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On falling es el primer largometraje de la directora Laura Carreira (Oporto, Portugal, 1994), que ya participó en el Festival de Edimburgo y en la sección Orizzonti de la Mostra de Venecia con sus anteriores cortometrajes, Red Hill y The Sift, respectivamente. En esta ocasión ha sido seleccionada para la Sección Oficial de esta 72 edición del Festival de San Sebastián.

On falling muestra la vida de Aurora, una inmigrante portuguesa en Escocia, que intenta sobrellevar su día a día en un trabajo mal pagado en un gran almacén e intentando desarrollar su vida personal con el escaso y arbitrario tiempo libre del que dispone. Y es que On falling muestra la vida de Aurora, o lo que es lo mismo, muestra la vida de toda una generación.

Una generación que tiene trabajo, sí, pero que se tiene que conformar con condiciones laborales extraordinariamente restrictivas, con ser un número en la macro empresa para la que se trabaja. Con que cualquier interacción con la empresa se realice a través de una APP. Con tener que compartir piso como única alternativa habitacional posible. Con vivir para trabajar. Y todo ello lo muestra la directora, Laura Carreira, con sumo respeto y empatía respecto a los personajes, no verbalizando un discurso de brocha gorda contra el sistema -como haría el último Ken Loach, productor de esta película-, sino mostrándote el conflicto en sí.

Rodada gran parte con cámara en mano, adquiere una forma cercana al documental que le aporta realismo, pero a su vez es una película que descansa más en imágenes que en diálogos, donde destacan algunos momentos de dirección estricta, como en el uso onírico de imágenes -el plano mantenido de la protagonista caminando por el parque, con una rama de un árbol sobre ella gracias a la perspectiva, que de alguna manera sugiere la idea del suicidio-.

Otra decisión de dirección protagonista es la gama de colores de la foto y el diseño de producción. En tonos azules grisáceos. Color frío por excelencia que representa a la perfección la deshumanización de su vida. Tanto el color corporativo de la empresa para la que trabaja como los elementos comunes de su vivienda, todo es azul. Y es que la decoración de la vivienda parece una continuación de su lugar de trabajo. No llega a desconectar.  Y es, por lo tanto, lo único que conoce, el azul, y es el único que se le ocurre cuando la dependienta de la tienda de cosméticos le sugiere que elija un tono de sombra de ojos. El único instante no-azul de toda la película es la escena en la que Aurora accede a intentar socializar con su nuevo compañero de piso -es muy difícil socializar, todos tienen horarios de trabajo que les imposibilitan hacerlo con normalidad-, y salir de esa dinámica de su día a día, y van a una discoteca. Luz roja. Pero, ¿qué pasa? Que no sabe o no es capaz de socializar si no es a través de la única vía de escape que tiene: El móvil.

La directora acentúa esa sensación de homogeneidad entre lugar de trabajo y vivienda mediante la ausencia de luz natural en toda la película. La película está casi en su totalidad iluminada con luz artificial, si no es a oscuras. Tanto el lugar de trabajo -un almacén de una gran superficie sin ventanas- como su casa no tienen luz del sol. Y es que las ventanas que sí tiene la vivienda siempre están o con las persianas bajadas o es de noche y no se ve el sol, como ocurre también en los trayectos en coche al lugar de trabajo, que son una extensión de todo lo anterior. No llega a desconectar, no llega a cambiar de aires, siempre está encerrada. A pesar de ser una adulta con un trabajo, una casa y una vida a su alrededor, a pesar de ser una adulta que vive su vida consecuencia de decisiones que ha adoptado voluntariamente, a pesar de tener una vida “normal”, su vida es una cárcel.

A diferencia de lo que ocurre en los últimos trabajos de los hermanos Dardenne, aquí no hay un gran drama que lo complique todo -la muerte de un familiar, o similar-. El gran hito que altera el día a día de Aurora es que se le ha roto el móvil, y ello le descuadra el mes desde una perspectiva económica, y de paso, el conjunto de su vida. Lo cual acentúa, una vez más, lo endeble de su estabilidad personal. Y es que ese es el principal drama: No hay grandes dramas, pero no está bien. Es un agotamiento por repetición. Un mal día se sobrelleva bien. Que todos los días sean malos, no. «No tiene razones para no estar bien». Signo de toda una generación.

Y es que “puede” renunciar a no pagar la luz, a no comer alimentos frescos, a aislarse socialmente, pero no puede renunciar al móvil, que es su única ventana real a a vida; de alivio y escape.

Si algo muestra On falling es la conciencia de clase. Se muestran tres tipos de trabajadores: Los que empatizan y sirven de apoyo -como el compañero de piso, que intenta ayudarle-, los que buscan un beneficio mutuo -la compañera con la que comparte viaje en coche y gastos del mismo-, y aquellos que no empatizan y no son conscientes de esa pertenencia de clase -los que de alguna manera se burlan del compañero que se suicida-. Así como muestra en la nueva distribución de los elementos comunes de la vivienda compartida, que se ven obligados a ceder las zonas comunes y de esparcimiento tradicional -el salón- para uso destinado a necesidades vitales básicas: Dormir. El salón convertido en dormitorio de uno de ellos, con el único fin de poder hacer frente de manera conjunta al precio del alquiler de la vivienda que tienen en un país extranjero al que han ido para intentar tener una vida mejor. La vivienda se encuentra en una buena zona, pero de facto no la pueden disfrutar.

El clímax de la película viene con la entrevista de trabajo. Aurora busca promocionar, encontrar un trabajo mejor, porque no se conforma con el trabajo que tiene. Ficciona su realidad, como si de su timeline de Instagram se tratara, para intentar aparentar una vida que le gustaría vivir pero que no tiene. Simula un estado anímico que no es el real. Se da cuenta de que vive para trabajar, Esa escena resume toda la película. Resume todo lo que le vive una generación.

La película está llena de pequeños detalles, como la forma en la que limpia el tapón de jabón de la ducha, con la que la directora aporta realismo al conjunto de la trama de manera constante. Quizá una de las pocas concesiones a este realismo es la escena del cacahuete, que puede resultar excesiva. Pero es que excesiva es la realidad que está mostrando, así que en cierto modo pone el acento en lo superlativo de lo que está representando. Y en su deshumanización. Laura Carreira muestra la vida de Aurora, que es la vida de cualquiera de nosotros. De nuestros amigos, de nuestros vecinos, de nuestros familiares. On falling muestra la caída de Aurora y, de paso, la de toda una generación.

On Falling

Media Flipesci:
7.3
Título original:
Director:
Laura Carreira
Actores:
Joana Santos, Inês Vaz, Piotr Sikora, Neil Leiper, Jake McGarry, Itxaso Moreno, Leah MacRae