Pocos meses después del éxito de Segundo premio, su celebrada ficción inspirada en Los Planetas, y casi 20 años después de su documental/ficción La leyenda del tiempo en torno a la figura de Camarón de la Isla, Isaki Lacuesta vuelve a sumergirse en un proyecto en torno a la música y en las heridas que esta arrastra. Flores para Antonio, codirigida junto a Elena Molina y presentada en las Sesiones Especiales de la Sección Oficial del Zinemaldi, es mucho más que un documental biográfico: es una indagación emocional y fragmentada en torno a la figura de Antonio Flores, hijo de Lola, hermano de Lolita y Rosario, artista marcado por el talento, la fragilidad, la sensibilidad y la permanente exposición pública.
El film se articula a partir de una búsqueda íntima: la de Alba Flores, hija del cantante y actriz reconocida, que apenas contaba ocho años cuando su padre murió. A partir de ese día dejó de cantar. A través de entrevistas con familiares cercanos —Ana Villa, Lolita, Rosario—, colaboradores, amigos y una ingente cantidad de material de archivo (entrevistas, vídeos caseros, anotaciones y dibujos del propio Antonio), Flores para Antonio traza un retrato subjetivo, doloroso y luminoso a la vez, de un hombre a menudo desbordado por el peso de su linaje y sus propias inseguridades.
Estructurada en tres partes —el ascenso con No dudaría y Pongamos que hablo de Madrid, la caída en el abismo de las drogas y el último renacer con De Ley y Cosas mías y su muerte—, la película combina el ensayo musical con el homenaje personal. La mirada de Alba funciona como guía emocional del relato, pero también como testigo generacional de un duelo que sigue abierto. La música de Antonio, sus letras y su presencia mediática adquieren aquí un nuevo peso, leídas desde la distancia, pero también desde el afecto y la necesidad de entender.
Flores para Antonio no es un biopic ni una elegía clásica. Es, ante todo, un documental-musical profundamente marcado por la subjetividad de su narradora y por el estilo poético y sensorial de Lacuesta, que vuelve a demostrar su capacidad para fundir lo íntimo con lo colectivo, lo personal con lo cultural.