Ricardo FernándezReseña de La práctica, de Martin Rejtman
La práctica, dirigida por Martín Rejtman, referente del cine independiente argentino, nos adentra en la vida de Gustavo, un profesor de yoga argentino establecido en Chile. Aunque busca equilibrio en sus posturas de yoga, su vida personal es tan estable como un castillo de naipes: desde una lesión en la rodilla hasta un accidente que causa amnesia en una alumna durante un terremoto, sin olvidar su compleja relación con su madre.
Rejtman vuelva a su habitual estilo seco e hierático; pero en esta ocasión La práctica irradia una ternura poco común en su obra. Podría decirse que tiene ecos de Kaurismaki y Woody Allen, pero con un matiz distintivamente argentino y un toque campestre, a veces demasiado toque campestre.
En La práctica no solo nos encontramos con el humor de estilo hierático, Rejtman emplea con habilidad elementos clásicos como el slapstick, el humor físico y los running gags. Es ese humor que, a pesar de estar anunciado o quizá debido a eso, resulta muy efectivo cuando está bien ejecutado. Y en este caso, lo está. El guión, preciso y con ritmo, logra hilvanar situaciones dispares sin que parezca una mera colección de gags, construyendo un retrato satírico de la cotidianidad, complementado con una serena puesta en escena que potencia su vis cómica.
Sin dejar de lado la ligereza, La práctica toca temas profundos con agudeza, desde la falta de sanidad pública y la dudosa eficacia de algunos gurús de la medicina alternativa hasta la dependencia de antidepresivos. La película resalta cómo, a menudo, evitamos las soluciones evidentes, eligiendo caminos más complicados, ya sea para sanar una herida o gestionar una crisis matrimonial.
Esteban Bigliardi, además de mostrar su impresionante forma física y flexibilidad, destaca en su papel del hombre común, torpe pero con buenas intenciones. Es fácil empatizar con él a pesar de sus desventuras, probablemente porque Rejtman, en esta ocasión, aborda a sus personajes con cariño y sin juzgarlos.
Aunque la sátira sobre las prácticas meditativas es el eje humorístico de la película, repleta de chistes sobre yoguis y comidas veganas, la trama presenta personajes que, pese a su anhelo de cambio, parecen condenados a repetir sus errores. Rejtman sugiere que, en su afán por encontrar equilibrio en un mundo caótico, no se percatan de que el verdadero aprendizaje surge del ensayo y error, de nuestros propios fallos y desafíos.
