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Joshua Oppenheimer se pasa a la ficción y en concreto al musical. Ya apuntaba maneras desde el género documental. Su celebrada The Act of Killing jugaba con el musical aunque hablase de algo tan serio como el genocidio indonesio. Ahora nos habla del fin del mundo, el título ya lo deja claro. Una familia viviendo en un bunker bajo la roca debido al desastre climático. Evidentemente, esta premisa está muy lejos del formato documental y, sin embargo, todo lo que cuenta nos suena demasiado a la realidad. No porque el cambio climático vaya a ser tan agresivo de golpe, sino por la actitud de sus personajes y lo que representan.

La familia que vive en el bunker es de clase alta y para más recochineo, el padre era el responsable de alguna gran empresa petrolífera. La alegoría no es sutil. Aunque el mal ya está hecho, siguen escudándose en excusas. La capacidad de negación es tan potente que incluso después del apocalipsis, siguen insistiendo en que el cambio climático no es un fenómeno debido a nosotros, y adoctrinando en educación con esa idea. Y también que las otras petrolíferas eran peores. El hijo, creciendo en esa burbuja, y no me refiero a un bunker a 800 metros bajo la roca sino a la familia acomodada, que sin duda es más burbuja, sigue creyendo en la productividad a pesar de que el crecimiento indefinido ha terminado por acabar con todo. Una familia rica que incluso en estas circunstancias vive a todo trapo, con piscina, buena cocinera y una selección del mejor arte de la humanidad. A costa de quién sea. El atrincheramiento ante el sufrimiento ajeno, dejar morir al “extraño”, nos cuenta más sobre las reaccionarias políticas migratorias de nuestro tiempo que sobre un futuro inventado. The End habla de mentes bunkerizadas y por eso no es tan de ciencia ficción. Queda patente cómo la cuestión de la procedencia, la experiencia personal y la clase determina muy claramente la forma de ver el mundo, muy distinta entre dos de los personajes.

Pero no penséis que por ello está descuidada la ciencia ficción. Los túneles en la roca son increíbles. En su sencillez funcionan mejor que la distopía más barroca y llena de cachivaches. Solo roca horadada, polvo, luz artificial, y los planos bien elegidos para crear un universo apocalíptico evocador. Los tubos de refrigeración que se activan de golpe con un estruendo. La piscifactoría, el cuarto de cultivo. Los impermeables para la humedad y el polvo. La narración de lo que ocurre fuera. Todo sin dar demasiadas explicaciones. No hacen falta.

No vemos lo que hay arriba y eso es un acierto. Además, no importa. Solo es relevante lo que ocurre en esa convivencia complicada. Porque The End es una curiosa mezcla entre cine apocalíptico y secretos de familia. Personajes asolados por la culpa, el dolor, la desesperación, la negación. Un hervidero que crea una tensión psicológica constante. Y todo ello sin juzgar demasiado a sus personajes -y mira que podría hacerlo- sino todo lo contrario, acercándose a sus motivaciones y sus bajezas. Dejando claro que la crisis que vivimos tiene una importante dimensión de clase pero sin que ello evite que podamos mirarnos también a nosotros mismos, como especie humana. Las mismas excusas que funcionan en política -que el cambio climpático no sea antropogénico, que la sociedad demandaba energía…- valen para justificar las acciones personales.

Ah, y sí, es musical. Lo digo así porque sinceramente, creo que es lo de menos. Una peculiaridad que la hace un poco más curiosa, y si se quiere de culto, pero que creo que no aporta demasiado. Hay algunos buenos números, aprovechando los túneles, pero no hay grandes piezas musicales. En ocasiones sirve para expresar un poco más los sentimientos pero no creo que fuera demasiado necesario. Tampoco molesta.

The End

Media Flipesci:
6.2
Título original:
Director:
Joshua Oppenheimer
Actores:
Tilda Swinton, Michael Shannon, George MacKay, Bronagh Gallagher, Moses Ingram, Lennie James, Tim McInnerny