Reseña de Mi única familia, de Mike Leigh
Mike Leigh regresa con Mi única familia, presentada en la Sección Oficial del Zinemaldia tras su arrollador paso por el Festival Internacional de Cine de Toronto. En esta ocasión, el aclamado director británico —Secretos y mentiras, El secreto de Vera Drake, Happy-Go-Lucky— nos sumerge en la asfixiante vida de Pansy, interpretada por una poderosa Marianne Jean-Baptiste, con quien ya trabajó en Secretos y mentiras. Por cierto, es incomprensible que el título original Hard Truths (Duras verdades) se haya convertido en Mi única familia, eliminando el juego entre esta película y Secretos y mentiras.
Pansy es una mujer envuelta en una furia constante. Desde el inicio, su ira se manifiesta de manera implacable contra todo y todos: su marido Curtley (David Webber), su hijo Moses (Tuwaine Barrett), desconocidos en la calle e incluso empleados de tiendas. Esta agresividad inicial resulta cómica, incómodamente cómica al principio, pero pronto se revela como la punta del iceberg de un dolor profundo y no resuelto. Bajo esa coraza de insultos y rabia se esconde una mujer quebrada por la tristeza y el arrepentimiento.
La dinámica familiar se ve atrapada en esta espiral emocional. Moses, un joven de 22 años, se refugia en el silencio y en su fascinación por los aviones, aislándose del mundo exterior. Curtley, por su parte, busca escape en su trabajo como fontanero, mostrando en su mirada el peso de una resignación acumulada. La casa se convierte en un espacio de tensión contenida, donde las palabras no dichas parecen ocupar más espacio que las escupidas a gritos.
El contrapunto lo ofrece Chantelle (Michele Austin), hermana de Pansy, cuyo espíritu libre y vitalidad contrastan con la oscuridad que reina en el hogar de su hermana. Es en una reunión familiar por el Día de la Madre donde las emociones alcanzan su punto de ebullición. En medio de un ambiente cálido y aparentemente festivo, a Pansy se le resquebraja la armadura, dando paso a una explosión de dolor que Marianne Jean-Baptiste interpreta con una intensidad sobrecogedora. Es una secuencia absolutamente brillante de principio a fin, con una cocción lenta que culmina en un arrebato emocional de gran calibre y una interpretación que colocará a Marianne Jean-Baptiste en la carrera de premios con total seguridad.
La dirección de Leigh mantiene su sello característico: un enfoque en lo cotidiano, en las pequeñas cosas que conforman la vida diaria, explorando temas recurrentes en su filmografía como las dinámicas familiares disfuncionales, el aislamiento y la lucha por la conexión humana. Su método de trabajo, basado en largas sesiones de ensayo e improvisación con los actores, se refleja en interpretaciones naturalistas y llenas de matices; destacando especialmente Jean-Baptiste, como ya hemos dicho, pero con todo el reparto brillando a gran altura. La mezcla de humor y tristeza está presente, aunque en esta ocasión el equilibrio no es tan fino como en sus obras más destacadas. Es una pena que Mi única familia dedique más tiempo a la vertiente más cómica inicial que a explorar la profundidad del drama que plantea. Hay subtramas que se esbozan pero no llegan a desarrollarse del todo, situaciones a las que se da una importancia que luego no se explica y acciones tan ambiguas que dan lugar a múltiples interpretaciones y difuminan demasiado el mensaje de la película.