Ricardo FernándezReseña de Limpia, de Dominga Sotomayor
Dominga Sotomayor es una de las cineastas chilenas más prometedoras de su generación. En 2018 fue la primera mujer en ganar el premio a la mejor dirección en Locarno con Tarde para morir joven, y ya en su ópera prima, De jueves a domingo, se intuía esa mirada atenta a los vínculos familiares y a lo cotidiano. Ahora se atreve con Limpia, adaptación —ella prefiere llamarlo, adopción— de la novela homónima de Alia Trabucco Zerán, presentada en premiere mundial en San Sebastián antes de su estreno en Netflix apenas unas semanas después.
No he leído la novela, así que no sé hasta qué punto hay adopción, adaptación o inspiración, pero lo que sí siento es que Limpia está rodada con piloto automático. La película parte de una premisa que ya hemos visto muchas veces: una mujer que cuida a la hija de otros mientras descuida a su propia familia. Eso no es necesariamente un problema, con el mismo punto de partida se pueden hacer cosas muy distintas; pero sí el punto de partida está muy transitado exige un riesgo o una novedad para destacar que aquí nunca terminan de aparecer. Sotomayor decía que no quería hacer una crítica frontal a la clase alta chilena, que buscaba más bien la observación y la ambigüedad moral, se ha quedado a medias.
El gran sostén del film es la interpretación de María Paz Grandjean como Estela, llena de matices, capaz de mantener el interés incluso en los momentos más anodinos. La naturalidad de la niña, y la química entre ambas, también suman. Pero en lo demás, las cartas están marcadas desde el principio. Igual que cuando aparece una pistola nos acordamos de Chejov y su premisa sobre las armas, en Limpia pasa eso mismo con cada comentario y cada objeto que aparece en pantalla. Todo parece anunciar de manera obvia su función dramática.En la promoción se habló de thriller psicológico, cuando en realidad se trata de un drama telegrafiado, sin misterio ni sorpresa, donde todo se ve venir. Incluso el truculento e innecesario final.
Otro caso más en que Netflix elige a una directora con estilo y paleta propios, para luego uniformar todo hasta dejarlo convertido en un producto más de su catálogo global.
