Carlos ElorzaCuentan que el Festival de Venecia no lo tiene fácil con el cine italiano. Que sus mejores directores prefieren llevar sus películas a Cannes, donde además los reciben con los brazos abiertos. Para muestra, las tres más que notables películas dirigidas por Alice Rohrwacher, Nanni Moretti y Marco Bellocchio que se pudieron ver ese festival el mes de mayo. Y ha tenido que ser la quinta película italiana presentada en la competición de esta edición de la Mostra de Venecia la que por fin ha convencido al público y la crítica. Ha sido Io capitano, la nueva película de Matteo Garrone, otro habitual de Cannes donde presentó trabajos tan destacados como Gomorra (2008), Reality (2012) o Dogman (2018).
Io Capitano narra la epopeya de Seydou y su primo Moussa, dos jóvenes senegaleses para llegar desde Dakar a Europa atravesando gran parte del norte de África y el Mar Mediterráneo. Desde sus trabajos, trapicheos y chapuzas para conseguir ahorrar algo de dinero hasta su eventual llegada a las costas europeas. Con el sueño de una vez que lleguen en Europa puedan conseguir hacer carrera. Algo que el cine en los últimos años nos ha contado decenas de veces, pero pocas con el oficio, la solidez narrativa, el sentido de la aventura, el respeto a sus protagonistas y la falta de sensacionalismo de Io Capitano.
El viaje es largo y duro, las condiciones penosas, los peligros acechan por cualquier dado, los explotadores, los corruptos y las mafias no dejan pasar la más mínima oportunidad para sacar provecho. Pero en la odisea de Seydou no hay nada especialmente extraordinario que lo haga diferente a la de otras decenas de miles de personas que llegan a Europa siguiendo un periplo similar al suyo. Como si la intención de Garrone con Io Capitano no fuera tanto contar la historia de un viaje extraordinario y cargado de épica y sufrimiento, sino transmitir la dureza y los riesgos que asumen los miles de personas que emprenden ese recorrido hacia Europa, incluso cuando no les ocurre nada excepcional que haga más duro su viaje. Una especie de viaje arquetípico que sirva a los habitantes de Europa para hacernos a la idea de lo que han tenido que pasar muchas veces nuestros vecinos de origen africano. El periplo es duro, arriesgado, largo, pero como el de tantos otros que emprendieron un viaje similar.
En Io Capitano, Garrone no carga las tintas, no se regodea en la desgracia y las miserias de sus protagonistas. Con un ritmo ágil, de forma dinámica y con sentido de la aventura, con la fuerza visual y la elocuencia características de sus imágenes, sin caer en esteticismos, ni regodeos, pero sin evitar los aspectos más duros, atroces, crueles y brutales del viaje. Io Capitano no es una película amable o blanda. Pero no cae en el patetismo que caracteriza gran parte de obras con temática similar y respeta a sus protagonistas y no les roba su dignidad. Unos protagonistas que a pesar de su juventud, tienen claro su objetivo y pelearán, lucharán y harán todo lo que esté en su mano por conseguirlo.
Todos sabemos que lo que nos cuenta Io Capitano es únicamente la primera durísima etapa de una larga carrera para conseguir los sueños de sus protagonistas. Que lo que les queda por conseguir una vez en Europa, y especialmente los últimos años y especialmente en la Italia de Giorgia Meloni, es muy casi imposible, pero esa parte no nos la ha querido contar Garrone.
