En Zabaltegi se presenta Lurker, la ópera prima de Alex Russell, un director que llega al cine desde el mundo de la música. Esa procedencia parece notarse en la manera en que ambienta una historia que gira en torno a un personaje anónimo que, casi por azar, entra en la órbita de una gran estrella musical. Oficialmente lo acompaña para documentar en vídeo su día a día, pero en realidad está allí únicamente por capricho del cantante. A partir de esa premisa, la película reflexiona sobre amistades interesadas y sobre las dinámicas tóxicas de la fama, donde las relaciones se mueven siempre bajo la lógica de agradar al que ostenta el poder.
Rodada en 16 mm, Lurker recupera la estética del cine independiente de principios de los 2000. Ese grano analógico se contrapone con las grabaciones en vídeo que realiza el protagonista, un recurso difícil de justificar hoy, cuando cualquier móvil ofrece mejor calidad, pero que funciona como licencia poética para marcar el contraste visual.
Como sugiere una de las canciones de la banda sonora, hay una línea fina entre el amor y la obsesión. O, dicho en palabras más reconocibles para el público hispano, como cantaba Aventura: “No es amor, lo que tú sientes, se llama obsesión”. Buena primera película, sin inventar nada pero con buen pulso narrativo y una estética suficiente.