y personas de valores intachables que incluso en ese entorno hostil actuaron de forma correcta, el problema es que la forma en la que los presenta, los caracteriza y los contextualiza De Angelis es demasiado maniquea, obscena y vulgar.
